La noticia le llegó cuando estaba arriba de un avión a punto de despegar. La venta de entradas comenzaría a las 11.00 del martes 4 de abril, justo cuando Edo Caroe figuraba volando de Punta Arenas a Santiago, totalmente desconectado. Pero algo sucedió. El despegue se retrasó varios minutos y el humorista, junto a su hermano Diego y una parte de su equipo, pudo ser testigo de lo que estaba por suceder.
Caroe siempre tuvo fe en que las cosas saldrían bien, aunque con calma. En sus mejores sueños, y con una buena campaña comunicacional detrás, lograrían agotar el recinto en unas dos semanas. De un segundo show, ni hablar. En algún momento, el comediante esbozó la posibilidad a Diego, que también es su mano derecha y el productor ejecutivo de Edo Caroe Producciones. “No hueón. A ver. Terminemos una cosa primero”, fue la respuesta que recibió por parte de su hermano, igual de ansioso e involucrado que él en que las cosas salieran bien.
Nunca imaginaron que el resultado sería un Movistar Arena completamente vendido en apenas 30 minutos. “Fue todo un operativo ahí en el avión, muy gracioso –recuerda Caroe entre risas y con evidente emoción-. La gente alrededor se preguntaba ‘pero en qué están estas personas’, porque estábamos todos emocionados, gritando... Fue bacán que el avión se haya retrasado un rato. Lo que para algunos fue molesto, para otros fue lo mejor que pudo haber pasado, porque finalmente despegamos con la satisfacción de que se habían agotado. Se agotó el Movistar, despegó el avión y no supimos más. Y dormí tres horas, todo el vuelo… Creo que la ansiedad fue un desgaste enorme”.
El segundo show fue una historia aparte. Ya no estaban en medio de un viaje ni con la inquietud de qué podría pasar. Por el contrario, se encontraban en Santiago e instalados en la oficina de los Estudios Neverland, el centro neurálgico de todos los podcasts y proyectos audiovisuales en que participa el comediante.
Y aunque no fue igual de adrenalínico que la primera vez, los comentarios de la gente y el cariño recibido a través de sus redes sociales lo transformaron en un momento igual de emocionante. “Aprovechamos de hacerlo porque hay mucho interés y no quiero que nadie se quede fuera de esto. Nosotros también bromeamos con que mucha gente se quedó sin entrada en la primera. Pero, al mismo tiempo, podría haber gente que quizás ni siquiera sabía quién era yo, y que dijo ‘¿Por qué este hueón está vendiendo tanto? Bueno, compremos’”, afirma deslizando una sonrisa amplia.
Al margen de cualquier broma, la impresión y alegría del comediante queda en evidencia. Y no es para menos, pues se trata de un fenómeno sin precedentes en nuestro país: esta será la primera vez que un humorista se presente en dicho recinto con dos fechas agotadas. El fenómeno tiene nombre, apellido y un espectáculo bautizado como Lo que salga. Una hora y media de chistes que, entre recuerdos de la infancia, dificultades familiares y una que otra trivialidad, logra sacar carcajadas desde lugares tan oscuros como inesperados.
Descifrando el éxito
Edo Caroe está sentado en la terraza de un café ubicado en plena Avenida Pedro de Valdivia, vistiendo un buzo colorido y lentes de sol que esconden sus ojos. Aun así, su rostro deja entrever que la pregunta por cuáles son las razones detrás del creciente interés de la gente por asistir a sus shows en vivo no resulta fácil de contestar. Al menos, no estando en el centro del asunto.
“Ufff… -dice, después de una respiración profunda y algunos segundos de reflexión en silencio-. Fueron muchas cosas. Entre ellas, creo que los comentarios de la gente respecto al show fueron muy buenos. La gente iba a reír y salía muy agradecida, muy feliz con esto que estaba mostrando. Y entonces empezaron a recomendarlo. Porque también es un show que no tiene publicidad más allá de mis redes sociales. La ciudad no está empapelada con mi show, no salgo en televisión tampoco. Uso sólo las vitrinas que yo mismo me he armado”.
El comediante es sincero a la hora de confesar que no es muy amigo de la exposición. Una prueba de aquello es que esta es la primera entrevista que da en cuatro años. Pero esa ausencia en los medios poco importó a la hora de masificar su trabajo. Luego de varios años participando en programas de televisión y encabezando la cuota de humor en los certámenes más importantes del país, decidió frenar las cosas y comenzar de nuevo. Ahora, a su manera.
“Venía del Festival de Viña, del Festival de Olmué, estaba haciendo shows de empresas... Estaba en una maquinaria que era muy grande, demasiado grande. A mí no me gusta mucho la exposición. De hecho, soy muy piola en cuanto a las entrevistas, a lo que publico, y me vi envuelto en esa vida que no me gustaba tanto. Y ahí me di cuenta de que uno también puede controlarlo, tomar las riendas de eso si es que quiere”, recuerda.
“Eso fue lo que hice. Llevaba cuatro años en la radio, que también fue algo muy importante en mi carrera. Renuncié y quedé en cero. Me dije ‘tengo que partir de cero, necesito encontrar chistes, necesito encontrar mi voz como comediante, así que voy a volver a los escenarios pequeños. Voy a volver a la ruta, a lo que hacía antes, con un equipo pequeño’. Y ahí empezó la Gira en moto al norte (2019), que fue un tramo que hice en moto desde Santiago a Arica, y de Arica a Santiago, y fui creando una rutina en ese viaje”.
Ese show es el que Edo señala como una de las inflexiones más importantes, y que fue el germen de los Estudios Neverland, donde cada semana se graba el exitoso podcast Tomás va a morir, que comparte con sus amigos Alejandro Barros y Tomás Leiva y que revolucionó Spotify. “Toda esa vivencia, todo ese viaje, me insufló vida, me dieron muchas ganas de hacer comedia, de hacer cosas, y ahí también decidí hacer las cosas por mí mismo. Me dije: tengo un buen equipo, soy capaz de hacer mis propios proyectos y de centrarme en disfrutar esto. Fue un bonito viaje y sin dudas marcó mi forma de pensar, donde creo que encontré mi voz como comediante”.
Justamente por eso, lo del Movistar Arena viene a coronar algo que ocupa sus energías hace bastante tiempo: auto gestionar toda su carrera. Sin embargo, el comediante es consciente de que la relación que ha tejido con el público también juega un rol importante en lo que está viviendo.
“Está mi lado de comediante que agradece al público después de tantos años de trabajo, porque yo partí muy joven haciendo magia en los cumpleaños infantiles, en los patios de las casas. Desde ese tiempo hasta hoy he pasado por hartas cosas, y han sucedido muchas cosas. Muchos ya vieron el show. Muchos compraron su entrada en un gesto de decir ‘ya lo vimos, pero tenemos que estar’. Por eso creo que es una experiencia para la gente que ha seguido mi carrera, como para acercarse aún más. Para decir ‘loco, te estoy apoyando, te apoyé en los cumpleaños infantiles y ahora’, no sé. Eso es bonito”.
De mago a comediante
El humor siempre fue parte de su vida. Le gustaba contar chistes desde muy niño, actuar en el colegio y pasar adelante para hacer reír a sus compañeros. Viva el lunes, Martes 13 y Motín a bordo eran los programas que entretenían sus tardes. Y cuando llegaba la época estival, su mamá solía grabarle las rutinas de los humoristas del Festival de Viña en VHS. De ahí sacaba algunas ideas que luego recitaba en los asados familiares. A diferencia de otros comediantes, el mundo del stand up norteamericano se abrió mucho después: Álvaro Salas, Coco Legrand y Dinamita Show fueron sus primeros referentes.
Aun así, confiesa que nunca vio en el humor una carrera plausible. En la adolescencia descubrió la magia y, con ello, una vocación. Justamente por eso, decidió abandonar la carrera de derecho (también estudió cine por unos meses) para dedicarse cien por ciento a ella. Hasta que algo hizo un click en su cabeza. “Dediqué gran parte de mi vida universitaria a la magia, más que a estudiar. Y en un momento decidí dejarlo todo para ser mago. Pero una vez que me vi haciendo magia me di cuenta que lo que realmente me impresionaba, más que asombrar a la gente, era hacer reír”. Algo que también caracterizaba a sus ídolos mágicos: Pepe Carrol, Juan Tamariz y el mago Oli. Cabe destacar que no fueron años fáciles: a los 19 años, Caroe fue papá. A esa edad se independizó para comenzar una nueva vida con su familia, donde el apoyo de su esposa Catalina fue fundamental.
El 2012, un mago anunciaba a la comunidad que cierto canal de televisión tenía un casting para encontrar nuevos talentos. Humoristas, magos, mimos… La estación era Mega y el programa, Coliseo Romano. Esa fue la primera aparición televisiva de Edo Caroe, donde se consagró como una de las propuestas más interesantes que arribaron en el certamen. “Llegó ese mail y apenas lo vi agarré mi maleta de magia y fui al canal. Me acuerdo que llegué muy temprano, como a las 8 de la mañana. Ya había una fila enorme...y pasé el casting. A los que estaban ahí casteando les gustó lo que yo hacía y entré como mago cómico. Porque, sinceramente, lo que hacía como mago no era de alto impacto. No era la gran cosa, digamos. Siempre fui un mago simpático. No era un mago potente. No, era el mago simpático. Pero gustó lo que hacía y entre medio yo siempre metía chistes. Chistes como de uso popular, ni siquiera eran chistes que escribía yo”.
Ese es el momento que Caroe recuerda como su paso definitivo al humor. “Eran chistes que se usaban en el mundo circense, que usaban los magos. Pero, claro, en un momento se me empezaron a acabar y empecé a escribir los míos. Eran chistes que iban, en función de la magia. O la magia en función de los chistes, no sé... Tenían que ver con las situaciones que generaba hacer una rutina de magia. Y, en algún momento, me di cuenta de que me gustaba mucho escribir chistes y empecé a investigar y averiguar sobre la comedia. Me encontré con la comedia de stand up y ahí ya me fui para otro lado”.
Allí conoció a Luis Slimming y comenzaron a trabajar juntos, en una época que Edo recuerda con cariño. Tenía 26 años. Pensó que su paso por televisión le entregaría la fama necesaria para presentarse en grandes escenarios. Sin embargo, se dio cuenta de que había un camino que era necesario recorrer, y que no podía saltarse. Uno de sus primeros trabajos posteriories a la TV fue en una productora de despidas de soltera que buscaba un show de varieté previo a la salida de los vedetos.
“Me dije ‘pero hueón, cómo me están ofreciendo eso si acabo de salir en la tele’. No lo podía creer. Yo pensé que iba a ser famoso. Tuve una reunión con ella, fui al lugar y todo, y como necesitaba plata, necesitaba trabajar, acepté. Ahí estuve varios meses trabajando antes de los vedetos. Compartíamos camarines y todo, yo veía como se acomodaban sus cosas. En serio, de verdad”, comenta con una mezcla de risa y seriedad. “Igual lo agradezco, si era un trabajo. Me permitía sustentar mi casa, pero no era lo que yo quería. Es más, no le conté a nadie. Yo pensaba que después de la tele iba a ir a grandes escenarios, pero ahí me di cuenta que hay un camino, y hay que transitarlo. Uno no puede irse por la caletera en esto. Y ese camino vaya que sirvió. O sea, desde ese escenario, donde me enfrenté a un público que esperaba vedetos, con gritos. Fue difícil, pero me sirvió mucho”.
Lo que salga: un show marcado por la salud mental
Faltaban veinte minutos para las ocho de la tarde y el frontis del Teatro Nescafé de las Artes figuraba repleto. Era el martes 25 de abril y en breve comenzaría la última presentación de Lo que salga antes de la cita en el Movistar Arena. También era la última vez que Edo Caroe presentaría una de sus rutinas más personales ante un teatro. El 23 y 24 de mayo, las casi mil personas que alberga el Nescafé se multiplicarán en cerca de 17 mil espectadores que llegarán al recinto del Parque O’Higgins.
Un cierre multitudinario para un show que, hasta cierto punto, nació de la intimidad. No sólo porque comenzó a gestarse ante las cincuenta personas que llegaron a la primera función en el Comedy Restobar. También porque gran parte de la rutina se inspira en las vivencias del comediante y su familia durante la pandemia, marcadas por la depresión y algunos pasajes oscuros que serían difíciles de llevar sin una cuota de humor. “Me metí en el tema de la salud mental porque, como es un show bien honesto y personal, era parte del proceso que estaba viviendo con mi familia, con mi esposa y mi hija. Gran parte del show se fue ahí, a los traumas de la infancia, las relaciones paternas... Y eso le hizo mucho sentido a la gente, sobre todo porque el público podía hablar –reflexiona Caroe, haciendo referencia a las interacciones con los asistentes que marcaron la dinámica de la rutina-. O sea, tenían la palabra para contar sus cosas. Y creo que los temas que toqué en este show permitieron que la gente más joven llevara a sus familias. A sus papás. Se convirtió en algo bien transversal”.
El humorista hace un paréntesis para hacer una acotación vital: “Tengo que decir que le puse mucho amor a este show. De los que he escrito, es por lejos mi favorito. Y yo creo que me permitió encontrar otras facetas, encontrarme con otras partes de mí como comediante. Por eso le agarré mucho cariño. Y, finalmente, creo que no es un show de stand up tan convencional, porque aprendí cómo llevar a la gente a otro tipo de emociones. A sacar risas desde lugares bien oscuros. Eso fue un gran desafío. Y no siempre lo hice bien, porque fue algo que se empezó a desarrollar en el show. Yo creo que en la mitad de la temporada recién encontré el tono adecuado para hacerlo”.
La fórmula no sólo le permitió encontrar una nueva forma de moverse dentro de su rutina. Ver las cosas desde la perspectiva del humor también tuvo un efecto terapéutico. “Es un lente bien sanador para ver las cosas más difíciles. A tal punto que lo único que quería era actuar. Lo que pasa es que llegó un momento en que me obsesioné y estaba actuando dos veces por día, me arruiné las cuerdas vocales...”. Todo aquello tiene relación con las motivaciones de Edo Caroe para seguir dedicándose al humor.
“Creo que tiene que ver con la necesidad de poner las cosas en perspectiva. Y con esa necesidad de equilibrio. El humor viene a equilibrar las cosas. Siempre me acuerdo de esa definición porque como comediante me sirve mucho. Esto viene del humor, cuando se creía que la salud de las personas estaba determinada por los cuatro líquidos que tenía el cuerpo. El punto es que el humorista venía a equilibrar esos humores, esos líquidos. Cuando yo escuché esta definición, de que el humorista es el que encuentra el equilibrio porque tiene que encontrar lo trágico en lo cómico y lo cómico en lo trágico, me dije que es una forma bonita de ver la vida, porque te permite disfrutar de ambas cosas. Te permite encontrar lo cómico en lo trágico de manera que el peso de la vida no se haga insoportable, y eso ya es bastante; y te permite encontrar lo trágico en lo cómico de manera que eso que te provoca risa o eso gracioso no se transforme en una risa socarrona, de irrespeto, de mofa”.
Caroe agrega: “Es bastante esperanzador el humor desde ese prisma. Porque en la vida abundan las cosas dolorosas. Sobre todo, la gente que está lidiando con problemas de salud mental, que le cuesta hablar, comunicar sus cosas. Gente que se hunde tanto en sí misma. Verlo desde el humor amplía esas opciones, amplía esa esperanza. Por eso me gusta hacerlo. Porque desde el proceso creativo me sirve a mí, como comediante, poner las cosas en perspectiva y después ofrecérselas a la gente para que también lo puedan hacer. Suena súper cliché esto de decir que el humor es sanador, pero lo es. Es así, y bien hecho y bien recibido por la gente es maravilloso. Por eso me gusta hacer humor, por eso seguiría haciendo humor. Y, además, es un desafío intelectual interesante. La risa siempre alivia las cosas dolorosas. Por eso me gusta”.
La cita en el Nescafé de las Artes concluyó entre aplausos, ovaciones y mucho confeti. Un buen augurio para lo que vendrá. Cuando Caroe y su equipo bajan del escenario, la pantalla apostada en el centro del lugar muestra los créditos y agradecimientos del show. La última línea versa: “dedicado a Fernanda”, su hija de 17 años, y que, a través de chistes sobre la depresión y la paternidad, se revela como el corazón de esta rutina.