Un detalle llamó la atención de una conocida librera del barrio Lastarria. El nuevo libro de un escritor argentino venía con la colección de libros amarillos de Anagrama, Panorama de Narrativas, que publica literatura traducida desde otros idiomas al español. Siendo un latinoamericano, debió estar en la colección Narrativas Hispánicas, la de los libros blancos, la literatura en castellano.
¿Qué pasó? Resulta que Hernán Díaz (50), nacido en Buenos Aires, ha pasado gran parte de su vida fuera del país trasandino. Creció en Suecia debido al exilio de sus padres, y tras un breve regreso a la Argentina luego se marchó a Londres y posteriormente a Nueva York, donde reside hasta hoy. Si bien, su lengua materna es el castellano, para escribir lo hace directamente en inglés.
“Pese a haber nacido en la Argentina, solo he escrito ficción en inglés. He pasado la mayor parte de mi vida en Nueva York. Antes viví en Londres. Y me mudé a esas ciudades precisamente para estar rodeado de la lengua inglesa, por la que siento un amor desproporcionado”, comenta el mismo Díaz a Culto, desde la ciudad del río Hudson.
Díaz está siendo bastante comentado en nuestro país por su nueva novela, la segunda de su carrera. Se llama Fortuna, y como decíamos, la publica Anagrama. Traducida desde el inglés, apareció en los Estados Unidos en 2022 y fue un éxito rotundo. Tanto así que el New York Times la escogió dentro de las novelas del año, lo mismo hicieron el señero The New Yorker, el Washington Post y la revista Time. Como si fuera poco, el mismísimo Barack Obama la incluyó dentro de su habitual listado de libros favoritos del año. Además, ya se encuentra en preparación una serie en base a la novela, producida por HBO y que tendrá como protagonista a Kate Winslet.
Desde la aparición de Benjamín Labatut con la traducción al inglés de Un verdor terrible (2020) que un latinoamericano no marcaba tanta pauta en el gigante del norte. Por ello es que formará parte del ciclo La ciudad y las palabras, que organiza el Doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos de la Pontificia Universidad Católica y con Culto como media partner
La actividad se realizará el próximo jueves 20 de abril a las 18.00 horas en el auditorio Fernando Castillo Velasco, del Campus Lo Contador. En la ocasión, dictará la charla Nueva York: una novela, en la que presentará Fortuna. Se trata de una novela en cuatro partes, cada una con una voz distinta, pero que cuentan la misma historia, la del millonario Andrew Bevel en cuatro registros distintos: una novela, una autobiografía, unas memorias (de cómo se hizo la autobiografía) y un diario (de la esposa de Bevel). La mayoría transcurre entre las décadas de 1920 y 1930, los años anteriores y posteriores a la Gran Depresión, aunque en más de una ocasión hay saltos temporales.
Con una escritura ágil y amena, aborda de manera accesible un tema tan tórrido como el dinero o la economía. Desde un punto de vista más bien humano del capitalista. La gracia es que cada una de estas partes se complementan e incluso se contraponen. Un ejercicio fragmentado y coral que recuerda lo que hacía Roberto Bolaño, con Los detectives salvajes o 2666.
“Me llamó la atención que el canon literario norteamericano se hubiese negado tan resueltamente a abordar el tema del dinero y la acumulación de capital. La ausencia de novelas sobre estas cuestiones me resultó curiosa”, comenta Díaz.
Fortuna, es básicamente la historia de un millonario algo atormentado, contada de más de una manera. ¿Por qué decidió armar la novela así?
Esta novela, que comenzó a tomar forma en torno al dinero, rápidamente se expandió en otras direcciones: ¿Cómo puede el poder manipular la historia? ¿Qué narrativas han sido silenciadas tras los relatos épicos de los “Grandes Hombres”? Tal vez una de las preocupaciones centrales de Fortuna sea la cuestión de la voz. En vez de meramente tematizar esta cuestión, se me ocurrió que sería mejor permitirles a los lectores sentir los efectos de diferentes voces. Es por eso que la novela tiene una estructura polifónica.
¿Cómo fue el proceso de construir esas voces? ¿Cómo fue el trabajo de dotar cada una de una identidad diferente?
Lo más difícil fue borrarme a mí mismo de cada una de esas voces. Terminé escribiendo cuatro guías de estilo, una para cada autor ficcional. Las guías describen las peculiaridades sintácticas, lexicales, de puntuación, etc. de cada uno de estos autores. Fue un proceso arduo pero también muy divertido.
¿Qué fue lo más complejo a la hora de escribir esta novela?
Lo más complejo siempre es preservar la emoción del texto, más allá de los experimentos formales.
Al menos en la primera parte, las enfermedades mentales son un tema. ¿Cómo fue el proceso de documentación al respecto?
Las enfermedades mentales son un gran tabú en nuestra sociedad. Y lamentablemente, en gran parte del canon literario occidental, abundan las mujeres “locas” o “histéricas.” Me importaba mucho enfrentar ese terrible lugar común. En cuanto al proceso de investigación, me limité (como suelo hacer) a fuentes primarias: manuales de psiquiatría, farmacología, etc. de la época.
En la segunda parte, el personaje de Andrew Bevel plantea una tensión entre la libre iniciativa en la economía y el rol de los Estados. Esto, ambientado en 1938. ¿Cree que esa dicotomía se mantiene actualmente?
Por supuesto. Hay cierta lectura fundamentalista y demencial de Adam Smith que cree, con fervor religioso, que los mercados se autorregulan a la perfección. La consecuencia necesaria de esta creencia es una desconfianza absoluta de cualquier forma de intervención o regulación. El corolario de este principio es que las ganancias de los accionistas se traducirán, inevitablemente, en el bienestar de toda la comunidad —la falacia de la codicia como una forma de la filantropía—. Este despropósito reinó no solo en la década del veinte, sino también (tras cierto esfuerzo por intentar cierta distribución más equitativa durante el “New Deal”) durante la era de Ronald Reagan y de la Escuela de Chicago, y también ahora con el fanatismo libertario que ha ganado prominencia en todo el mundo. En ese sentido, hay una gran coherencia ideológica a lo largo del último siglo.
La novela está ambientada a inicios del XX, en los años que rodearon a la Gran Depresión. ¿Por qué escogió esa época?
Me gusta escribir sobre momentos históricos altamente cosificados —momentos sobre los cuales los lectores tienen expectativas y fantasías fuertemente arraigadas—. Creo que es interesante tomar todos esos clichés y lugares comunes para luego subvertirlos. El exceso y la decadencia de los años veinte, por un lado, y las durísimas condiciones de la Gran Depresión de los años treinta, por el otro, son momentos muy icónicos de la historia estadounidense.
¿Por qué le interesa este mundo del capital y los negocios?
El dinero es omnipresente en nuestras vidas. No existe actividad social alguna que no esté mediada, en alguna medida, por el dinero. Y sin embargo es un tabú. No se habla del dinero. ¿Cómo puede ser que esta fuerza que afecta a casi todos los órdenes de la vida sea al mismo una presencia tan silenciosa? Esa disonancia me interesa muchísimo.
Al leer su novela, por la estructura fragmentada y en parte por la prosa, uno puede pensar que hay cierta influencia de Roberto Bolaño. ¿Es un escritor que usted haya leído y lo haya marcado?
Me gusta muchísimo la literatura de Bolaño, pero honestamente no es un autor que estuviera presente a la hora de escribir este libro. Fortuna está más en conversación con la literatura norteamericana (e inglesa). Uno de los placeres de escribir el libro fue establecer cierto canon personal y entablar un diálogo con él. Se trata de autores que siempre me han obsesionado. Es un arco que va de Henry James y Edith Wharton hasta Joan Didion, pasando por el modernismo de Gertrude Stein y Virginia Woolf.
¿Qué elementos rescató de esas literaturas para el trabajo en esta novela?
Todos estos son autores muy diferentes y llevaría mucho tiempo y espacio responder esta pregunta. Pero en cada caso, lo que me interesa aprender es cómo cada uno de ellos se relaciona con la lengua y qué tipo de textura emocional surge de esa relación.
¿Qué es lo que más le llama la atención de la literatura de EEUU e Inglaterra?, ¿Por qué le conecta tanto?
No creo ser capaz de poder reducir esto a un par de oraciones. Una vez más, la respuesta general se halla en el lenguaje. Siento un gran amor por el inglés. Esto tiene que ver con ciertas cualidades estructurales del idioma (su sintaxis, su flexibilidad morfológica, su generosidad lexical) y también con cierto aspecto sensual que es difícil de describir o de justificar (me gusta cómo suena, por ejemplo).
Entiendo que esta novela será adaptada a serie por HBO con Kate Winslet de protagonista. ¿Cómo será ese proceso?, ¿cómo ha sido trabajar con ella?
Ya hay un director y junto con él (y las productoras) hemos encontrado el guionista perfecto. Todo se mueve a gran velocidad. Y trabajar con ella ha sido una inspiración absoluta. Kate es un talento descomunal con un entendimiento muy sutil del lenguaje cinematográfico.
¿Hubo gente -algún taller- que leyó la novela mientras la escribía?
Nunca fui a un taller. Y en general no me gusta recibir notas o comentarios, excepto de mi esposa y tres amigos.
¿Cómo son sus rutinas y métodos de escritura?
Trato de escribir por las mañanas. Cuando estoy adentrado en una novela, me levanto a eso de las cuatro para escribir. Es un horario sin mensajes, emails, llamadas, etc. Escribo muy pocas palabras por día. Edito, edito, edito.
En la construcción del personaje Andrew Bevel, ¿hubo algún personaje real que fuese ocupado como referencia? ¿Algún millonario de USA estilo Bill Gates, Trump, o Rockefeller?
No me basé en nadie en particular. Pero encontré algunos detalles inspiradores en la vida de ciertos personajes históricos. Durante más de un año leí muchas autobiografías de “Grandes Hombres” como Andrew Carnegie, Thomas Mellon, Theodore Roosevelt, Henry Ford, Calvin Coolidge, etc. Aparecen todos mencionados en la novela. Pero Andrew Bevel es un personaje absolutamente ficcional.
¿Qué se encuentra leyendo en estos momentos?
Estoy leyendo los pocos libros que me quedaban sin leer de Joy Williams, que me parece la escritora norteamericana más importante de este momento. Acabo de terminar el último libro de Helen DeWitt. Estoy por empezar a leer a Osamu Dazai.
Para asistir a la charla del Ciclo La Ciudad y las Palabras, la entrada es gratuita con cupos limitados. Inscripciones al correo lvillarr@uc.cl.