Heredero aventajado de Mark Twain y venerado por Charles Bukowski, a John Fante (Denver, 1909) se le ha intentado encasillar de distintas maneras: como precursor de la Generación Beat, maestro de la sencillez narrativa o como el más grande y brillante “perdedor” de la literatura estadounidense. Hijo de una familia humilde de inmigrantes italianos, Fante bien puede ser todo eso y más. En lo que sí hay consenso es en que su voz figura como una de las más poderosas de la novela americana. Méritos para aquello tiene de sobra, pese a que en su momento la crítica lo pasó por alto: fue redescubierto después de su muerte en 1983, precisamente gracias al entusiasmo de Bukowski, quien alguna vez llegó a decir que Fante era su dios.
“La obra de John Fante o no la conoces o no la olvidas. No admite términos medios”, escribió The New York Times en 2002 a propósito de la publicación, ese año, de The John Fante Reader, dirigido a audiencias más jóvenes y editado por Stephen Cooper, biógrafo del escritor italoestadounidense. Hace dos décadas, fue Cooper quien descubrió una serie de manuscritos, cartas, diarios, apuntes y bocetos de Fante, reunidos ahora por primera vez en español en un libro que lleva por título Hambre, de editorial Anagrama y disponible en librerías chilenas.
En el prefacio de Hambre, el propio Cooper cuenta cómo logró dar con el paradero de los 18 relatos que componen esta obra. Fue un día de verano de 1994, cuando Cooper visitó a Joyce Fante, viuda del escritor, en Malibú. En esa época Cooper se encontraba recopilando testimonios para su futura biografía sobre Fante: “Aquel día parece haber cambiado algo. Tras recibirme en la puerta principal, me condujo hasta un pequeño y oscuro porche de servicio que olía a polvo (...). Quería enseñarme algo”.
Minutos después, Cooper no daba crédito a lo que tenía frente a sus ojos: cuatro grandes archivadores de metal, cada uno con cuatro cajones: “Estaban llenos de sobres, cartas, carpetas, cuadernos y fajos de folios escritos a mano y a máquina (...). Incluso (había) un sobre sellado con la etiqueta ‘pelo de John Fante’; en suma, todos los testimonios que podían esperarse de la vida de una persona y todos allí, al alcance de mi mano. Era casi un sueño”.
El regreso de Arturo Bandini
En Hambre vuelve en gloria y majestad Arturo Bandini, el alter ego de Fante, que protagoniza el cuarteto de novelas Camino de Los Ángeles; Espera a la primavera, Bandini; Pregúntale al polvo y Sueños de Bunker Hill, que narran en clave sarcástica las penurias de Fante en Los Angeles en los años 30, post Gran Depresión.
Los relatos de Fante son en realidad novelas breves, que van al grano, sin ningún tipo de adorno ni vueltas innecesarias. Bandini reaparece como “niño, adolescente y adulto, con su pedantería, sus delirios literarios, su violencia ingenua, sus lecturas mal digeridas y su irresistible sentido del humor, entre el absurdo y la crueldad”.
En la historia titulada Póngalo en la cuenta -publicada en 1937 en Scribner’s Magazine, pero cuyo rastro se perdió- Fante esboza lo que al año siguiente sería uno de los capítulos de Espera a la primavera, Bandini. Tal como esa novela, este relato narra el difícil paso de Bandini -o Fante- a la adolescencia: “Nunca he podido olvidar la cuenta de la tienda de comestibles (...). Nuestra casa de ladrillo rojo fue el regalo de bodas que mi padre le hizo a mi madre. Ladrillo a ladrillo, la había construido él mismo (...). El primer año que pasamos en la nueva casa nació mi hermano. Al año siguiente nació otro hermano. Y luego otro. Y otro. Y otro. Mi madre daba a luz con tanta rapidez, que mi padre, que era albañil, cayó en un estado de estupor del que nunca se recuperó del todo”.
Con Elvis en París
En Hambre figura también un magnífico e inquietante prólogo concebido para Pregúntale al polvo y otro relato que tituló como La primera vez que vi París, escrito en 1959, cuando ya llevaba varios años trabajando como guionista de Hollywood. Fiel a su estilo, en vez de detallar su encuentro en un hotel parisino con Elvis Presley, aquí aborda la historia de una anciana que divisó una noche en la capital francesa: “En aquella esquina, apoyada en la pared de la Cruz Roja, estaba la vieja, anciana como París, el ser humano más vetusto, asqueroso y feo que vi en las nueve semanas que pasé en París, la piel como Notre-Dame, el pelo greñudo y gris, apelmazado a causa del sudor (...)”.
También figuran descarnadas historias sobre inmigrantes mexicanos, filipinos y japoneses, como los protagonistas del relato Mary Osaka, te quiero: “Mingo, amigo mío, veo que estás locamente enamorado de esa japonesa. Estás chiflado Mingo. Además, eres una deshonra para todos los filipinos”. La obra de Fante no admite medias tintas.