Hace unos siete años, se encontraban de viaje junto a sus hijos en Ámsterdam y acudieron a la Casa de Ana Frank. Durante el recorrido por el museo, Tony Phelan y Joan Rater se detuvieron en el relato de una mujer recién casada que ayudó a esconder a la familia Frank durante dos años y que más tarde fue la responsable de proteger el diario que se convertiría en bestseller mundial. Era una joven común y corriente que de pronto, sin proponérselo, se inscribió en la historia con una acción heroica.
Matrimonio además de pareja creativa, los reconocidos guionistas y productores estadounidenses empezaron a trabajar en un ambicioso proyecto televisivo en torno a esa mujer, Miep Gies. “Con Joan pensamos que era una mujer fascinante y que había mucho más por descubrir sobre ella”, señala a Culto Tony Phelan, una de las mentes detrás de la miniserie A small light.
“Ella fue quien encontró el diario y lo guardó para cuando Ana regresara después de la guerra. Luego, cuando se enteró de que había fallecido, se lo dio a Otto para decirle: este es el legado de tu hija. Y después Otto vivió con Miep y Jan durante siete años”, plantea sobre una figura que en pantalla intentaron retratar como “cautivadora, honesta, divertida y amable, como creo que era en la vida real”.
Creando esa ficción, afirma, hallaron “una forma realmente interesante de revisitar esta historia, que el público cree que conoce, pero que al aplicar un cambio en la perspectiva podemos decir cosas que probablemente no conocían, y además brindar un acercamiento fresco en torno a los Frank, los Van Pels y el doctor (Fritz) Pfeffer”.
La producción –que debuta este lunes con dos capítulos en el canal National Geographic y al día siguiente en Disney+ y Star+– tiene como protagonista excluyente a Miep Gies, encarnada por la actriz inglesa Bel Powley. Es a través de ella que aparecen Ana (Billie Boullet) y su familia, partiendo por su padre, Otto Frank (Liev Schreiber), quien la contrata en su empresa y la convierte en una de sus colaboradoras más cercanas.
Aunque ha dado vida a reconocidas figuras de la historia (Orson Welles, Lyndon B. Johnson y Henry Kissinger entre ellas), Schreiber estima que puede resultar “peligroso” interpretar roles basados en la vida real, porque “viene asociado a todo tipo de expectativas”. “Pero la realidad detrás de ser un actor en esta situación es que de lo que realmente eres responsable es de la narrativa que te han entregado, por lo que estás usando a esa persona como personaje para articular el arco o tema de esa narrativa”, explica. En este caso, que el enfoque estuviera en Gies, facilitó su labor. “Otto no participa tanto, así que no fue tan difícil”, expresa.
“Lo más convincente de esta historia es que parece que Miep nos está diciendo que todos estamos programados para tomar la decisión correcta. Y que reconozcamos los patrones del fascismo, el comportamiento de la violencia, de los regímenes autoritarios, y hagamos lo correcto. Eso está programado en nosotros para que nos preocupemos los unos de los otros, ya sea que vivamos a la vuelta de la esquina o a kilómetros de distancia”, opina.
Phelan advierte una complicación vinculada a llevar a la ficción a los Frank después de decenas de series, películas y documentales a partir de su historia durante la Segunda Guerra Mundial. “Con el tiempo, han sido tan mitificados, que existe una cierta distancia entre el público y ellos”, indica. La solución, dice, estuvo en “ser fieles a quiénes fueron, observando a Ana como la niña de 13 años que es, al no experimentar la historia desde la perspectiva de ella, sino desde la perspectiva de un foráneo que puede ver la humanidad en todos estos personajes y cuán difícil fue todo para ellos”.
¿Y por qué el formato miniserie de ocho capítulos fue el más adecuado? “La historia que queríamos contar termina cuando Miep le da el diario a Otto. Ese es el arco de su relación. Pasar de la que es casi la primera escena de la serie, su encuentro inicial, a este momento en que se convierten en familia”, concluye el guionista.