“No, esto no es una retrospectiva”; comenta mientras nos saluda y recibe una tarde calurosa mientras junto a su equipo prepara el montaje de la muestra A escala humana, en el Zócalo del Museo de Arte Contemporáneo (MAC). Aún con algo de pintura seca en sus manos, Alejandro “Mono” González (76) es ante todo un trabajador del arte, como él se ha definido, y la muestra en parte resume su trayectoria de manera impecable. Incluso, hay dos cuadros que literalmente, rescató de la basura. Entre ellos, unas manos que dedicó a Víctor Jara.
“Yo era profesor en la escuela de Arte de la ARCIS, pasé estos cuadros para pagarles el arancel a unos muchachos, que como no lo habían pagado, no podían dar examen. Quebró la ARCIS y estos cuadros quedaron botados, con humedad, hongos. Y una vez que cerró la escuela los muchachos de Arte tomaron los cuadros y se los llevaron al MAC de Quinta Normal. Me contaron la historia después, me preguntaron qué hacer, y los restauramos”.
González, es un nombre clave en el arte chileno de los últimos 50 años. No solo ha expuesto en el país, también lo ha hecho en el extranjero. De hecho, se apronta para ir a presentar a España, Estados Unidos y además tiene un mural en Barcelona y dirige un proyecto que está pintando una iglesia en Nápoles. Esencialmente muralista, pero también pintor y grabador, en la exposición podemos ver serigrafías, xilografías, acrílicos sobre tela, bosquejos. Además de un mural justo antes de la entrada, al bajar las escaleras hacia el zócalo.
También se pueden observar los grabados en blanco y negro que hizo a partir del terremoto y maremoto del 2010; o los afiches que han sido tan característicos de su trabajo, como los que hizo a favor del Apruebo, para el Plebiscito 2021, y los que se regalaron para la campaña del entonces candidato Gabriel Boric. Su labor habitual la lleva en su taller, ubicado en el barrio Franklin, en el corazón del Persa Bio-Bío, donde es posible encontrar su trabajo. Hoy, todo lo que produce se enmarca en lo que él llama “La tercera edad del mono”.
Su arte ha sido marcado por lo popular, usted incluso se define como “trabajador del arte”.
Claro, lo que pasa es que lo del Persa más que el tema de las ventas tiene que ver con cómo creamos un público en el mundo popular, un mundo que aprecie el arte, que conozca a los artistas. Mientras veo pasar los muebles la gente conversa conmigo. Yo estoy todo el fin de semana charlando con la gente, así como estamos tú y yo ahora. Como un predicador, transmito y explico las cosas. Hay un diálogo permanente, ahí siento que está el trabajador del arte en persona trabajando con el público.
¿De qué modo reflexiona sobre lo popular y lo político desde el arte en estos momentos que vive el país post estallido social?
Estoy en un proyecto, la tercera edad del Mono. Es para cerrar ciclos, en lo político, en lo social, en lo creativo. De aquí va a surgir otra cosa, como desde el estallido, que surgió otra gráfica. Siento que no puedo desperdiciar los tiempos de mi vida en seguir creando, pero ¿qué voy a seguir creando? La exposición me está ayudando a ver estos hitos. De hecho, el mural que está afuera lo estoy aprovechando de crear con otro material, otro estilo, otra impronta. Es como un río, voy encauzando el agua en la medida que las cosas son positivas.
Usted expone en el MAC, también lo ha hecho en el GAM, pero permanentemente lo hace en su taller en barrio Franklin. ¿Cree que esos mundos, de lo museográfico y el arte popular se complementan o están en discusión?
Ahhh, hay algo súper interesante. Yo quiero que el MAC -ya lo conversamos- haga convenio con el barrio Franklin, y a lo mejor esta exposición se lleva al barrio, o que los vecinos vengan al museo. Hay mucha burocracia, hay una cosa económica. Pero se está incitando a eso, a cómo producir el diálogo del museo con el barrio Franklin. A mí me han dicho que van 70 mil personas por fin de semana.
En septiembre se conmemorarán los 50 años del golpe y usted los días 11 de cada mes está imprimiendo un afiche testimonial coleccionable, junto con algún otro artista. ¿Qué se propuso con esa iniciativa?
Hemos sacado 4 mil, empezamos con uno que decía “Nunca más”, que lo hice yo. Luego, Guillermo Núñez hizo uno sobre el bombardeo a La Moneda, después uno sobre los fusilados y vamos a sacar uno sobre los degollados (Guerrero, Parada y Nattino). La idea es hacerlo con distintos diseñadores. La gente los financia con donaciones. Pensamos quizás sacar un libro con estos afiches, para dejar un registro. Esto ayuda a incentivar el diseño gráfico, la impresión. Piensa que el diseño gráfico en el gobierno de Allende fue muy importante. En el fondo, estamos retomando eso pero con una visión contemporánea.
¿Y qué reflexión hace usted con los 50 años del golpe?
Hay algo fuerte ahí. Se ha estado esperando que se mueran las generaciones para que esta cuestión pase al olvido, pero justicia no ha habido. Esto del estallido fue producto de la injusticia, no hay que ser brujo como para predecir que algún día no suceda, pero si seguimos con este freno va a volver a suceder. ¿Cómo se soluciona eso? El sistema plantea la represión, la muerte. Pero, ¿podemos buscarle otra solución? No sé cuál, pero me imagino una que involucre justicia social. Yo soy ciudadano, y toda mi creación tiene que ver con lo humano. Creo que hoy hay una irresponsabilidad humana, la gente no está preocupada del cambio climático, de la escasez del agua, y los más pobres van a perder. Estamos hablando de cómo proyectar una sociedad. Toda la creación que hago es preocupada por el ser humano, no es que sea un artista que esté en un podio, en el Olimpo.
¿Tiene fe en el nuevo proceso constituyente?
No estoy tan entusiasmado como con el anterior, siento que ya está determinado el texto y lo que se quiere decir. Quiero pecar de ignorante, pero no de ingenuo de que no va a ser con participación ciudadana. Cuando no es con participación ciudadana no se van sentir todos identificados. Lo que decían los del Rechazo era que no se sentían identificados con lo que se estaba redactando, pero había una gran mayoría que sí. Pero con la propaganda que se hizo, se revirtió. Ahora va a suceder lo mismo, y se fue para el otro lado. Participé bastante en el anterior proceso, hice afiches. Lo que he estado haciendo es ver cómo levantamos el ánimo, la autoestima de la gente que se deprimió porque veía sus sueños ahí. En ese trabajo estamos. Ahora, tengo que terminar esta exposición, conversar y ver cómo vamos a aportar en este nuevo proyecto. No lo sé ahora, estoy más comprometido con la conmemoración de los 50 años del golpe.
¿Qué le parece la llegada del nuevo ministro, Jaime de Aguirre?
Yo trabajé con él, en la campaña del No. Hace poco estuvo visitando la galería en el Persa y estuvimos conversando. No sabía si iba a ser ministro. Conversamos que hay algo que nos une, que es haber trabajado en esta campaña del No. Ahora, él tiene una visión distinta a los anteriores ministros, él es un profesional más de la industria creativa, de la televisión, la ministra anterior era más investigadora, más de otro tipo de cosas.
¿Y cómo fue la experiencia de haber trabajado con él?
Buena. No solo con Jaime de Aguirre, sino con todo el equipo de Filmocentro con quienes trabajé, Ricardo Larraín, por ejemplo. Pero vienen más de la industria.
En 2021 usted estuvo entre los candidatos al Premio Nacional de Artes Plásticas, que este año se vuelve a entregar. ¿Le gustaría ser galardonado?
No estoy de candidato, por lo menos yo no. No estoy preocupado de eso, aunque sí todo el mundo habla de eso. Creo que se lo va a ganar Cecilia Vicuña por los méritos académicos e internacionales que tiene. Está bien, me parece correcto, pero no estoy pensando en eso. Creo que hay mucho desgaste respecto a eso. De verdad me pregunto, ¿para qué sirve? ¿Hay algún Premio Nacional de Arte que camine por la calle y lo reconozcan? No creo.
En enero, en el marco de Teatro a Mil, lo tuvimos junto a la cantante Mon Laferte inaugurando un mural conjunto en el Estadio Nacional, ¿cómo fue para usted trabajar con ella?
¡Eso es un premio, maestro! La connotación pública que tuvo ese mural, con una muchacha joven que hace recitales para 70 u 80 mil personas. Lo que convoca, lo que impacta, lo que deja como huella. Pero es lo que deja como huella aquí en Chile. Ella como artista me pareció extraordinaria, me encanta nutrirme y conversar con los jóvenes. El respeto y la sensibilidad con que me consultaba cosas. Yo la molestaba un poco cuando miraba el mural, fue un parto difícil pero con cariño. Cuando ya veía que estábamos avanzando y viendo los colores yo decía “Me está entrando el alma al cuerpo”. De repente a uno se les escapan las cosas de las manos y siente que pierde el control, que no va a resultar. Eso lo conversamos mucho, le pusimos mucho color al asunto, muchas ganas, mucho cariño, mucha entrega.
La muestra A escala humana, del Mono González, estará en el MAC hasta el 17 de junio.