Sesionista nato, el tecladista Don Airey (74) tomó la posta del imponente y legendario Jon Lord hace 21 años, cuando este se retiró poco después de una lesión en el pulgar. Al teléfono desde su hogar en Cambridge, Inglaterra, conversa con Culto sobre el retorno de Deep Purple a nuestro país en el marco de Masters of rock, festival que se llevará a cabo el próximo domingo 30 de abril en estadio Santa Laura, donde además se presentarán Kiss, Scorpions, Skid Row y Helloween.
“La banda tiene hartas ganas de volver y el Masters of rock es un gran festival”, expresa emocionado. “Vamos a ver a varios viejos buenos amigos; y no solamente hablo de los músicos sino que también del equipo técnico. Será un gran día y estamos con ganas de reencontrarnos también con el público chileno, que siempre ha sido tan entusiasta”. Como si fuese poco, fue en el mismo Santa Laura que en febrero de 1997 Deep Purple debutó en Chile con una presentación accidentada en la que una torre de sonido cayó sobre el público, justo en medio de la canción Fireball. Dejó varios heridos y un show que estuvo cerca de cancelarse.
A 26 años de aquello y a 55 de la publicación del clásico Machine Head, Airey explica el magnetismo indeleble de la banda: “Creo que su vigencia tiene que ver con que es música que simplemente no se desvanece, que puede que se sumerja por un rato pero siempre vuelve a asomar su cabeza. Es música que la gente no puede y no quiere olvidar. Y estamos acá para hacer que la recuerden”.
Estrella de la carretera
Aunque desde 1993 el incendiario y perfeccionista guitarrista Richie Blackmore ya no es parte de la formación, Airey recuerda cómo se conocieron por primera vez con el motor de la banda y terminaron esculpiendo un clásico de Rainbow, superbanda de la que también formó parte.
“Fui a su casa después de un show y él tenía un clavinet en la habitación principal. Me dijo que si acaso me gustaba Bach. Le contesté que sí y me pasó una partitura, preguntándome si yo era capaz de tocarla. Lo hice, él quería aprenderla y terminamos después haciendo un dueto con la pieza. Luego me preguntó si yo conocía la Novena sinfonía de Beethoven y así fue que escribimos Difficult to cure, que terminó saliendo en el quinto disco de Rainbow. Comenzamos a trabajar y así fue que nos conocimos. Nuestra relación fue siempre bien productiva. Puede ser un poco difícil pero siempre me he llevado genial con él, me cae muy bien y tiene siempre grandes ideas. Es alguien de quien puedes aprender todo el tiempo, es un verdadero maestro. Todos quienes han trabajado con él han aprendido algo que les ha servido para el resto de su carrera y no soy la excepción”.
-¿Cómo fue para ti tomar la posta de un titán de los teclados como Jon Lord?
-Me uní a la banda por tres shows (hace veinte años) y aún sigo acá (risas).
-¿Te pusiste nervioso en su momento?
-Lo sigo estando un poco desde entonces (risas). Me llamaron veinticuatro horas antes. Escuché el material durante la noche anterior y al otro día tomé el avión equivocado así que me perdí del ensayo. Mi primera vez tocando con la banda fue frente a treinta mil personas, menos mal (risas). Todo salió bien, Roger vino a verme después de la segunda canción y me dijo “bienvenido a la banda”. A fin de cuentas, Jon quería irse…y bueno, tocar en el tributo en el Royal Albert Hall fue algo magnífico, una noche para recordar.
Si hay un recuerdo imborrable para Airey, quien además de trabajar junto a Blackmore en Rainbow lo ha hecho con UFO, Whitesnake, Judas Priest y el mismísimo Ozzy, ese es haber escuchado a Keith Emerson y The Nice en su momento.
“Él fue un tremendo tecladista y una gigante influencia para mí. Claro, después armó Emerson Lake and Palmer, pero pienso que The Nice eran incluso mejores. Y si hay un disco que me dejó alucinando y me hizo amar los teclados ese fue el Birds of fire de Mahavishnu Orchestra. La interpretación en teclados ahí es única. Jan Hammer en el Fender Rhodes, y con un ring modulator que es como el primer mini moog y lo convirtió en un instrumento solista. Eso tuvo un gran efecto en mí”.
Respecto al legado de los teclados en el rock progresivo y cómo su protagonismo cimentó el synth pop de los ochenta, Airey bromea: “Toma mucho tiempo aprender a tocar la guitarra, entonces la gente no se quiere tomar la molestia y prefiere agarrar los teclados que es mucho más fácil, pero no le digas a nadie (risas)”.
-¿Habiendo trabajado con bandas tan gigantes, hay algún sentimiento en común al encarar un nuevo show o un nuevo disco?
-Bueno, siempre te pega en los nervios salir al escenario. Hay una cierta anticipación, te preguntas si estás apto para el reto y eso no cambia nunca. No hay sesiones de grabación que sean fáciles. Es parte de la vida profesional, siempre tienes que estar preparado y listo para todo. Pero bueno, lo mío es el rock pesado, jamás lo hubieras imaginado (risas).
En roca
No todo está escrito en roca, por cierto. Don se siente orgulloso de Whoosh!, el álbum de Deep Purple editado en 2020, el último con Steve Morse. Un trabajo con manufactura a la antigua, solamente un puñado de músicos en una sala de ensayo.
“Así es cómo una idea maravillosa a menudo aparece, en medio de la nada. De repente alguien dice ‘oye, eso se escucha tremendo’ y listo. La parte complicada es poner juntas todas las secciones. No es tarea fácil componer música, hay que trabajar duro, pero si lo haces vale la pena. El baterista tiene un rol importante porque, aunque no son los que llegan con las ideas, ellos son quienes sientan el ritmo que llama a continuar. Ian Paice siempre sabe cuándo algo no es bueno, él siempre dice ‘eso parece que no está funcionando, ¿no?’. Y tiene la razón. Si el batero no le toma el ritmo luego a la idea, pues entonces sabes que estás ladrándole al árbol equivocado. En cambio, si le toma el paso y comienza a vacilar, entonces sabes que tienes algo. Bueno, ese es el viejo método”.
En un set pletórico de clásicos, las favoritas de Airey para interpretar son Bloodsucker, Highway star y Fireball, “que es maravillosa. Es muy difícil de tocar pero una vez que le agarras el vuelo es grandiosa. Suena simple pero es muy demandante”.
El hombre de las teclas sabe de lo que habla. Apenas salió el disco In Rock, en 1970, partió a comprarlo. Al año siguiente los vio por primera vez en vivo en Manchester y le volaron la cabeza. “Eran increíbles. En ese año yo era estudiante de música. Los vi y me dije a mí mismo ‘eso es lo que quiero hacer en la vida’”. Como dijo Meat Loaf, ‘los sueños del rock and roll se hacen realidad’”.