Son tan antiguos como el libro mismo y sus orígenes se pierden en la extensa nube de los tiempos, pero la pandemia y las redes sociales los han vuelto más visibles. El siglo XXI, la era de la tecnología digital, ha visto cómo los Clubes de lectura han florecido como una instancia en que se reúne gente en torno a un interés común.
Pero también funcionan como una instancia de resistencia. Al menos así se están pensando en Estados Unidos, en que jóvenes estudiantes se están agrupando en torno a aquellos libros que se han prohibido en bibliotecas públicas y escuelas. Algo que se entiende si se considera que la Asociación de Bibliotecas de EE.UU. (ALA, por sus siglas en inglés) informó en marzo que las solicitudes para la retirada de libros de las bibliotecas escolares y públicas en 2022 alcanzaron su mayor número desde que comenzaron los registros hace 20 años. Todo por reclamos de padres y grupos conservadores en torno a la pertinencia de ciertos títulos.
Mas aún. PEN América, la ONG con sede en Nueva York que rastrea la censura literaria, informó que más de 2500 prohibiciones de libros fueron emitidas por distritos escolares en 32 estados. El organismo estima que esas decisiones afectaron a 5000 escuelas y a casi cuatro millones de estudiantes durante el período 2021-2022 .
Por ello es que jóvenes como Ella Scott y Alyssa Hoy, ambas de 17 años, residentes en Leander, Texas, tomaron cartas en el asunto. Su profesora les contó en diciembre de 2021 que las autoridades educativas en la ciudad estaban prohibiendo varios textos de instituciones académicas porque alegaban que habían recibido “quejas” de los padres. Así, tomaron el toro por las astas y decidieron armar un club de lectura para acceder a lo que está prohibido. “No teníamos idea de lo que estaba ocurriendo con la prohibición, y sentimos que era necesario hacer algo para crear conciencia”, le dijo Scott a la BBC.
“Definitivamente, es desconcertante pensar que esto está sucediendo en un lugar como EE. UU. donde tenemos esta cultura de libertad”, agregó la joven. Así comenzó la aventura que cada vez ha incluido más gente. “Vienen personas de diferentes grados y orígenes. Es genial escuchar las diversas conversaciones que surgen cuando hablamos de un tema que nos afecta a todos”, agrega Hoy.
Scott añade: “Es natural que haya siempre alguien que se sienta incómodo con ciertos temas. Pero eso no es necesariamente motivo para retirar los libros o quitarles la oportunidad a los demás de que formen su propia opinión”.
Ni queer ni otras razas
Como un sino que se ha extendido por casi toda su historia republicana, el racismo tiene mucho que ver en todo esto. Según PEN América, la mayoría de las solicitudes de prohibición involucra obras que tratan sobre identidad racial y sexual. En cifras: más de 1600 títulos que sufrieron algún tipo de censura de 2021 a 2022, más del 80% tenían personajes prominentes de la comunidad LGBTQ+ o no blancos.
Ello se corrobora al ver los títulos prohibidos: All Boys Aren’t Blue, de George M. Johnson, donde su autor relata la experiencia de crecer como negro y queer, que se convirtió en el tercer título más prohibido por las autoridades escolares. “Cada vez que escribes un libro en el que hablas sobre tu verdad habrá personas que querrán silenciarla”, dijo Johnson en una entrevista de 2022 con la radio pública estadounidense NPR.
Pero la censura también se ha posado sobre libros señeros, como Matar a un ruiseñor, de Harper Lee, de 1960. Ganadora del Premio Pulitzer, fue censurada en Oklahoma y Carolina del Norte en 2021. Esta novela analiza la injusticia racial en EE.UU. abordando algo que se daba mucho, negros condenados por jueces blancos por crímenes que no cometieron. Se trata de un verdadero clásico de la narrativa del país del norte, a la altura de otros como Moby Dick, Las palmeras salvajes o El guardián entre el centeno.
También Ojos azules, de Toni Morrison, Premio Nobel de Literatura 1993, ha sufrido censura. Su autora fue uno de los nombres reputados de las letras de los Estados Unidos, pero el hecho de haber sido afroamericana al parecer molesta a más de alguno.
Así, ambas chicas -como otras y otros- están empeñados en llevar una lucha en pro del derecho a elegir. “Estamos defendiendo una posición sobre un debate que creemos que está ocurriendo principalmente en las reuniones de la junta educativa y que está siendo planteado por padres que no quieren que sus hijos lean un determinado libro”, dice Scott.
“Está bien sentirse incómodo y no leer un libro. Pero quitárselo a todos los demás no es justo”, añade Hoy.