Fue el número de humor de la última jornada de Viña 2023. La argentina Laila Roth tuvo un buen comienzo, hasta prometedor, con chistes cortos y sobre la realidad de Chile. Sin embargo, se le notaba nerviosa.
Pero con el paso de los minutos, Roth pasó a chistes largos. Contó una historia sobre su madre fallecida, algo larga, lo cual era un riesgo considerando que en general en este festival no han resultado las rutinas largas. Nadie, por lo demás, ha estado a la altura de alguien como Coco Legrand en ese casillero. Ahí la rutina entró en un médano de que ya no salió, incluyendo un chiste largo sobre un inodoro (aunque más soportable que el de la ensalada de Belenaza) pero la gente mantuvo su disposición con la comediante, acaso por su simpatía, pinta de buena persona y ángel, y por el público. Sí, el público. Cuán cierto es lo señalado por Daniel Alcaíno. El público familiar que le tocó a Roth quedó perfecto, es menos belicoso que el que fue por Christina Aguilera o el que pifió a Belén Mora.
Hacia la media hora, sonaban leves pifias, justo en las partes más extensas que desarrollaba Roth. Estaba empantanada. Si uno le pregunta al taxista, dirá: “¿Y el remate?”. Es que el humor de bares cuesta que prenda en la Quinta. Seguían sonando pifias leves que cada vez iban aumentando de forma creciente y amenazante. Quizás no de manera agresiva porque Roth no es prepotente, que fue el error de Belén Mora o de Jani Dueñas, lo que ocurre es que no es lo suficientemente graciosa.