The Beatles bajo alta tensión: Let it be, las claves para adentrarse en el epílogo de los Fab Four
Un 8 de mayo de 1970 llegó a las tiendas el disco final de la carrera de los Fab Four, aunque fue el penúltimo en grabarse, durante las sesiones de Get back, en enero de 1969. Acá nos adentramos en cinco puntos esenciales.
*Un álbum que no era
La idea original de las sesiones de enero de 1969 en los gélidos estudios de Twickenham, empujadas principalmente por Paul McCartney, no era la de grabar un nuevo disco de The Beatles, sino más bien, componer y ensayar canciones nuevas. Todo eso se grabaría de cara a un show en vivo. Esto sería un especial televisivo del grupo, muy al estilo de los que solían hacerse en la época (como el Comeback Special, de Elvis, un año antes). En tanto, se registrarían los ensayos previos para un documental complementario que apoyaría el concierto. Para esto, contaban con escasas 4 semanas, ya que a partir del 3 de febrero Ringo Starr se concentraría en su rol como actor en un filme de Peter Sellers llamado Si quieres ser millonario no malgastes el tiempo trabajando. El reloj corría hacia atrás.
En su obra The Beatles: The biography, el periodista Bob Spitz señala: “Se estaba perfilando rápidamente como un proyecto de Paul McCartney. Estaba dirigiendo a los camarógrafos, eligiendo las canciones, bloqueando los arreglos como si fueran partituras clásicas. Él trabajó frenéticamente tratando de despertar el entusiasmo. Pero la forma en que él controlaba cada aspecto no permitía que nadie más contribuyera. ‘Pusimos algunas pistas, pero nadie estaba involucrado’, dijo John”.
Sin embargo, la idea nunca cuajó del todo. George Harrison dejó la banda en mitad de las sesiones, el viernes 10 de enero (como antes lo había hecho Ringo, luego lo haría John Lennon y al final, Paul). Para volver, exigió que se cambiara radicalmente el itinerario y se abandonara la idea del especial televisivo tocando en vivo y se ocuparan los nuevos temas en un álbum. Así regresó, el 21 de enero, y el grupo ocuparía los estudios de Apple para dar luz al un disco que se titularía Get back. Solo un año después, y tras rechazar la mezcla realizada por Glyn Johns, las cosas tomarían un camino inesperado: Phil Spector se encargara de las grabaciones, y con su trabajo se originó el disco Let it be.
*Una banda en problemas
La salida de George Harrison generó una crisis que si bien golpeó al grupo, no era algo nuevo. Como decíamos, Ringo Starr se había marchado en medio de las sesiones del White album, en 1968, alegando que no se sentía cómodo y que estaba tocando mal. Esa misma tarde en que el guitarrista se marchó, John Lennon -según consta en el libro de las sesiones Get Back, lanzado en 2021- lanzó la pregunta: “La cuestión es la siguiente: si George se marcha, ¿queremos seguir con los Beatles? Yo sí”.
Harrison estaba particularmente harto del ninguneo al que se sentía sometido, sobre todo por parte de Paul. De hecho, fue durante los ensayos de la canción Two of us en que se enfrascó en una pelea con “Macca”, la que aparece registrada en la primera película Let it be (1970), ya que al zurdo le parecía que a la canción no le hacía falta tanta guitarra. “No me importa, tocaré lo que quieras que toque, o no tocaré si es lo que quieres”, dice un frustrado Harrison. Días después, abandonó el grupo.
En el libro The Beatles Anthology, Ringo Starr agrega: “George (Harrison) estaba componiendo más. Quería hacer las cosas a su manera. Cuando empezamos, hacía lo que John y Paul decían, porque ellos eran los compositores. Pero George estaba independizándose y no se dejaba dominar por Paul, porque al final Paul quería decirle cómo debía tocar el solo, y él dijo ‘mira, el guitarrista soy yo. El solo lo toco yo’”.
*La sobreproducción de Phil Spector
Quien se hizo cargo de registrar las sesiones de Get back fue el ingeniero Gyn Johns. Aunque también participó el productor de siempre, George Martin, quien poco a poco estaba siendo dejado de lado. “Martin, sin dudas una figura de autoridad, estaba atravesando un eclipse por varias razones. En un punto se sentía frustrado por no poder encauzar las fricciones y quizá viera con claridad lo inevitable de una separación. La aparición de Glyn Johns, más joven y con credenciales más rockeras, ayudó a acentuar la brecha generacional”, señalan Sergio Marchi y Fernando Blanco en su libro Los Beatles, en el final (Planeta, 2019). Johns estuvo en Twickenham y Apple por sugerencia de Paul, debido a que estaba afiliado al sindicato cinematográfico, como lo exigía la norma británica.
Pero tener una cercanía generacional no garantiza nada, el trabajo de Johns no terminó de cuajarles de todo a los Fab Four. “Glyn Johns y yo nos ocupamos de la música y fue un disco honesto, que es lo que querían -recuerda George Martin en The Beatles Anthology-. Pero tardó mucho en editarse porque a nadie le gustaba el documental que se había hecho, lleno de errores. Estaban habituados a trabajos muy pulidos. Creo que por eso no se lanzó”.
Si bien, Johns incluso entregó un álbum con una propuesta de orden de canciones, este no satisfizo al grupo. Los cuatro prefirieron concentrarse en el proyecto Abbey Road, mucho mejor grabado y con un sonido pulido. En parte porque tuvieron de vuelta a su ingeniero habitual, Geoff Emerick. Luego, fue el regordete manager Allen Klein -con la venia de John y George- quien entregó las cintas a Phil Spector, quien trabajó conforme a su ideario, sin considerar la idea original. Fiel a su modelo del Wall of sound, no dudó en agregar capas de instrumentos y editar todo el material a su gusto; así llegaron los enormes coros en Across the universe o la orquesta en The long and winding road.
En las sesiones de mezcla solo estuvo presente Ringo Starr. Además asistió a una de ellas el antiguo ingeniero del grupo Geoff Emerick, quien en su libro El sonido de los Beatles (Indicios, 2011) relata en parte el modo de trabajo del cerbero tras el Wall of sound. “Me di cuenta horrorizado de que Spector había reducido la interpretación de los Beatles a una o dos pistas para poder tener cinco o seis pistas libres para los overdubs de orquesta y coros, como si esos fueran más importantes que el grupo. En cierto momento quiso todavía más pistas. Cuando Pete (Bown, asistente) le dijo que no quedaba ninguna libre, Spector tuvo la desfachatez de borrar una de las voces de Paul (eliminándola para siempre) para liberar otra pista para uno de sus muchos overdubs de coros”.
El resultado no satisfizo a Paul dada la sobrecargada producción que Spector dio al elepé, lo cual era un sello característico de su sonido: “Let it be era el disco pelado que Glyn Johns había mezclado, sin añadir orquestas ni nada. Era muy, muy sencillo”, afirma en Anthology. Ello dio origen, años más tarde, a la edición de Let it be naked. Crudo, sin efectos.
*La última sesión de los “Threetles”
Curiosamente, en enero de 1970 tuvo lugar la última sesión oficial del grupo. Claro que ahora reducido a trío, tras la salida de John Lennon, quien la había comunicado al grupo meses antes, en septiembre de 1969. McCartney había intentado que su eterno colega echara pie atrás, pero fue inútil. Lennon estaba exultante. Ocurre que el 13 de septiembre se había presentado de manera sorpresiva en vivo en un festival en Canadá llamado “Live peace in Toronto” sin ninguno de sus compañeros, sino con una nueva banda, la Plastic Ono Band, junto a Eric Clapton, Klaus Voormann, Alan White y por supuesto, Yoko Ono. El show, pese a no haber sido ensayado, fue un éxito, y ahí el hombre de Strawberry Fields Forever terminó por convencerse de la idea de dejar la banda no era una locura, y procedió.
“Yo formé el grupo y yo lo disolví. Así de sencillo. Mi vida con The Beatles se había convertido en una trampa. El bucle de una cinta”, señala al respecto Lennon en el libro The Beatles Anthology.
Sin embargo, el nuevo manager, Allen Klein -aprobado por todos menos por Paul McCartney- estaba empeñado por echar andar adelante el proyecto Let it be, con el disco y la película dirigida por Michael Lindsay-Hogg. Mal que mal, tenía que hacer cumplir un contrato que había amarrado con Capitol poco antes. Klein había conseguido que el porcentaje de regalías de los Beatles pasaría del 17,5% a un 25%. Algo increíble para la época, claro que los Fab four debían entregar dos álbumes y tres sencillos por año durante las siguientes seis temporadas. Pero Klein vio cómo su magnífico negocio se iba al tacho cuando John Lennon anunció su salida. Por ello, debió hacer arqueología y llegó a las cintas grabadas por Glyn Johns y al filme.
Y pasó lo siguiente. Había una escena que Lindsay-Hogg quería dejar sí o sí en la película, que es el momento en que Paul, George y Ringo están grabando I me mine mientras un indiferente Lennon baila una especie de pasos de vals con Yoko. El problema es que el registro de audio captado en Twickenham y en los estudios de Apple no tenían la suficiente calidad sonora para ser incluida en un álbum, y hubo que volver a grabarla.
Por ello, y a pesar de que Paul ya se encontraba grabando su primer álbum solista, el 3 de enero de 1970 se encontró nuevamente en Abbey Road con Ringo y George para registrar una nueva versión de I me mine. Fue la última vez que los Beatles (o lo que quedaba de ellos) se reunían para una sesión de grabación. Ese día, la alineación fue la siguiente. George: voz y guitarra; Paul: bajo, guitarra acústica, órgano, piano eléctrico y coro; Ringo: batería. Posteriormente, Phil Spector añadió toda su parafernalia: 18 violines, 4 violas, 4 cellos, arpa, 3 trompetas, 3 trombones y 2 guitarras acústicas. ¿Lennon? estaba en su casa, sentado mirando las ruedas.
*Paul, confesional
En esas últimas sesiones Beatles, Paul aprovechó el vuelo para trabajar junto a George Martin en un nuevo single. Con el fin de hacer cumplir el nuevo contrato de grabación Klein decidió publicar la canción Let it be como single, junto a You know my name como lado B. Paul junto a George Martin produjeron el single en base a una versión de las grabaciones originales, las que le habían pasado a Glyn Johns. El single salió el 6 de marzo de 1970 y se fue directo al número 1 en USA y al 2 en Reino Unido.
En la ocasión, Paul se dio un gusto. Como ya había utilizado a Linda para hacer coros en su –todavía- secreto primer disco solista, y encontró que lo había hecho bien, le pidió que lo volviera a hacer en esta ocasión. Así, se registró la única participación de la fotógrafa en una canción de los fab four. La versión del single es la que se puede escuchar en el compilado The Beatles 1967-1970.
Durante las sesiones, se grabaron dos solos de guitarra, ambos tocados por George Harrison. El primero fue pasado por un Leslie y es el que se escucha en la versión del single. Se le encuentra en el compilado The Beatles 1967-1970. Pero también Harrison grabó otro solo con fuzz. Ese fue el que Phil Spector ocupó para el álbum y además añadió una orquestación con dieciocho violines, y un coro femenino de catorce voces. La pista base fue tocada con esta alineación. John: bajo de seis cuerdas y coros; Paul: voz, piano, bajo y maracas; George: guitarra solista y coros; Ringo: batería; Billy Preston: órgano y piano eléctrico.
La canción -como Yesterday- se había originado en un sueño que tuvo Paul. “Vi a mi mamá. Fue algo maravilloso, y ella me tranquilizó mucho. En el sueño, me decía ‘todo saldrá bien’. No estoy seguro de si usó las palabras ‘Let it be’, pero esa era la esencia”, recuerda el bajista en Paul McCartney, la biografía, de Philip Norman (Malpaso, 2017). Ello ocurrió hacia finales de 1968, en su casa de Cavendish. Los días de las tensiones del White album, cuando Paul estaba empeñado en tapar los agujeros por los que se colaba el agua en el bote.
Volver a su mamá no era menor. Ella, Mary, había fallecido dramáticamente por un cáncer de mama cuando Paul contaba 14 años. “La muerte de mi madre cuando yo tenía catorce años fue el gran golpe de mi adolescencia. Murió de cáncer, pero de eso me enteré más tarde, en el momento no supe de qué había muerto”, cuenta Paul en el libro The Beatles Anthology.
Por ello, volver a su madre fue una especie de catalizador de todo lo que le estaba ocurriendo. “Escribí la canción cuando todos esos problemas de negocios comenzaron a abrumarme. Realmente estaba pasando mi ‘hora de oscuridad’ y escribir una canción fue mi forma de exorcizar los fantasmas. Solía acostarme en la cama y preguntarme qué estaba pasando, y me sentía realmente paranoico”, explica el bajista en el libro Los Beatles, en el final, de Sergio Marchi y Fernando Blanco (Planeta, 2019).
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