Una estudiante de periodismo busca culpables ante la baja de Blink 182 en Lollapalooza, preguntando por la responsabilidad de la productora a cargo. Qué culpa puede tener la organización, elucubro, si Travis Barker se da un baquetazo que le descoloca los dedos por segunda vez en el año. Los reunificados héroes del pop punk, quedan pendientes hasta 2024.

La baja del trío californiano es un torpedo causante de daños a la línea de flotación de la última jornada del festival, pero insuficiente para hundir la cita. Ningún evento así se va al diablo si un invitado, aunque encabece el cartel, falla.

Podemos discutir la envergadura del reemplazo. Twenty one pilots ya estuvo en Lollapalooza 2019, pero gozan de gran arrastre en la audiencia juvenil, y son efectivos en vivo mediante un pop rock emotivo y desprejuiciado, abierto a distintas vetas.

El público más maduro y familiar, destinatario de la parrilla del domingo -millennials a estas alturas-, tiene razones para desilusionarse, pero sus hijos o sobrinos agradecerán el parche, mientras la mayoría de los convocados que lideran la programación ofrecen, con matices, argumentos suficientes para justificar su presencia.

Twenty One Pilots

Vamos por el final. El único recelo con la programación del domingo, se concentra en que los números más destacados ya han visitado Chile. Por otro lado, mientras más pasa el tiempo, resultan inevitables los nombres repetidos en instancias festivaleras.

Tame Impala es un neoclásico y una de las mejores bandas de rock de los últimos años, con varios shows en Santiago, incluyendo este festival en 2016. El proyecto de Kevin Parker partió como una encantadora serpiente dirigida a los amantes del rock clásico, para después deslizarse sinuosamente en dirección a un pop interesado en seducir damitas, como diría el gran Marco Antonio Solís.

Algo parecido a lo de The 1975, debutantes en 2019. Regresan con un excelente nuevo álbum, ambicioso y maduro.

Tame Impala

La fortaleza y novedad de esta edición de Lollapalooza radica en sus dos primeras jornadas, particularmente sensibles al público joven, la razón de ser del evento por más que reclamen los más veteranos, los mismos que publicado el line up comentan de inmediato en redes que no ubican a prácticamente nadie.

El viernes, Billie Eilish y Lil Nas X encarnan las mejores opciones para satisfacer al target. Referente generacional, Eilish es una de las artistas más originales del pop, con el atractivo de la angustia existencial adolescente, plasmada en su música oscura y autoflagelante.

En cuanto a Lil Nas X, su biografía artística retrata un paradigma de esta época. Primero ganó fama como personalidad de redes sociales para después saltar a la música, en un giro dramático sólo posible en la presente era virtual. Orgullosamente gay, el elemento kitsch representa parte importante de su encanto.

Rosalía es inapelable el sábado, como la mayor estrella pop femenina latina de los últimos años, gozadora del favor del público y la crítica.

Rosalía vía Instagram

Con Drake, al fin la ocasión de comprobar si todas las ínfulas del rapero canadiense sobre batir récords, tienen un correlato en directo. Veremos si deja en llamas el escenario, tal como tumba listas.

Como todo festival, Lollapalooza tantea año a año distintas proporciones en su coctelería, para responder a mareas artísticas, demandas, distintos gustos y alternar categorías musicales. La última edición apostó por el rock clásico de Foo Fighters y The Strokes, casilla ahora vacía. Figuran en cambio bandas indies, entre ellas, Modest Mouse el viernes, y Cigarettes after sex el sábado.

Las solistas siguen ganando terreno, el caso de Kali Uchis y Tokischa, y diyeis como Alison Wonderland y Nora en pure.

La armada urbana chilena, que prácticamente salvó la programación de la segunda jornada de la última edición, se presenta con Pailita el viernes, Young Cister el sábado y Pablito Pesadilla el domingo, como regresa una división completa de consagrados locales -Ases Falsos, Álex Anwandter, Angelo Pierattini, Pánico, Nano Stern, Benjamín Walker y Petinellis (reemplazo de última hora)-, con carrete y repertorio suficiente.

Lollapalooza, que este año redujo de siete a seis escenarios, responde a los tiempos con grandes solistas del pop y el urbano como carnada al público juvenil, el segmento vital para cualquier festival, sin desatender a las audiencias en edad de hipotecas y primeras nostalgias, resentidas esta vez por la deserción de Blink 182, pero compensadas con la calidad indiscutida de Tame Impala.

Los seis cabezas de cartel poseen méritos, repartiendo cualidades entre lo nuevo -Lil Nas X y Billie Eilish-, y la expectativa ante un nombre mundial del hip hop como sucede con Drake.

Nunca hay que olvidar que Lollapalooza es tanto evento social como reunión en torno a la música, para un público oscilante entre el aficionado y el conocedor. No es el más rutilante de sus carteles, pero resulta consistente, atractivo y con opciones para (casi) todos.

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