Antes de ser el cineasta que asombró al mundo con Entre tinieblas (1983) o Mujeres al borde de un ataque de nervios (1988), Pedro Almodóvar Caballero trabajó como telefonista en la empresa Telefónica. Cuando se desocupaba, comenzaba a escribir historias. “No es que fuera mucho el trabajo que tenía que hacer, pero yo lo hacía muy bien y muy rápido. Me sobraban como dos horas todos los días, así que pues, estaba escribiendo”, comentó el manchego en una charla con RTVE.
Así fue acumulando cuentos e historias, pero la vorágine de su labor como cineasta hizo que dejara de lado esos papeles. Fue su asistente, Lola García, quien los guardó y luego se los acercó. Almodóvar se había olvidado de ellos, pero entre medio de la pre y postproducción del cortometraje Extraña forma de vida (con el chileno Pedro Pascal en el elenco) se puso a leerlos. Ahí se convenció que tenía algo.
Hoy, esos relatos ven la luz en su primer libro, El último sueño, publicado por Reservoir Books. Son diez cuentos que abarcan temáticas como lo religioso, los años de La Movida Madrileña y su madre, acaso uno de sus tópicos preferidos. De hecho, el relato que le da el título al volumen es un cuento bastante autobiográfico que escribió poco después de la muerte de su progenitora. “Pienso sinceramente que esas son las cinco mejores páginas que he escrito en mi vida -comentó a El País-. El problema es que, para alcanzar esa calidad, se tuvo que morir mi madre. No me he vuelto a sentir en una tesitura semejante. Cuando lo releo, me sigo emocionando”.
También hay guiños a su cine. El primer relato es La visita, y es el cuento que el cineasta Enrique Goded (Fele Martínez) recibe de parte del misterioso personaje que encarna Gael García Bernal en La mala educación (2004). También su obsesión por la ópera La voz humana (2020), de Jean Cocteau, que se ve reflejada en el cuento Demasiados cambios de género, y donde es inevitable recordar el cortometraje La voz humana protagonizado por Tilda Swinton.
Con el desparpajo de quien escribe sin pretensiones, nos encontramos con un Almodóvar que sorprende, pues se revela como un muy buen escritor. Conoce y ejecuta perfectamente el complicado formato cuento, al que pocos autores se atreven a entrar en toda su dimensión. La frase de Cortázar lo resume todo: “La novela siempre gana por puntos, mientras que el cuento debe ganar por nocaut”, y estos cuentos efectivamente logran clavar un buen uppercut en el mentón del lector. Además, los dos textos finales, Memoria de un día vacío y Una mala novela, son unos ensayos que bien pueden ser leídos como unos textos híbridos, entre autobiografía y ficción. Algo muy en el estilo Almodóvar, por cierto.
En el prefacio del libro, el manchego declara abiertamente su amor a la literatura. Un romance que ha cultivado de manera paralela al cine. “Yo me sabía escritor desde niño siempre escribí. Si algo tenía claro era mi vocación literaria, y si de algo no estoy seguro es de mis logros”. De hecho, hay dos relatos en que aborda justamente ese nexo con la escritura: Vida y muerte de Miguel y Una mala novela, que él fecha escritos entre 1967 y 1970.
Para el columnista de La Tercera y especialista en cine, Héctor Soto, este amor por los libros tiene un correlato en su cine. “No debiera extrañarnos que Almodóvar publique ahora un libro de relatos. Cualquiera que haya visto sus películas sabe que en sus ficciones la literatura, los libros, las máquinas de escribir o el computador, tienen peso específico. El hecho de ser un autor que siempre escribe sus películas no es tampoco anecdótico. Aunque escribir para el cine y escribir cuentos o novelas puede ser muy distinto, hay conexiones que son profundas. Son muchos los grandes cineastas que consideran que la primera de las canteras de la imaginación fílmica son los libros y puede ser un escándalo que la mayoría de las escuelas de cine no lo sepan o crean que la creatividad va por otro lado”.
Consultado por Culto, el periodista, editor y crítico de cine, Daniel Olave, se explaya sobre el vínculo entre el cine de Almodóvar y estos cuentos. “Como él mismo lo ha dicho, él es una mezcla de todo lo que ha escrito, todo lo que ha filmado y todo lo que ha vivido. Y cómo también pasa con su cine, así como hay relatos que son claramente autobiográficos, hay otros donde no se tratan de él mismo, pero dónde él está de todos modos. Hay un universo compartido, incluso en sus relatos menos realistas (sobre seres fantásticos, monjes, reinas históricas y princesas de cuentos), hay un estilo, una forma de narrar y un humor incisivo que cualquiera que haya visto y disfrutado sus películas sabrá reconocer”.
Héctor Soto agrega: “No está mal que Almodóvar entre ahora al mundo de los libros. Poco a poco sus películas lo han estado encajonando en un cierto narcisismo que llegó a extremos peligrosos en Dolor y gloria. Eso lo ha desgastado como artista y ha reblandecido dos de los mejores rasgos iniciales de su cine: la complicidad con personajes raros y la irreverencia. Sus cuentos recuperan algo de eso. Cuando uno lee que autores como Roberto Bolaño o Lucia Berlin (Manuel para mujeres de la limpieza) están entre las lecturas que más lo han golpeado en los últimos años, bueno, significa que el tipo sabe en lo que se está metiendo”.
Olave también piensa que el ejercicio de la mezcolanza es una clave para entender la dimensión del Almodóvar escritor. “Estos son relatos fueron escritos sin la intención de ser publicados y algunos de cuando era muy joven. Pero a pesar de lo bisoños, dan cuenta de un Almodóvar en el que siempre ha habido la necesidad de fabular. De contar historias, y de transformar su vida y sus vivencias en historias. Y en ese sentido, como escritor es igual que como cineasta: confesional, intenso, divertido y sobre todo, ecléctico. En sus relatos se mezclan géneros, tonos y estilos”.
¿Cuál de los relatos le resultó más sorprendente? Olave señala: “Los que me más me ‘sorprendieron’ son los más distintos a lo que ha hecho en el cine, como La ceremonia del espejo y Juana, la bella demente, de los que prefiero no decir nada porque justamente la sorpresa es su gracia. Y por otro lado, me gustó mucho Demasiados cambios de género que parece la idea de una película que no fue y que explica en clave, la génesis de alguna de sus película; y el sentido El último sueño, que da título al libro”.