No estaba para minucias. El debut de Charly García en Chile fue en plan conquista total: era el todo o nada.

El argentino llegó al país el miércoles 1 de agosto de 1984 para ofrecer nada menos que cinco conciertos en tres días en el teatro Gran Palace de calle Huérfanos, en pleno centro de la capital: el primero fue el viernes 3 de agosto, mientras que los siguientes, agendados por éxito de público, se fijaron en jornadas dobles, a las 18.00 y las 20.00 horas para el sábado 4 y domingo 5 del mismo mes.

Una imagen de uno de los shows en el Cine Gran Palace. Foto: archivo de Copesa.

García era conocido en el país por su obra en Sui Generis y Serú Girán, pero el impacto de su música había tenido réplicas más recientes con sus dos títulos en solitario, Yendo de la cama al Living (1982) y Clics modernos (1983). Ahí el argentino se había exhibido como un animal atípico para la juventud chilena, algo nunca antes visto por estos lados: un creador insurrecto, deslenguado, estrafalario, incómodo, moderno y vanguardista. Todo en un solo envase y en días grises de dictadura.

“Para nosotros era la primera vez que veíamos a alguien sonando con esa magnitud, después de Los Jaivas, que eran un poquito más progresivos, pero esto era rock en español con influencias pop, con mucha armonía, muy elaborado. Era realmente impactante ver que se podía hacer ese tipo de música en español”, declaraba en 2019 a este medio Pablo Ugarte, cantante del grupo chileno Upa!, quien estuvo en esos shows santiaguinos de hace casi cuatro décadas.

“Definitivamente el argentino Charly García también es el ídolo rock del lolerío chileno”, era la conclusión en los días previos de La Tercera, certificando que el músico venía en su minuto de gloria; apuntalado, además, por algunos medios exitosos de la época, como la antigua radio Concierto, que prácticamente no emitía rock chileno, pero si entregaba parte importante de su parrilla al cancionero trasandino.

Además, Charly estaba a las puertas de editar Piano Bar, su mejor trabajo, su obra magna, la que llegaría a las tiendas apenas un mes después.

Pero el hombre de Yo no quiero volverme tan loco no sólo tenía guardado para los fans chilenos un cara a cara en el Gran Palace. También había agendado una cita mucho más singular.

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El sábado 4 de agosto, antes de los espectáculos, García fue junto a su equipo y sus músicos hasta los estudios de Canal 13 para grabar una entrevista y una presentación en el espacio Noche de Gigantes, el gran estelar de la época, suerte de apéndice más reposado y refinado de Sábados Gigantes, comandado también por Don Francisco. El programa sería emitido esa misma noche. Era su primera vez en solitario en la pantalla nacional.

Ahí, el músico conviviría con otros invitados con los que abordaría el tema del respeto (o no) por las raíces culturales de un país y qué tanto la juventud de ese entonces reverenciaba las tradiciones de una sociedad. Por ejemplo, en el panel también estaban el sociólogo Pablo Huneeus y el cantautor Eduardo “Lalo” Parra, hermano de Nicanor y Violeta, y parte de la escena bohemia y folclórica de Chile en esos años.

También estaba en el set Enrique González, coanimador del espacio y locutor habitual de esos días, de voz ampulosa y dicción limpia. Eso sí, con los años desapareció del medio.

Con chaleco morado, verde y azul, pantalón negro, zapatillas y calcetas blancas, Charly es presentado de un modo al menos llamativo. Mario Kreutzberger dice al micrófono: “Ya está sentado junto a nosotros Charly García, que viene por primera vez a Chile y que ha tenido mucho éxito, sin que se le conociera por el disco, porque tus discos no tienen difusión aquí en la radiofonía”.

El argentino responde riendo: “Sí, parece que sí. Yo soy el primer asombrado”.

Luego, el conductor arremete: “¿Por qué crees tú que a la juventud le gusta esta música?”. Don Francisco, claro, no especifica a qué tipo de música se refiere.

El cantante gira los ojos hacia arriba e intenta encontrar una respuesta: “Y yo creo que deben tener ganas de escuchar rock and roll y de ver un espectáculo. Además, saben que hice mucha música en Argentina y que de alguna manera Sui Generis es muy conocido. Va a ser una cosa muy fuerte, como algo que no se pensaba pero que sucede”.

La siguiente pregunta de Kreutzberger también intenta acorralarlo. Y esto recién empieza: “Ahora, por ejemplo, Piazzolla dice que tú no eres, digamos, que no tienes sentido nacional, porque el rock es norteamericano”.

Ahí el conductor chileno tropieza con un error. El bandoneonista argentino genio del tango Astor Piazzolla sí se había referido en términos elogiosos a la generación rockera de García sólo un par de años antes en la TV de su país.

Entrevistado por los legendarios Mirtha Legrand y Bernardo Neustadt, el señero músico dijo en 1976: “Hay una cosa muy positiva, que son los nuevos conjuntos rock, que es mi sueño también, ver gente joven que sigue mi camino musical, y ver que los jóvenes, como Alas, Spinetta, Charly García, toda esa gente que yo amo... yo amo más a esa gente que la gente del tango. No sé si es una barbaridad lo que voy a decir, pero los amo porque son jóvenes con inquietudes”.

“Acordáte –sigue Piazzolla en el programa-, estamos hoy, 14 de 1976, diciembre, va a ocurrir el mismo fenómeno que ocurrió con los Beatles en 1960: está naciendo una nueva música de Buenos Aires. Y a estos chicos hay que apoyarlos, ellos son los únicos que pueden salvar nuestra música”.

Por lo mismo, extrañado por lo que le comentaba Don Francisco, Charly –paciente y siempre con una sonrisa-, le aclaró: “Y Piazzolla toca como Bach también. Es una opinión de él. Pero él no piensa así. Él habló conmigo y me dijo que estaba bien. A los dos nos gusta el tango”.

“No hay contradicción. Toco música de rock, pero soy nacional”, remata Charly.

“¿Y eres individualista, además?”, sigue Don Francisco.

“Sí”, contesta Charly descolocado, sin entender mucho.

Pero quizás quien estaba más noqueado en el estudio era el ya fallecido Eduardo “Lalo” Parra. El guitarrista exhibe un rostro duro, irritado, distante, sin nunca empatizar con lo que va narrando el ex Serú Girán. No habla absolutamente nada.

Huneeus tiene un mejor ánimo, se suma al diálogo y le dice al trasandino: “Lo que a mí me gustó mucho es ese concepto del tango de ahora. A veces siento que nuestro folclore se ha ido quedando en una cosa casi arqueológica, en que estamos aquí, en este lado de la cordillera, considerando que nuestra música no es la nuestra, sino que la de nuestros antepasados, y tú parece que estás actualizando las raíces propias en algo que llegue a la juventud”.

“Lo que yo hago es música en movimiento, porque siempre he hecho música en movimiento”, es la puntualización del cantautor.

“¿Y qué llamas tango de hoy, a diferencia del tango tradicional”, interroga el coanimador González.

Turno para García, en quizás el momento más rutilante de la noche: “Es una cuestión de imagen también. Yo me veo a veces como si fuera Gardel. Es mi fantasía”. Todos quedan estupefactos en el set.

Cuando Charly se explayaba en su teoría sobre la renovación del tango y de la música de su país, Kreutzberger lo interrumpe: “Oye, ¿y este bigote medio blanco?”, aludiendo por supuesto a su bigote bicolor.

El hombre de Nos siguen pegando abajo primero bromea que se le cayó una estantería que le arruinó la cara. Luego, más serio, afirma que es una mancha de nacimiento. Que no se lo pinta.

“Lalo” Parra sigue serio, imperturbable, impasible.

Y le continúan preguntando por el tango y la eventual colisión que puede existir con los gardelianos más ortodoxos.

“¿Tu música va a perdurar por un tiempo largo o es una cosa pasajera como muchos movimientos”, toma el micrófono ahora González.

Charly entre risas: “Yo creo que hasta la semana que viene, al menos”.

Sobre el cierre, Don Francisco le interroga acerca de música chilena: “¿conoces algo de nuestra música? Puedes decir la verdad, aquí nadie se va a enojar”.

“Conozco”, advierte García con seguridad. Luego sigue: “Conozco a Los Jaivas; bueno, Violeta Parra. Conozco así lo más folclórico, porque veo que no hay mucho movimiento de mi tipo de música aquí”.

Don Francisco cierra consultándole por la figura de Julio Iglesias.

Charly: “Y opino que si él es feliz haciendo eso, está bien. Yo no podría soportar estar todo el tiempo en pose”.

Luego, el artista cantó en el escenario del estudio Nos siguen pegando abajo, ejecutando un burdo y evidente playback del que él mismo se burló, haciendo una mímica desfasada y socarrona. Era, en todo caso, la ley de esos años en la TV chilena.

Todo secundado por su mejor banda, integrada en pleno corazón de los 80 por Pablo Guyot (guitarra), Alfredo Toth (bajo), Willy Iturri (batería) y Fito Páez (teclados). El público presente aplaudía sin agitarse demasiado.

Había tanta pasión como en las preguntas cargadas de formalidad y torpeza que había recibido un par de minutos antes. En ese entorno, García empezaba a encumbrar su leyenda en Chile.

Ve aquí la entrevista completa:

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