Tame Impala: una fiesta con muletas, sicodelia y corte de transmisión
Con un par de muletas en el escenario, el proyecto liderado por Kevin Parker hizo hincapié sobre todo en su último disco, el bailable The slow rush. Pese a las atractivas visuales sicodélicas y los arreglos de algunas canciones, el punto negro fue el abrupto corte de la transmisión vía streaming, solicitado por el cantante, y que causó molestia en redes sociales.
Con cinco minutos de desfase, Tame Impala puso los pies en el Banco de Chile Stage, concretando su segunda vez en el Lollapalooza Chile, tras su presentación del 2016. Con Kevin Parker recién operado de su fractura de cadera, el proyecto puso el acento sobre todo en su más reciente álbum, el aplaudido The slow rush (2020). En este disco, tal como lo hizo en Currents (2015), continuó el pasó de ser un grupo afincado en la neosicodelia a las pistas de baile.
El set se abrió con One more year, de The slow rush, un tema que invita a moverse, aunque para Kevin Parker era algo complicado, debido a que debió usar muletas en ambas piernas por su lesión, lo cual dificultaba sus movimientos. Como un héroe de guerra volviendo de Vietnam, Parker hizo de la música su terapia para salir del momento. Nada de lloriqueos.
De hecho, cuando confirmó el accidente en sus redes sociales, comentó: “Todos los espectáculos en México y América del Sur se llevarán a cabo según lo planeado. No los abandonaré”.
Pero al parecer, esos deseos no corrieron para todos los fans. A la hora de la transmisión en directo por el canal de YouTube de Lollapalooza Chile, Parker solo autorizó tres temas, ante el desconcierto de los fans que reclamaron en las redes sociales (incluso Tame Impala fue Trendic topic en Twitter por lo mismo). Según comentaron de la organización a Culto, se debió a que el australiano no quiere mostrarse mucho en público con un par de muletas.
Pero volvamos al show. Como suele hacer, además de los músicos en escena, la presentación se complementó con atractivas visuales de colores abstractos, uno de los sellos del proyecto, y que viene de los tiempos en que era más sicodélico. Eso no se ha perdido y lejos de desentonar, combina a la perfección con el sonido actual de Tame Impala. Llama la atención el perfecto sonido en vivo, prácticamente idéntico al de los álbumes, prueba del obseso trabajo que realiza Parker, uno que vive y respira música.
Un rasgo de este Tame Impala 2.0, es el uso de teclados con distorsión, algo que otros nombres como MGMT o Empire of the sun heredaron del rock, directo sin escalas. Cuando se usa de manera melodiosa, con frases, como lo hace Parker, funciona impecable.
Siguieron canciones como Borderline, Nangs (del Currents), Breathe Deeper, y Parker bromeó un poco con el tema de su cadera fracturada. Luego, se lanzó con una versión de Elephant, de su segundo álbum, Lonerism. Con una introducción algo más larga, metiendo percusiones y luegos de luces.
Siguieron Lost in yesterday, Apocalypse dreams (del Lonerism), con visuales espaciales y de una ola gigante. Eso mientras tocaba sentado con su habitual guitarra Rickenbacker. También sonó Let it happen en una versión más larga, con una intro con teclado más densa y algo de beat electrónico con tufillo a house. Y por supuesto, sicodelia pura en las visuales. Hacia el final, sonó Feels like we only go backwards, sin tanto cambio respecto a la original.
Cerca de las 22.00, con las últimas dos canciones sonando, The less I know the better y New person, same old mistakes, la gran mayoría de la gente comenzó a retirarse de Cerrillos. Algo similar a lo ocurrido en la jornada del sábado, tras el show de Rosalía.
Tame Impala, como en las otras ocaciones en que ha venido al país, firmó un show sólido, de buen sonido, excelentes canciones y adecuada puesta en escena. Eso sí, es difícil que la caída de la transmisión sea algo que los fans olviden tan fácilmente.
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