Parecía que lo tenía todo, pero a Cecilia Bolocco le faltaba un trofeo. En los inicios de los 2000, no le bastaba con haber sido Miss Universo. Había una corona que quería lucir, aún a pesar de que incluso ni la necesitaba. Así al menos lo asegura Roberto Herrscher en el perfil Cecilia Bolocco: Rubia en el espejo, sobre la animadora.
“Me cuenta su biógrafa Laura Landaeta que, en el año 2000, se confabularon contra Cecilia Bolocco todos los periodistas que cubrían el Festival de Viña del Mar, donde ella era la presentadora estrella. Cada año, los periodistas acreditados debían elegir a ‘La Reina del festival’”.
“- Nos enteramos que a Cecilia le ilusionaba ser elegida reina, ¿para qué?, ¿Para qué necesitaba eso? Ella que era Miss Universo, era la presentadora, era famosísima”.
“- Y entonces, con mi colega de La Tercera, se nos ocurrió hacer campaña por una Reina de Viña que era lo opuesto a ella: Celia Cruz. Una cantante talentosísima, una voz de oro, un vendaval de simpatía y garbo, pero una mujer de 75 años a quien no acompañaba una belleza física convencional. Fue una de las elecciones más comentadas de la historia de Viña”.
“Ante la sorpresa del público, los periodistas votaron en masa por la veterana cantante cubana. Después se enteraron de que Bolocco tuvo un gran berrinche. Si una anciana le ganaba la batalla de reinas, ¿qué le quedaba?”.
¿Otra más de Bolocco? Hay un momento para uno de los instantes más difíciles de su vida: cuando su padre Enzo, quien había levantado la firma de televisores Bolocco, fue sentenciado a prisión por deudas y en 1985 pasó cuatro meses tras las rejas.
Ella misma lo cuenta así en el libro: “Él hacía los Televisores Bolocco. Y en el 82, cuando vino la crisis tremenda y quebró la banca, la empresa quebró y fue la pérdida de la inocencia. Estuvo preso cuatro meses hasta que quedó exonerado de todo. Estábamos quebrados, no teníamos un peso. Yo le hacía la ropa a mi hermana menor, Diana. Con tijeras de costura le corté la punta de los zapatos. ‘Esto le dura seis meses más’, le dije a mi mamá. En ese momento que mi papá fue privado de libertad sucedieron cosas muy bellas. Fue difícil, pero bonito, por la complicidad de nosotros como familia, y por proteger a Diana, que era tan chiquitita. Porque la llevábamos a la prisión. Íbamos todos. El único problema era la pasada por gendarmería. Yo tenía 17 años. Nunca se me olvidó”.
Ambas anécdotas se relatan en el libro Ídolos, que llega a librerías a través de Ediciones UDP. El trabajo compila una serie de perfiles de famosos latinoamericanos que son venerados en sus países. Todos del siglo XX, todos antes de la era digital. Ídolos old school, o ídolos Boomers, en otras palabras. En su mayoría son músicos monumentalmente famosos, como Charly García, Caetano Veloso o Shakira, pero también deportistas (Maradona y Pelé) y gente del espectáculo (como Susana Giménez). En el volumen se habla de cuatro chilenos: Cecilia Bolocco, Jorge González, Víctor Jara y la escritora Isabel Allende.
La escritora argentina Leila Guerriero, una referencia obligada en el campo de los perfiles, estuvo a cargo del trabajo de edición. De algún modo, este libro se entronca con otros dos anteriores en la misma órbita: Los malditos (que compiló perfiles biográficos de escritores latinoamericanos del siglo XX), y Extremas (que agrupa perfiles de mujeres latinoamericanas que lo entregaron todo a una vocación).
¿Por qué escribir perfiles de ídolos? Desde Buenos Aires, Guerriero comenta a Culto. “Lo que hicimos fue un intento de lanzar una pregunta en un momento de nuestro tiempo en que hay idolatrías un poco más efímeras. Pensar en estos ídolos más totémicos, más monolíticos, algunos más nuevos como Shakira y otros que llevan décadas. Pensarlos, hacer un muestrario de distintas épocas y rubros. La idea era hacer un mapeo de todos estos ídolos y tratar de pensar -sin encontrar una respuesta- si de verdad esto dice algo de la región. Si aquellos ídolos a los que se les perdona todo, que atraviesan el tiempo, que siempre son noticia, dicen algo de la región. Yo creo que no hay una respuesta”.
“La música tiene más representación en el libro porque es lo que pasa en la realidad -añade Guerriero-. Las idolatrías que despierta la música son fanatismos devoradores. El deporte también, pero con otras características”.
¿Por qué González, Allende, Jara y Bolocco? “Queríamos que la selección fuera diversa -explica Guerriero-. Hubiéramos podido hacer un libro solo de ídolos musicales, pero también la idea era buscar ídolos un poco más inesperados y hacer de alguna forma un reflejo de lo pop. En eso también entra la televisión y determinado tipo de escritura. Nos pareció interesante poner a Isabel Allende y Cecilia Bolocco. Son personas con mucha llegada. En ocasiones, ambas tienen una relación muy cercana con sus fans en términos de responder cartas, mensajes, acercarse a través de redes sociales. Queríamos una diversidad y tampoco queríamos tener solo ídolos fallecidos”.
Del líder de Los Prisioneros, hoy en el retiro en San Miguel, escribió Juan Cristóbal Peña. Desde su adolescencia, González pareció mostrar la madera especial de la que están hechos los ídolos. Lo narra en un recital de Los Vinchukas, en 1982, acaso los proto-Prisioneros. “El salón de actos estaba repleto de alumnos y apoderados. Había un número de magia y el infaltable intérprete de canciones de Silvio Rodríguez...cómo número de cierre (Los Vinchukas) desplegaron un par de canciones propias y versiones en inglés y español de The Clash. Pese a los ripios de sonido, la presentación fue celebrada por el público, pero cuando ya habían cantado cinco o seis canciones, a González se le cortó una cuerda de la guitarra y dio por terminada la presentación. -Lo siento -se disculpó- no podemos seguir”.
“Entonces surgieron pifias aisladas. Y González, antes de bajar del escenario, se acercó al micrófono y le pidió al público que pifiara más, por favor, pifien que no se escucha”.
También hay otro pasaje que lo retrata como un hombre volcánico: cuando mucho más adulto y ya exitoso, tras grabar el disco Corazones, retornó a Chile en 1989, enfrentado al triángulo amoroso con su compañero Claudio Narea y su esposa, Claudia.
“Abatido por la derrota amorosa -se lee en el libro- pasó el año nuevo solo, en la sala de conciertos La Batuta , probablemente el lugar más triste para pasar un año nuevo. Más tarde, de regreso en su casa, se sentó en su cama, tomó un cuchillo y se cortó las venas”.
“Quería morir, pero tampoco tanto, porque al rato llamó a su exesposa para que lo auxiliara. Narea, que lo visitó al día siguiente, dijo años después que González sólo quería llamar la atención”.
Guerriero apunta: “Jorge González tiene una trayectoria impresionante y es uno de estos músicos tipo flautista de Hamelin, donde va, lo siguen. Y Víctor Jara es un ídolo popular multidimensional. Políticamente hablando, es muy actual y por supuesto, otra persona que hubiera tenido que estar en el libro era Violeta Parra, pero ya publicamos un perfil de ella en Extremas”.
De Víctor Jara escribió la autora uruguaya Rafaela Lahore. De él, se rescata mucho el espíritu inquieto que lo llevó a colaborar con Los Blops, una banda de guitarras eléctricas en plena era de la Nueva Canción Chilena. Gracias a sus vínculos con los ejecutivos, el conjunto grabaría su primer disco con el sello DICAP (Discoteca del Cantar Popular), perteneciente a las Juventudes Comunistas. Pero algo ocurrió y lo cuenta Juan Pablo Orrego, el bajista de grupo.
“- Los ejecutivos hicieron un intento de censura -dice Orrego-. Nos ‘invitaron’ a editar nuestras letras, porque promovían valores pequeñoburgueses, de realismo mágico y no sé qué huevadas. Nosotros les dijimos que estaban locos. Íbamos saliendo furiosos de la oficina, con una nube negra arriba de la cabeza, y justo venía entrando Víctor. Cuando le contamos qué pasaba, puso una cara impresionante de espanto y nos pidió que volviéramos. Entró a la oficina y al principio se escuchó una conversación en voz alta, vigorosa. La gente le tenía mucho respeto, porque podía ser muy vehemente. Tenía un carácter fuerte, pero si no había ninguna provocación era muy gentil. Ese día lo vimos muy enojado. Retó muy fuerte a los ejecutivos. Salió después de un rato y nos dijo: ‘Por favor, chiquillos, si ustedes pueden borrar este episodio se los agradecería más que nadie. Mañana tienen su día de grabación y perdón, perdón, perdón”.
Otra presente es Isabel Allende, lo curioso es que escapa a las convenciones más pop, al tratarse de una escritora. ¿Es quizás una escritora pop lo que le da su carácter de ídola?
Guerriero responde: “Es que creo que estamos habituados a pensar lo pop solo en determinados campos. Y creo que lo pop también alcanza a algunas disciplinas artísticas que no necesariamente a veces uno relaciona con eso. Yo creo que es una escritora multiventas, popularísima, y siento que sus lectoras y lectores tienen un fanatismo distinto. No es el mismo tipo de fanatismo el de una escritora, como ella que por un músico como Luis Miguel, a quien sus fans podrían arrancar pedazos si se arrojara desde el escenario. Con Isabel Allende no pasaría eso. Uno, es un fanatismo devorador, y el otro es del tipo ‘me encantaría tomar café contigo y que formaras parte de mi vida’. Mucha gente está muy conectada con el universo de Isabel Allende y por lo tanto, siente una conversación por la autora, y así se pasa a un interés por su vida, por lo que hace y deja de hacer. Lo que quisimos con ella fue abrir el concepto de lo pop y buscar ídolos en categorías más inesperadas”.
De ella -cuyo perfil escribió Juan Luis Salinas- se cita un episodio poco conocido, y que ocurrió en 2010, tras haber recibido el Premio Nacional de Literatura. “Recibió el premio en diciembre de ese año en Santiago. Durante la ceremonia se comprometió a hacer una gira por las regiones de Chile. En 2011 visitó Concepción, Puerto Montt, Chiloé, Iquique y La Serena. Para Pablo Dittborn, quien la acompañó, fue como estar con un rock star”.
“-Estábamos en Chiloé, en Castro, en una sala llena y había una marcha de estudiantes por mejoras en la educación. Lo inesperado fue que los manifestantes desviaron la marcha para saludarla. Ella paró la conferencia, salió a los jardines y dijo: ‘Me parecen muy importantes estas protestas para mejorar el sistema’. Los estudiantes estallaron en aplausos”.