Cuando supo del Concurso Latinoamericano de Cuentos Marta Brunet, a través de una publicación en redes sociales de la autora chilena Cynthia Rimsky, a la joven escritora argentina Valeria Tentoni (37) se le iluminó la idea de participar. Eso sí, reconoce a Culto que no conocía a la autora de Montaña adentro.

“Comencé a leerla y me encontré con el prólogo que la propia Rimsky había escrito para la compilación de sus cuentos en Alfaguara. Allí comenta, precisamente, lo mismo: que sólo la había leído un poco en la escuela y por entonces no había logrado valorarla. Es una verdadera pena pero a Marta Brunet, aunque haya vivido y publicado también en mi país, las generaciones actuales todavía no la conocen mucho, sobre todo porque sus libros no se consiguen en librerías. Tampoco a Maria Luisa Bombal, a Guadalupe Santa Cruz. Están llegando muchas autoras jóvenes pero La amortajada, por ejemplo, es inconseguible. Yo la leí gracias al sitio web Memoria Chilena, que es excelente y siempre consulto. Allí también leí a Brunet”.

¿Y qué te pareció?

Me encontré con una autora prolífica, que abordó casi todos los géneros y permitió variaciones importantes en su escritura, cosa que siempre exige coraje. Además fue una mujer que tuvo que ganarse su lugar en el campo literario, como todas las de su época, no sin grandes esfuerzos a pesar de un talento evidente, pasando por instancias de validación masculina que ahora ninguna de nosotras aceptaría, cosa que queda subrayada en concursos como este. Me parece importante a nivel regional insistir en estas tareas de recuperación de grandes obras escritas por mujeres: nos falta cruzar muchos libros entre sí, nos falta conocer qué diálogos abrieron, y en especial nos falta disponibilizarlas para disfrutar de su lectura.

Y esa curiosidad tuvo frutos. Tentoni envió al concurso -organizado por la Universidad de Chile- un cuento titulado Cera de avispa, y ganó. Este miércoles recibirá el galardón que la certifica como ganadora en una ceremonia a las 17.00 horas en el Salón de Honor de la Casa Central liderada por la rectora, Rosa Devés, junto a otras autoridades.

El certamen fue organizado por la Vicerrectoría de Extensión y Comunicaciones de la Universidad de Chile y el Comité Marta Brunet, invitó a narradoras de Chile, Argentina y Uruguay (países que marcaron la vida de la escritora) a presentar cuentos inéditos. El Concurso tuvo una gran acogida, puesto que llegaron más de 600 cuentos.

Oriunda de Bahía Blanca, y abogada de profesión, Tentoni ha descollado como uno de los nombres relevantes de la nueva camada de autores y autoras trasandinos. Ha publicado fundamentalmente cuentos, poesía y es además, editora del sitio Eterna Cadencia, uno de los referentes culturales en la Argentina. De ese trabajo nació su libro de no ficción El color favorito, donde abordó las entrevistas que ha hecho a diferentes autores.

¿Cómo fue el origen de Cera de avispa?

Escribí este cuento durante la pandemia, mientras pasaba una temporada en una casa prestada en un pueblo de provincia que conocía poco y al que llegamos escapando de la ciudad y el aislamiento obligatorio. La extrañeza de ese desembarco en un momento de por sí extraño puede haber producido una mirada más atenta a los ritmos de las personas que viven en sociedades más pequeñas como la de ese lugar, sus lujos -que son muchos- y sus complejidades. El cuento toma mucho prestado de todo eso, pero también de la sensación de agobio y encierro de la pandemia. La protagonista, Moli, está asfixiada por su entorno, por el mundo al que pertenece y del que se supone no puede salir.

¿Cuánto de personal o autobiográfico tiene Cera de avispa?

Yo creo que nadie que escriba sabe del todo con qué elementos compuso lo que compuso. Desconfío de las respuestas claras a estas preguntas. La mente funciona de modos caóticos con materiales que absorbe de mil y un fuentes accidentales; diarios, anécdotas, cosas que escuchó de oídas, fantasías, temores y pesadillas personales o generacionales, influencias de otras obras de arte. Literalmente cualquier cosa puede ir a parar a esa ensaladera indómita sobre la que nuestra mente se aplica como una isla de edición. Y no ocurre solo con la literatura: ni siquiera un recuerdo escapa de la ficcionalización. Me parece también interesante preguntarnos cuánto hay de autobiográfico en la lectura: la lectura también es un procedimiento que exige autoría, y quien lee completa la obra con su propio universo de intereses, imaginaciones y fijaciones. Probablemente con tanto desgobierno como quien escribe.

¿Cómo fue el proceso de escritura?

En pandemia tuve mucho tiempo para leer y escribir, sobre todo disponibilidad de energía. Había un gran jardín en esa casa prestada y aunque suene descolgado eso lo cambió todo. La protagonista se me ocurrió primero y fue quien guió la historia. Una vez que llegó ella el cuento bajó entero, prácticamente lo escribí de una sentada. Después tuvo correcciones antes de enviarlo. Cuando lo di por terminado noté con impresión que la cantidad de palabras máxima aceptada en el concurso era idéntica a la que había alcanzado tipeando, y esa coincidencia me decidió a aplicar.

¿Qué significa para ti recibir este reconocimiento por parte de la Universidad de Chile siendo una autora bastante joven?

Para mí recibir un reconocimiento en Chile es muy importante, y no pienso minimizar la importancia de los concursos y los premios: la escritura puede ser una actividad muy solitaria en la que una se mueve a tientas, sin saber nunca si lo que está haciendo tiene sentido o podría hacerle sentido a alguien más. Un reconocimiento de este porte, viniendo de una universidad y un jurado como el que trabajó, es una franca señal de aliento. Pero además Chile es el país en el que se publicó mi primer libro -de poesía, en 2009, con una editorial independiente de Rancagua-, y desde entonces siempre me sentí muy cercana a lo que se escribe y se lee de este lado de la cordillera. Tengo muchas amigas y amigos, editoriales a las que sigo, y por motivos misteriosos casi todos mis libros han ido saliendo antes acá que en Argentina. Las primeras ediciones de mis últimos libros son todas chilenas, con Pez Espiral, luego vienen las locales.

También has publicado poesía, además de tus libros de cuentos. ¿Cuáles sientes que son las diferencias entre esas escrituras?

Escribo en distintos géneros y usualmente llevo varios proyectos en paralelo. Suelen aparecer préstamos entre uno y otro, sobre todo en cuanto al universo de lecturas que acompañan esas escrituras, y eso siempre me hace sospechar de las divisiones tan tajantes en cuanto a los géneros que trae la publicación. Yo escribo. Por supuesto que un cuento exige algunas astucias y un poema otras, que un libro para niños no voy a trabajarlo con el mismo arco lexical o sintáctico que un libro para adultos, pero en el fondo soy yo frente al teclado. Leo también de modo muy salvaje libros de distintas procedencias, géneros y épocas. Mi mesa de luz es imposible. Creo que al final del día se escribe como se lee.

¿Has seguido trabajando en cuentos y/o poemas?

Sí, tengo más cuentos que me parece podrían, en un tiempo, componer otro libro en el que aparezca Cera de avispa. Y acaba de salir un libro nuevo de poesía con Pez Espiral, Pirámide. Además pronto llega a Chile mi primer libro de no ficción, El color favorito, con la editorial mexicana Gris Tormenta.

Entiendo que no has publicado ninguna novela. ¿Pretendes escribir alguna en el futuro? ¿Escribir largo es algo que te acomode?

No lo sé. Terminé una novela también en pandemia y no me convence. Quisiera escribir una mejor. Si eso ocurriese, la publicaría, pero no tengo apuro. Lo que sí, en esa experiencia de escritura fallida me enteré de que escribir una novela es algo muy placentero, como andar con un mundo privado y secreto todo el día en la cabeza, un globo de helio invisible que te acompaña a todas partes y te pide que tarde o temprano te sientes a escribir, entonces por fuerza una se consigue un par de horas para hacerlo cada día.

También eres abogada. ¿Qué aspectos del Derecho has tomado para el trabajo con las palabras?

Me gradué hace más de diez años y no ejercí jamás, creo que a esta altura por fortuna lo olvidé todo. En mis primeros libros había más marcas de esos años de estudio. Supongo que me quedó cierta disciplina que es muy útil para escribir.

Cuéntanos también sobre tu labor como editora de la revista digital Eterna Cadencia. ¿Cómo ha sido para ti el ejercicio del periodismo?

El periodismo cultural, que en mi caso es casi siempre especializado en temas de literatura, fue mi manera de acercarme a escritoras y escritores mientras estudiaba una carrera que no me gustaba y no se me ocurría cómo aprender a escribir y a leer. Este es precisamente el tema de El color favorito. Comencé entrevistando escritores para que me explicaran cómo hacían lo que hacían, y la entrevista era y sigue siendo la excusa perfecta para una clase privada. Vivo de eso desde hace unos años, trabajando para distintas revistas, y en mi caso funciona más o menos bien; como casi todas las personas que escriben no vivo de los libros, entonces los libros pueden ser muy libres, tardar años en cerrarse o salir todos juntos en tantos géneros como se me antoje. El desorden los organiza de maneras que se me escapan y tengo la sensación de que eso al final los favorece. En Eterna Cadencia estoy hace una década ya y ha sido una gran escuela trabajar editando su revista digital, que tiene lectores de todas partes del mundo en habla hispana.

Sigue leyendo en Culto