De alguna manera, es el final de la saga, pero también se puede leer de manera independiente. El universo que Daniela Viviani comenzó con sus novelas Luisa 1912 y Víctor 1907 de alguna forma tiene su culminación con su más reciente novela, Un final llamado Inés (Planeta). En dos tiempos, 1914 y 1932, la autora cuenta la historia de una enfermera joven y soñadora, que aspira a ser médico y que ama su trabajo. Tanto como a su flamante esposo, pero él oculta algo, de hecho, le cuesta intimar con ella y disipar esa nube se convertirá en su afán.

“Escribir una historia de amor era una deuda que tenía pendiente desde mi primera novela de ficción histórica (Luisa 1912) y para que el desafío fuera mayor, quise desarrollarla a partir del hito en que suelen terminar las novelas románticas: el matrimonio. Asimismo, el año 1914 marca el fin de la Belle Époque y me pareció perfecto para este último libro del universo del ‘Chile Centenario’” con editorial Planeta”, comenta la autora a Culto.

Daniela Viviani. Foto por Carla Viviani.

¿Cómo fue el proceso de escritura?

Muy difícil. Escribir es una de mis grandes alegrías, pero los problemas de salud y la cesantía me provocaron varios bloqueos durante la escritura y en más de una ocasión, creí que no lograría terminar el libro. Aún así, en lo único que pensaba era en esta historia. Quería tanto compartirla con mis lectores que eso me daba fuerzas para seguir escribiendo.

Esta es una novela en dos tiempos. 1913-1914 y 1932. ¿Qué es lo complejo de llevar a cabo esto?

Para ser honesta, investigar y documentarme son procesos que disfruto tanto como la escritura. Como este es el tercer libro que publico sobre Chile a inicios del siglo XX, ya domino gran parte del vocabulario, costumbres y hechos principales que marcaron esa época. Lo he mencionado en varias entrevistas, pero soy fiel usuaria de la plataforma web Memoria Chilena, donde puedo pasar horas estudiando para encontrar el dato exacto que necesito para una escena. Por otra parte, trabajar con dos tiempos es una estructura que ya había utilizado en Víctor 1907, así que estaba familiarizada con ella.

Antes habías publicado Luisa 1912 y Víctor 1907, ¿Cómo se relacionan ambas con esta novela?

Este universo del “Chile Centenario” está compuesto por libros independientes que comparten a sus personajes principales. En Víctor 1907, los temas centrales giran en torno a la búsqueda de identidad y la huelga obrera del salitre. En Luisa 1912, el foco está en la emancipación femenina de la clase alta y para Un final llamado Inés, nos transportamos a 1914 de la mano de un matrimonio joven de Santiago en el contexto del inicio de la primera guerra mundial. Sin importar qué libro escoja el lector para iniciar su lectura, mi apuesta es que luego irá por los otros dos.

Daniela Viviani, autora de Victor 1907.

Mirada en reversa

Como vemos, el pasado es un tema que le llama la atención a Viviani, sobre todo esos primeros años del siglo XX, particularmente agitados, y que darán vida luego a una Constitución, golpes de Estado, gobiernos que duraron poco y hasta un particular experimento político, la República Socialista. “Si existe la reencarnación, no me cabe duda que viví a comienzos del siglo XX. Todo lo que tiene relación con la Belle Époque me cautiva y asombra profundamente, desde el arte hasta su gente. Sin embargo, siento también un profundo agradecimiento por el tiempo en que nací. Soy privilegiada de escribir sobre el pasado desde un presente donde la mujer es dueña de sí misma y aunque todavía falta mucho para alcanzar una sociedad igualitaria, estamos lejos de ser esa mujer de 1914 que no podía más que aspirar a ser esposa y madre”.

¿Consideras que hay algún rebote de ese período en lo que pasa actualmente en Chile?

Curiosamente, el Chile de 1914 contiene una serie de similitudes con el actual. Ese año está marcado por una profunda crisis económica debido a la baja del salitre y la fuga de capitales. Los privilegiados que podían acceder a teléfonos se quejaban del estrés que este les producía y no eran pocos los medios que presagiaban una crisis del teatro y el arte por culpa de las primeras filmaciones mudas y la fotografía, algo muy similar a lo que experimentamos con la inteligencia artificial. Y así como nosotros observamos lo que pasa en Ucrania, también lo hacían los chilenos de 1914 respecto a la guerra en Europa. Un conflicto lejano sobre el que la gran mayoría apostaba por su corta duración.

Hace poco también escribiste una novela donde aludías a Teresa Wilms Montt, ¿Es este período inicial del siglo XX una de tus etapas favoritas de la historia de Chile?

Sí, lo es, y toda mi fascinación por el siglo pasado despertó justamente después de leer la biografía de Teresa Wilms Montt. Desde entonces, no paré de estudiar sobre esa época y terminé escribiendo Luisa 1912. De alguna manera, nació en mí la necesidad de crear historias de mujeres como Teresa, brillantes e incomprendidas para la sociedad que les tocó vivir y con las que el lector pudiera vibrar a través de sus anhelos y pesares.

Hay escenas logradas, como por ejemplo, la del parto que asiste Luisa como enfermera, que es un parto en el Chile de 1913, ¿cómo te documentaste para aprender del período?

Uno de los mayores desafíos con esta novela estuvo en la reconstrucción fidedigna del oficio de enfermera y la medicina de 1914. Además de los libros y revistas especializadas de la época, complementé la investigación con series médicas y películas que a la vez contrastaba con los procedimientos actuales aplicados en partos, amputaciones y primeros auxilios. Para poder escribir antes necesito construir la escena visualmente y en ese punto, la plataforma Youtube fue mi gran aliada, así como también la serie “The Knick” ambientada en Nueva York de 1900.

¿Consideras que esta es una novela romántica o tiene más capas?

Definitivamente mi manera de abordar una relación de pareja no tiene mucho de fantasía ni de romance, pero eso no significa que deje afuera el humor y la complicidad para tratar el amor. Efectivamente, hay más capas. Está en Luisa, por ejemplo, la negación de la realidad para evitar el sufrimiento de su marido y también los conflictos con el propio cuerpo en ambos protagonistas. Ellos, al ser tan distintos al resto, representan nuestra forma del mundo y eso, a su vez, los deja en una situación de profunda soledad. La situación que les afecta no puede saberla nadie de su entorno.

También has incursionado en la narrativa gráfica. ¿Qué expectativas tienes con esta novela en cuanto a tu carrera como escritora?

Como todo escritor, uno anhela que a su obra le vaya lo suficientemente bien para poder seguir publicando en una gran editorial. Sin embargo, si esto no ocurre, seguiré escribiendo de todas maneras. Ya decidí que seré escritora por el resto de mi vida porque así es como más feliz me siento. Un final llamado Inés es mi noveno libro y el tercero de la serie de ficción histórica. Hoy solo quiero disfrutar del orgullo que me produce verlo en mi librero.

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