Un ataque sacude a Medio Oriente y la vida de Kate Wyler (Keri Russell) se alista para vivir un giro inesperado. Diplomática de extensa y destacada carrera, es nombrada por el Presidente de Estados Unidos como embajadora en Reino Unido, en un momento en que esa nación está consternada por haber sufrido la muerte de decenas de integrantes de la Marina Real británica a bordo de un portaaviones en la costa de Irán.
De ese modo, Kate no irá a Kabul, Afganistán, como tenía planeado, sino que a Londres y deberá ocupar un puesto que nunca ha desempeñado, a las puertas de una posible crisis internacional. Tiene las competencias, pero detesta ser el centro de atención y todo lo que implica cumplir un rol de esa envergadura. Para bien y para mal, estará acompañada por Hal (Rufus Sewell), su esposo y colega, una figura más experimentada (y controversial) que en un instante puede ser un aliado y en otro un enemigo en su camino mientras se habitúa a sus nuevas responsabilidades.
“No tienes que inventar tantas cosas para convertir esto en un drama. Todo es real”, aseguró Debora Cahn, la creadora y showrunner de La diplomática. Guionista con experiencia en las series The West Wing y Grey’s anatomy, ha contado que durante la realización de Homeland empezó a esbozar las bases de la historia que llegó recientemente a Netflix.
Con el fin de conservar cierto rigor con el mundo real, el equipo de guionistas de la serie protagonizada por Claire Danes se reunía con diferentes expertos, entre ellos una diplomática de carrera que llamó su atención. “A dos minutos de iniciada la conversación, queda claro que lo que ha hecho durante el transcurso de su carrera no estaría fuera de lugar en una película de acción. Y se me ocurrió que tenemos embajadores en zonas de crisis en todo el mundo haciendo cosas de las que en general nunca escuchamos”, explicó en conversación con NPR.
Aunque Kate Wyler no se inspiró directamente en ella, el testimonio de esa profesional fue la luz que iluminó el proceso creativo de Cahn, quien imaginó el arco de una embajadora que debuta en esa función en un momento álgido de la política internacional y en medio de la fragilidad de su relación con alguien que en algún punto también es un competidor.
La guionista deseaba explorar esa dinámica, pero evitando incluir una infidelidad y centrando la tensión en que “ambos quieren salvar el mundo, pero tienen ideas muy diferentes sobre cómo hacerlo”.
“La línea entre ‘estoy en una gran relación’ y ‘no puedo volver a verte’ es extremadamente delgada, y creo que la recorremos varias veces cada día. Creo que eso se magnifica mucho cuando estás en una situación en la que no hay separación entre tu vida personal y tu vida profesional”, explicó a la revista Vanity Fair, convencida de que “los matrimonios son geniales y horribles a cada segundo”.
“Es esencialmente una serie sobre un matrimonio”, advirtió The New York Times en una crítica en que indicó que en la ficción “las complicaciones propias de la comedia romántica (…) y las maquinaciones políticas rebotan y se intensifican unas a otras, al viejo estilo de The West Wing”.
Coincidió Paste Magazine, que la llamó “un entretenimiento ligero, que a pesar de que no ampliará el canon de los grandes dramas o comedias políticas y que no será recordada dentro de cinco años, es suficientemente entretenida”.
“Russell y Sewell valen el precio de la entrada, y si tratas a La diplomática como la historia de un matrimonio realmente jodido, en lugar de como una historia de intriga internacional, saldrás complacido”, argumentó el medio.
“Después de un episodio de apertura un poco ampuloso, La diplomática se convierte en un viaje muy disfrutable y, mientras Russell gobierna la serie, todos los que la rodean son una adición y un apoyo brillantes”, opinó The Guardian, llamando a la producción “un thriller resplandeciente y eficiente”.
Menos convencido se mostró el periódico The Telegraph. Describiéndola como una mezcla de Homeland con Emily in Paris, aseguró que son “ocho episodios de tonterías semiagradables en los que la embajadora de Estados Unidos en Londres salva al mundo de los errores de los conservadores”.