La “noche de rumba” esperada desde principios de enero se llevó finalmente a cabo ayer, a las 20.00 horas, en el Teatro Caupolicán. El afiche del evento tenía como estrellas principales a Los Chichos, trio emblemático del flamenco, quienes se encuentran en su gira de despedida. El concierto contó con la participación de los españoles La Húngara y Manuel González, ex-miembro de la agrupación Rebujito, pero fue interrumpido por el uso de armas por parte del público y desmanes fuera del recinto, por parte de personas que deseaban entrar a la fuerza.

El propio subsecretario del Interior, Manuel Monsalve, se refirió a lo ocurrido: “Ayer estaba la información de que iban a haber distintos hechos en materia de alteración del orden público. Uno de ellos fue lo del teatro Caupolicán. Afortunadamente ninguno de estos hechos tuvieron una connotación grave”.

Los Chichos son un grupo musical gitano oriundo de la ciudad de Madrid. El trío madrileño ha vendido 22 millones de discos durante su trayectoria y ha inspirado a artistas como Rosalía y C. Tangana. Con sus composiciones, que mezclan letras sobre la vida marginal, la delincuencia, la cárcel y la superación, todo con ritmos de flamenco y música gitana, los han convertido en un todo un emblema del quinqui, término usado en España para referirse a la cultura crecida en el mundo arrabalero.

El grupo fue fundado por los hermanos González Gabarre y Juan Jiménez Muñoz, mejor conocido como Jero, en 1973. Los hermanos fueron criados en una familia numerosa e interesada en la música; un objetivo que llevó a la dupla a buscarse la vida actuando por las calles y plazas del centro de la ciudad. Con el grupo ya formado, sus presentaciones en varias ciudades de España captaron la atención de las discográficas, y tras firmar con Philips, lanzaron su primer sencillo, Quiero ser libre. El sencillo introduciría al mundo la estética que seguiría el grupo; en sus letras, un hombre preso se pregunta por su amada y añora por la libertad.

Este foco en la delincuencia y el universo fuera de la ley se expandió a la imagen pública del grupo. En entrevistas exaltaban las virtudes de la cocaína, como también de sus vínculos con el servicio antidrogas de la Guardia Civil Española y el mundo del crimen. En 1985 se les ofreció componer la banda sonora para la película Yo, el vaquilla, basada en la biografía de Juan José Moreno Cuenca, afamado delincuente español. La cinta dio lugar a un concierto en la cárcel de Ocañas, donde El vaquilla se encontraba preso en noviembre del mismo año. Como unos Johnny Cash del flamenco, salieron del recinto convertidos en héroes de la población penitenciaria, y posteriormente darían más presentaciones en otras cárceles del país.

En 1989 salieron del ambiente quinqui por un momento, lanzando el álbum Y esto es lo que hay, producido por Joaquín Sabina y contando con la participación de los músicos que lo acompañaban. En una columna para el diario El País, el periodista Diego Manrique afirma que “en aquel momento, dentro de la industria, el chiste era que no se sabía quién tenía mayor peligro, si Sabina o los rumberos”.

La banda sufrió una tragedia cuando en 1995, luego de haber dejado el grupo, Jero liberó una cruenta batalla contra la depresión y la drogadicción, pero terminó quitándose la vida. El deceso marcaría para siempre al conjunto, pero siguieron su carrera reemplazando al fallecido músico con un hijo de Emilio -parte del trío de hermanos fundadores del grupo-, Emilio González García. Es la formación que sigue hasta el día de hoy.

El grupo fue el objeto de polémica en 2016, tras ser fichados para dar una presentación en el festival barcelonés Primavera Sound. El fichaje, comparable a cuando Lollapalooza Chile fichó a Damas Gratis en 2018 (conjunto cuyas presentaciones en el Caupolicán también han presentado incidentes), generó todo tipo de debates en las redes.

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