Steven Spielberg fichó en El color púrpura (1985) a Whoopi Goldberg y Oprah Winfrey, dos figuras que hasta ese momento no tenían experiencia en cine. En su adaptación de la novela publicada por la escritora Alice Walker en 1982, el cineasta también deseaba contar con Tina Turner, a quien le ofreció el papel de Shug Avery, la corista que llega a vivir al violento hogar de la protagonista.
Sin embargo, la voz de What’s love got to do with it rechazó el ofrecimiento y el rol terminó en manos de Margaret Avery. “Era demasiado serio. Era muy deprimente. Seguía tratando de leer el libro y cada vez que pasaba al siguiente capítulo, me deprimía más y más. Era algo que no quería hacer. Era demasiado parecido a lo que había sido mi vida”, explicó en una entrevista en la época.
La artista tenía un punto: su matrimonio con Ike Turner había sido un calvario y la obra de Walker era un crudo relato que remitía a ese tipo de experiencias abusivas. En caso de haber aceptado el rol, en sus palabras, “me habría sentido miserable durante todo el rodaje”.
El color púrpura llegó a los cines a fines de 1985, consiguiendo grandes críticas y acaparando 11 nominaciones a los Oscar. Medio año antes, Tina Turner había estrenado la que sería su incursión actoral más célebre en la pantalla grande. Una película que no le reportó candidaturas a galardones, pero sí aportó nuevos colores a una trayectoria que en ese momento revivía gracias al lanzamiento del disco Private dancer (1985).
Tercera parte de la saga, Mad Max beyond Thunderdome (1985) le dio la oportunidad de encarnar a Aunty Entity, una excéntrica líder autocrática con la que se cruza el antihéroe interpretado por Mel Gibson. La cantante se cortó el cabello y estuvo dispuesta a viajar a Australia para pasar por un exhaustivo trabajo de maquillaje y vestuario. Ocupando una peluca platinada y un ajustado traje plateado, se entregó a la visión de un mundo posapocalíptico de George Miller.
En la trama su personaje gobernaba Bartertown, una antigua mina reconvertida en centro comercial, con la que reflejaba el renacer de la civilización después de su colapso. “Haré lo que sea para protegerlo”, le asegura a Max Rockatansky (Gibson).
En una declaración recogida en las filmaciones del largometraje, trazó un paralelo con su experiencia. “He vivido su vida. No construí una ciudad, pero básicamente construí una vida para mí después de mi divorcio. Construir es construir. Ella construyó su pequeña ciudad. Yo he construido otro tipo de imperio para mí. Definitivamente hay una conexión”, detalló.
La estrella pop duplicó funciones, porque además interpretó un par de canciones que acompañaron la cinta. One of the living y We don’t need another hero (Thunderdome), que suenan en los créditos iniciales y finales, respectivamente.
Fuera de las escenas de acción y las singularidades de ese universo, en la realidad Turner y Gibson se movían en direcciones opuestas. Mientras ella iniciaba un período de renacimiento de su carrera, el actor serpenteaba entre polémicas. En 1984, protagonizó un choque en Ontario, Canadá, mientras conducía bajo la influencia del alcohol y se le prohibió conducir durante tres meses. Un problema que se remontaba a su adolescencia, cuando, según su testimonio, comenzó a beber cuando sólo tenía 13 años.
En la época que rodó la tercera Mad Max también tenía otra adicción, algo que llamó la atención de su compañera de reparto. “Yo era un chico salvaje, solía drogarme”, indicó en 2017 al portal BET. “Ella me envió una fotografía mía una vez y me dijo: ‘Por favor, no arruines esto’. Porque ella estaba preocupada por mí. Eso me conmovió”.
Aunque Gibson no abandonaría las controversias, repasaba con cariño las palabras de la cantante, una personalidad que ya venía de vuelta en la industria y estaba dispuesta a compartir con otros sus experiencias más oscuras y luminosas. El intérprete no regresaría a la franquicia Mad Max –revivida en solitario por George Miller en 2015 y extendida con una película que llegará el próximo año–, de modo que su última aventura por el desierto fue frente a la gran voz del soul y el rock and roll. La clase de adiós que cualquiera desearía.