Para los que crecimos con el pop de estrellas como Michael Jackson o Prince, artistas de nueva generación como Lil Nas X son una rareza que se puede bifurcar en dos direcciones: una payasada excéntrica de un tipo que exacerba su homosexualidad o una música que resulta fría, pero hipnotizante debido a la cantidad de estímulos que despliega en el escenario, con rayos de luces que van y vienen, llamaradas de fuego, caballos mecánicos que se desplazan en la pista y coreografías kilométricas de ocho bailarines que parecen replicantes de la figura central.

Así como la reciente película ganadora del Oscar, Todo en Todas Partes al Mismo Tiempo, es un concentrado de imaginación que no va a ningún lado, las canciones de Lil Nas X también parecen ir en la misma dirección, con una supuesta coherencia que no se entiende.

El espectáculo de la gira de su celebrado disco debut, Montero (2021), se divide en tres partes: renacimiento, transformación y convirtiéndose. Las letras de sus canciones se refieren a su propia vida.

Desde las reflexiones emocionales en Tales of Dominica a los pensamientos suicidas en Sun Goes Down hasta el homenaje al hit Hey Ya de Outkast en Thats What I Want. También habla de racismo, homofobia, salud mental, sexualidad y fama. Pero el problema para los que no somos de la actual generación que tiene entre 18 y 25 años es que sus canciones están hechas para anuncios de marcas. No hay alma, garra ni melodías que queden marcadas en la memoria. Todo suena tan prefabricado que ni siquiera se acompaña por músicos en el escenario. Es él, sus bailarines y su música pregrabada.

Artísticamente a considerable distancia de contemporáneos como Steve Lacy en su manejo del pop o a Tyler, The Creator en su capacidad para enlazar música para las masas con vanguardia sonora, el solista afroamericano centra su espectáculo en aspectos que deberían ser secundarios como sus permanentes cambios de vestimenta que le hacen un guiño al Mago de Oz, su ropa plagada de joyas –una de las pocas referencias al hip hop- o los constantes movimientos de su trasero –junto a sus chicos- hacia el auditorio para que nos enteremos de sus horas diarias en el gimnasio.

Es un show para jóvenes aficionados al Tik Tok. Una avalancha de sensaciones que buscan provocar excitación por hacernos imaginar que viene en los próximos dos minutos en lugar de llegar al corazón como lo hacían, por ejemplo, las canciones de Michael Jackson o Prince. Si artistas como Lil Nas X son el futuro del hip hop, ese género está perturbado y confundido.