Cuando The Mandalorian (Disney+) se estrenó en noviembre de 2019 encantó por múltiples motivos. Uno de ellos fue la manera en que expandió la mitología del universo creado por George Lucas a fines de los 70, del que Jon Favreau, el creador de la serie, es un fan declarado.
El personaje principal de la ficción –encarnado por Pedro Pascal– es un cazarrecompensas que se ciñe a los códigos de su oficio, pero sobre todo al credo mandaloriano. Aunque años atrás su mundo fue arrasado (un suceso conocido en la trama como la Purga), todavía es percibido como un deber que sus miembros usen una armadura hecha de un metal llamado beskar y lleven en todo momento el rostro cubierto. No hay margen para la desobediencia ni el camino propio.
Al final de la segunda temporada de la producción de Star Wars, en un capítulo llamado apropiadamente El rescate, Din Djarin transgredió sus creencias al quitarse el casco voluntariamente ante otras personas.
Fue en un pasaje de gran carga emotiva: se suponía que no volvería a ver a Grogu, su pequeño y verde compañero al que había protegido desde que se negó a completar una de sus misiones. Muchos celebraron ese momento, en parte porque brindó uno de los pocos instantes en que la historia dejó ver el rostro del actor chileno.
Aunque ambos personajes se reencontraron –como mostró El libro de Boba Fett (2021), el primer spin-off de la serie–, el pecado no se borró. Y, al revés de lo que se deslizó en el cierre del segundo ciclo, el protagonista no está en una ruta para emanciparse de sus principios. O, si lo está, tomará algo más de tiempo desanudar ese conflicto.
Al comienzo del primer episodio de la tercera temporada –ya disponible en Disney+– la Armera (Emily Swallow), la líder de la tribu a la que pertenece Din Djarin, le deja en claro que la redención no es posible. La razón es muy sencilla: las minas de Mandelore, el lugar donde debía realizarse ese acto según su fe, ya no existiría luego de la destrucción de gran parte del planeta. Obstinado, el protagonista se niega a aceptar esa realidad e inicia de todas formas un camino para revertir sus transgresiones.
Dirigido por Rick Famuyiwa (ahora también productor ejecutivo de la ficción), el capítulo aterriza pronto en Nevarro, el planeta que Greef Karga (Carl Weathers) planea consolidar como el primer puerto comercial independiente a la Nueva República.
Allí el protagonista podría tener un buen trabajo y vivir junto a Grogu. Pero, tras concluir su tarea con “Baby Yoda”, ahora debe concentrarse en cumplir su propio llamado. Es la carta de presentación de una temporada que debiera estar mucho más enfocada en resolver el dilema existencial del protagonista que en otros asuntos.
Naturalmente, Jon Favreau no está dispuesto a alterar el ADN de la serie: gran diversión repartida en pequeñas aventuras episódicas, donde el protagonista y Grogu se cruzan con aliados y enemigos.
Ya no está la comisaria Cara Dune (tras el despido de Gina Carano), pero Bo-Katan (Katee Sackhoff) está llamada a cumplir un papel importante en esta tanda de capítulos. La primera entrega se ocupa de mostrar a una nueva fuerza antagónica (un líder pirata) y sitúa dónde se encuentra exactamente Moff Gideon, el villano encarnado por Giancarlo Esposito, que debiera volver a poner contra las cuerdas a los protagonistas.
El diseño de la temporada queda bastante estructurado con esa introducción, aunque siempre hay espacio para las sorpresas y el regreso de figuras queridas de la saga. Un rasgo que el primer episodio del tercer ciclo se ocupa de mantener con vida mediante dos guiños que dejarán contentos a los fans. The Mandalorian está de vuelta y, hasta abril, los miércoles serán los días de comunión de los amantes de Star Wars.