De un Cerati para un Prisionero: Benito Cerati tributa a Jorge González en Lollapalooza
El hijo mayor de Gustavo Cerati y Cecilia Amenábar se presentó en el escenario Axe del festival, donde también mostró el debut de su etapa en solitario.
Benito Cerati (29) tiene un peso importante sobre sus hombros. Tanto pasado como presente. No sólo lleva un apellido cargado de leyenda para la cultura popular latinoamericana; desde el año pasado, decidió abandonar su banda Zero Kill -con la que contaba una década y cuatro álbumes-para lanzarse decididamente como solista. O sea, ser un Cerati con todas las de la ley.
”Nunca me han preocupado ese tipo de cosas”, ataja eso sí el cantante en conversación con Culto minutos antes de saltar al escenario Axe en la segunda jornada del festival Lollapalooza Chile.
Ahí estuvo hoy a partir de las 14 horas, donde desenfundó su ya mencionada etapa caminando solo a bordo de su disco Shasei, en que fusiona pop, guitarras, electrónica de ensoñación atmosférica y hasta acentos adquiridos del folclore.
Una mezcla que en vivo también intenta ganar espacio, junto su grupo de tres músicos -teclados, guitarras, batería- con los que va tejiendo un show con pasajes eléctricos y otros más serenos.
En todo momento, Cerati es la gran figura, de desabotonada polera azul y pantalón rojo, mientras que desde un principio hace referencia al significado japonés de Shasei: significa eyacular en idioma nipón.
De hecho, el hijo mayor de Gustavo Cerati y la modelo Cecilia Amenábar -nacido en Las Condes en 1993- hace referencia a las personas con look oriental que hay entre el público.
Bajo los focos, el artista despacha temas como Agujero negro, Futuro incógnito, Buenos días amor y La tercera es la vencida, además de Cerca, parte de su era en Zero Kill. Todos tienen cierto hálito oscuro y épico, envueltos en decorados electrónicos y guitarras que explotan sobre el final, la arquitectura que marca su sonido.
Eso si, sobre la segunda parte, una sorpresa que dedica “a los compatriotas”: una versión frontal, urgente y con velocidad drum n’ bass de Amiga mía, el clásico que Jorge González escribió para Los Prisioneros en Corazones (1990). Toda la gente corea y aplaude. Un regalo para la patria donde nació. Curioso: Benito une a dos mundos que en los 80 siempre parecieron en colisión.
Un momento peak para un espectáculo correcto y donde vaya qué debe ser difícil desprenderse de una historia familiar cubierta de mito y memoria. La gente al menos lo recibió de buena manera.
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