Quentin Tarantino aterrizó con todo. Uno de los realizadores más aclamados de las últimas décadas llegó el pasado domingo 9 de abril a Barcelona para dar una charla en el marco de la presentación de su debut como escritor de no ficción en Meditaciones de Cine (Reservoir Books), el elogiado libro donde viaja a su infancia y a los momentos donde se despertó su vocación como cineasta.

En el diálogo, ante un teatro Coliseum repleto y con entradas que iban entre los $73 mil y los $84 mil chilenos, el hombre de Pulp Fiction repasó recuerdos, anécdotas, minutos epifánicos y, por supuesto, las cintas que más lo influenciaron. De su cine habló poco, más bien describió como el trabajo de otros había iluminado su camino.

O lo había horrorizado: “Bambi fue la película que más me traumatizó”, fue una de las mejores frases que dejó la presentación y destacada ampliamente en titulares por la prensa ibérica.

Pero las cintas que más elogió fueron las del nuevo Hollywood de los 70, los filmes de serie B, y las apuestas contraculturales como El graduado (1967) o los primeros éxitos comerciales de directores como Scorsese con Taxi Driver (1976), una de las apuestas que Tarantino más ha aplaudido en Barcelona.

“El cine de postguerra europeo era más adulto que el que se hacía en EE UU, que permanecía inmaduro en los 50 y 60 en un estilo muy familiar influenciado por Broadway”, aseguró. “No es hasta los 70 que el Nuevo Hollywood revoluciona la industria y hace un cine para adultos en EE UU, pero después de la revolución tienes que gobernar”.

“De muy pequeño iba al cine, me crié en ese entorno. Me crié en una casa con una madre soltera y dos compañeras de piso, una [de raza] negra y la otra mexicana”.

Tarantino fue a ver Bambi con su madre en una de sus reposiciones periódicas en los cines estadounidenses. “Vi muchas imágenes perturbadoras en los cines, pero no significa que fueran horribles, las contextualizaba en la historia aunque no las terminara de entender”.

¿Qué cambió con la película del pequeño ciervo y su madre? “Solo sabía de Bambi por los carteles bucólicos que la anunciaban. No sabía que me iba a adentrar en un bosque convertido en una distopía apocalíptica”.

De entre sus acompañantes adultos al cine, Tarantino ha recordado con especial cariño a Floyd, un hombre negro al que su madre arrendó una habitación a cambio de que sirviera de referente paterno a su hijo. Con él, vivió su primera experiencia casi mística en el cine: en una sala de Los Ángeles con más de 800 personas, el Tarantino niño era el único blanco. Allí se proyectaban películas Blaxploitation, movimiento cinematográfico de los 70 que tenía a la comunidad afroamericana como protagonista.

“No he sido el mismo desde entonces. Floyd fue como mi Samuel L. Jackson en Jackie Brown”.

Sobre estas dos huellas de identidad de su cine, Tarantino ha defendido que solo el cine “puede crear el clímax que se produce entre la pantalla y el espectador en las escenas de violencia”. “Ni el teatro, ni la poesía pueden mostrar la violencia o el sexo como lo hace el cine”, ha agregado.

El cineasta ha evocado también cuando vio Deliverance con 9 años, la película de John Boorman que incluye la violación de un hombre, y no entendió muy bien lo que pasaba “pues no sabía lo que era que se sodomizara a alguien”, pero en general pilló la situación “por el contexto” y esas y otras películas de adultos no le perturbaron “y que fueran duras no significaba que lo pasara mal”.

El estadounidense ha recalcado en Barcelona su amor por el cine español —es un gran fan de Almodóvar y sobre todo de Matador— y ha citado La residencia, de Narciso Ibáñez Serrador, las películas de Jesús Franco o La novia ensangrentada, de Vicente Aranda, “la mejor adaptación de la novela de vampiros Carmilla” . De su animadversión hacia las películas de superhéroes, ha matizado que leía cómics de Marvel y DC y le gustaban y que si las películas se hubieran hecho en los 70 le hubieran atraído, pero que ahora ya es tarde, “han tardado demasiado”.

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