Fue un trámite laboral de rutina el que le reafirmó que había tomado la decisión correcta. Claudio di Girolamo está pronto a cumplir 94 años, y de esas nueve décadas, ha dedicado al menos siete a trabajar por el desarrollo de las artes y la cultura del país. Primero, como escenógrafo del Teatro de Ensayo de la Universidad Católica, el primer puesto laboral que tuvo en Chile tras llegar a fines de la década del 40 desde Italia con su familia, escapando del hambre y la pobreza que arrastró el fin de la Segunda guerra mundial.
Luego, como dramaturgo, director audiovisual, pintor, muralista y asesor cultural. Siempre posicionado desde la vanguardia y manteniendo una profunda consciencia social.
“Yo sigo trabajando oficialmente en el Ministerio de Culturas y tuve que firmar el contrato del año 2023″, cuenta di Girolamo a Culto desde el otro lado del teléfono. “Cuando lo vi, me percaté de que decía: ‘edad del contratado: 93 años’. Y pensé: ‘aquí hay algo raro...’. También decía: ‘experiencia laboral: 75 años’. Era muy raro todo... Como de cuento de hadas, pero es cierto. Y pensé claramente en que todas las cosas que uno tiene guardadas porque sí, por cariño y todo, pueden servir”. Esas cajas de recuerdos, apuntes, fotografías, guiones, bocetos, recortes de prensa, cartas y carpetas, terminaron por configurar un archivo personal de cerca de 3 mil objetos que no sólo dan cuenta de su tremenda trayectoria artística, sino que también permiten reconstruir nada menos que la historia de la escena teatral chilena de los últimos 70 años.
En concreto, la idea de realizar esta donación al Archivo de la Escena Teatral de la Escuela de Teatro de la Universidad Católica venía fraguándose hace varios años. De hecho, esta no es la primera vez que el artista extiende parte de su patrimonio a la casa de estudios: Di Girolamo ya había efectuado una donación de su obra religiosa a la institución, que culminó en la publicación del libro Claudio di Girolamo: 70 años de arte religioso, y también colaboró con varios escritos y ensayos para la revista Apuntes de Teatro.
Eso, sumado a su gran cercanía con la UC por su labor junto a Fernando Debesa como una de las piedras angulares del Teatro de Ensayo, influyó en que el artista no dudara a la hora de escoger a la universidad como la albacea de este archivo, bautizado como Fondo Claudio di Girolamo. “Todo el archivo de la UC es una cosa realmente de primer mundo. Va a quedar en súper buenas manos. Y mejor que esté allá y que le sirva a la escuela de teatro como documentación. ¿Qué van a hacer mis hijos con eso? Les puede interesar, claro, pero esas cosas son de dominio público y qué bueno que la gente lo conozca y lo aproveche. Yo no estoy haciendo ninguna cosa especial. Es lo que deberíamos hacer todos los artistas: dejar esto en manos de personas o instituciones que sean capaces de distribuir de nuevo, porque sin distribución no existe el arte. El arte tiene que ser difundido”, señala Di Girolamo, consiente del valor que atesoran estos objetos.
“No puedo usufructuar de ellas, no me interesa”, agrega con convicción. “No puedo lucrar con eso. El arte es entregar todo, por eso yo hice pintura mural, que está en la iglesia, en edificios públicos, donde no hay que cobrar para entrar. No está en los museos ni en las galerías. Yo no he sido nunca de galerías. La mayoría de mis cosas son murales en edificios públicos o en iglesias, porque la gente entra y sale cuando quiere, como quiere. No se puede seguir cobrando la posibilidad de estar en contacto con las obras”.
Para el equipo detrás del Archivo también ha sido todo un descubrimiento. Así lo confirma María de la Luz Hurtado, historiadora y teórica del teatro que lleva 23 años detrás de la dirección del programa.
“Yo creo que es uno de los archivos más ordenados y completos que hemos recibido. Es enorme, porque también es muy diverso. Son muchas materialidades que él fue ordenando carpeta por carpeta, siempre con el nombre afuera de lo que se trata, la fecha... No sólo sus diseños, sino que también las fotografías, los programas de mano, las correspondencias, sus apuntes... Él igualmente es creador de obras teatrales y también están esos textos. Fue profesor de la Universidad Arcis, y por tanto, sus métodos de trabajo para la actuación, para su docencia, también están, que son metodologías docentes para la formación del actor y la actriz. Es múltiple y es maravilloso”, afirma Hurtado.
Incluso el rector de la universidad, Ignacio Sánchez, manifestó su alegría ante la noticia de la donación, que se oficializará hoy en una actividad oficial organizada por la institución. “Para la UC, esta donación significa un gran acervo cultural, especialmente viniendo de alguien como Claudio Di Girolamo, que no solamente ha sido un artista visual de arte religioso, sino que ha sido actor, director, y ha tenido mucha influencia en los últimos 70 años en la historia del teatro nacional”, dice Sánchez a Culto, quien además tiene una relación de amistad fraternal con el escenógrafo.
“Él participó desde el inicio en el Teatro de Ensayo de la UC, y la conexión de estos documentos, guiones, fotografías, recortes de revistas, etc., nos dan una imagen, una idea, una película muy clara de la historia del teatro chileno. Este número muy importante de documentación que nos está donando va a ser muy importante para enriquecer el archivo de nuestro teatro histórico, por lo que le damos una relevancia mayor”.
Una vida narrada en documentos
Durante todos estos años, Di Girolamo vio en este archivo una forma concreta de reconectar con ciertos pasajes de su vida. Por eso no dejó de visitarlos y navegar en ellos. “Cuando pasaba alguna cosa, o ciertos hitos, me gustaba revisar en qué momento estaba yo… En el fondo, también era tener un recuerdo de la parte histórica y del contexto social en que se hicieron las cosas”.
Entre todas esas remembranzas, la imagen de Augusto Góngora, otra de las figuras fundamentales de la difusión cultural en nuestro país y que falleció hace algunos días, ocupa un lugar especial. “Justo ahora tengo conmigo un cuadernito donde está todo, desde la primera reunión de las Dos mujeres de la cuidad hasta los últimos apuntes que terminan con la palabra ‘fin’. Están todos los diálogos escritos a mano, en este cuadernito con mi letra en mayúscula y de arquitecto, para que se entienda. Lo tengo todo ahí, una bitácora de siete meses de trabajo. En estas reuniones Augusto Góngora fue asistente de dirección y coautor del guion. Y están todas las reuniones marcadas, cuándo nos reuníamos, las cosas que conversábamos... Son cosas bien interesantes y muy novedosas, porque eso prácticamente no sale nunca en ninguna parte”.
Todos esos documentos también son parte de la donación que almacenará la UC. “Para Dos mujeres de la ciudad ya había salido del Ictus, lo hice con Teatro Dos. Lo filmé todo en La Pincoya y se estrenó en la población, en la cancha de fútbol, en una pantalla grande. Y fue genial, porque la gente se reconocía y se gritaban el uno al otro. ‘Mira, está el gordo tanto’, ‘mira el otro, que se ve raro’, y qué se yo... Fue muy lindo cómo la gente participó de la proyección. Toda esa experiencia está registrada… También hay que rescatar a Augusto no solo como gran periodista, sino como artista, porque el guion es muy bueno, buenísimo, y lo hicimos juntos. Igual fue asistente de dirección. Hay cosas que son desconocidas… Y qué bueno que se conozcan”, recuerda di Girolamo sobre su trabajo junto a Góngora en los años de la dictadura, donde realizaron una labor importantísima desde los sectores más populares.
“Fue toda una serie de cosas, y creo que a mí me sirvió mucho meterme de cabeza desde el primer momento en ese ambiente y hacer lo mío, en el sentido de trabajar todo el tiempo con ellos. Como digo siempre: a los pobres yo los quiero, no trabajo por ellos ni para ellos, sino que con ellos. Con dignidad”.
Di Girolamo cuenta esa anécdota para ejemplificar lo que, para él, es el valor más grande que subyace a esta donación: más que productos completos, se trata de una serie de registros que dan cuenta del proceso que hay detrás de la creación artística. Ya sea una película, la planificación de una escenografía o un mural.
“Con esto, la gente de teatro puede ver exactamente cómo se trabaja antes de salir a escena, que hay una serie de cosas que lo anteceden... La producción, los bocetos, los croquis que se hacen para una escenografía, para el vestuario, incluso para la estructura dramática. Es muy interesante ver cómo entrar a la materia misma de la creatividad. Ver las diferencias entre cada creador. Cada uno puede tener su metodología; la razón evidentemente es muy importante por estructura, pero lo que mueve es la emoción. En los primeros escritos, en la primera idea, uno saca a flote toda la emoción, sin pensar en que quede perfecto. Es una especie de fluido que corre, y hay que apuntar la idea antes de que se te vaya”.
Para Hurtado, el valor histórico que recae en la donación de Di Girolamo es evidente. No solo por todos los proyectos vanguardistas en que el artista ha estado involucrado a lo largo de su vida (el Teatro de Ensayo, Ictus y el Teatro Dos, por nombrar algunos). También por la forma en que su trabajo, y por consecuencia el teatro chileno, ha dialogado con los distintos contextos sociales de la segunda mitad del siglo XX. Algo que queda evidenciado con muchísimo detalle en todos los elementos que componen este archivo.
“Esto que nos está donando Claudio es un patrimonio intangible invaluable. De una belleza, profundidad y poética… Y también de una manera de entender que el teatro activa no solo las emociones, sino que la comprensión del ser humano acerca de sí mismo, de su entorno, de los conflictos sociales, de la identidad latinoamericana. Claudio se sentía parte de los movimientos sociales de los 60; de esos grandes movimientos por las transformaciones, y el teatro era uno de esos lugares para repensarnos y transformar la sociedad. Mostrar sus crisis, sus dolores. En eso él fue un gran conductor y casi un apóstol de transformar la sociedad, criticarla y pensarla en y a través del teatro”, manifiesta la historiadora.
“Creo que su legado tiene también esa dimensión. La gente que ha sabido que Claudio está donando esta maravilla están demasiado felices, porque sienten que esto ya es parte del patrimonio colectivo. Se hace parte de lo que todos podemos acceder para conocernos y reconocernos, en este caso, a través del teatro, que es un gran lugar para pensarnos a través de los cuerpos sobre la escena. Un teatro del cuerpo y del imaginario y, como él dice, su escenografía es para articular lo que ocurre en un espacio, de una realidad ilusoria pero tremendamente concreta como es el teatro”.
Chile, la cultura y el arte: una deuda pendiente
Todos los años trabajando en el mundo de la cultura lo han convencido de la importancia que tienen las universidades en la promoción y resguardo del arte y el patrimonio. Una convicción que también influyó en su decisión de escoger a la UC como albacea de su archivo y, así, crear un nexo entre su obra y las nuevas generaciones.
“Yo tuve la suerte de llegar a Chile en un momento donde las universidades prácticamente manejaban la cultura chilena. Eran solamente cuatro, la Universidad de Chile, la Católica, la Católica de Valparaíso y la de Concepción. Y ellas manejaban el teatro, el cine… Todo lo que existía desde el punto de vista del arte social y la comunicación con el pueblo lo hacían ellos. Y deben ser eso: centros de cultura. No para atesorarla para ellos, sino que para estudiarla, revisarla, demostrarla y re-entregarla al pueblo”, afirma di Girolamo.
Justamente por eso, valora de sobremanera el trabajo que realizan departamentos como el Archivo de la Escena Teatral, que realiza una labor dedicada y minuciosa que involucra tanto recursos monetarios como humanos. Cada donación es asignada a un investigador que se encarga de revisar, organizar y documentar todo el archivo. Una tarea titánica que, en el caso del archivo de Di Girolamo, estuvo a cargo de Patrizio Gecele.
Ante la pregunta sobre qué falta para que la cultura y el arte puedan desarrollarse con mayor plenitud en un país como el nuestro, el escenógrafo no duda en apuntar hacia el conflicto de la identidad. “¿Qué tiene que ver un aymara o un mapuche con la cueca? Es el baile nacional, pero ellos tienen otra forma de bailar, otra cultura. Realmente no sacamos nada con ser una nación multicultural. Lo que debemos tener es una nación que sea intercultural. Que podamos intercambiar la cultura, entrar en una relación activa y creativa, porque eso influye. No tenerla ahí como un gesto de decir ‘mantengamos esto como quien lo tiene en un reservatorio’. Tenemos que mezclarnos”.
“De hecho, cuando nos quejamos hoy día de la violencia y de todo lo demás… Primero tenemos que ver lo que pasa... Nosotros queremos adquirir de la globalización sólo la parte buena, pero qué país más globalizado que Estados Unidos, donde de repente entra en un colegio un cabro con una metralleta y mata a 25 personas. Eso también es la globalización. La violencia viene, y no es que sean los inmigrantes que la traen, sino que está en el ambiente, en la aspiración de todos los millones de habitantes de esta pequeña pelotita que habitamos y tenemos que cuidar”, reflexiona el artista.
Para di Girolamo, es importante considerar que “todos somos prosumidores de cultura. Es decir, somos productores y consumidores a la vez. Nacemos como producto ya de una cultura, pero en la medida en que no seguimos produciéndola, somos esclavos de lo ajeno. Cuando dicen que las nuevas generaciones son revolucionarias, que quieren cambiarlo todo, es algo evidente. Tienen para aportar su cuota, no vivir de la otra. Y cuando una persona de un país o de un pueblo crea menos cultura que la que consume y debe buscarla afuera, se produce la dependencia cultural, que es cuando se produce una cultura de inferior calidad de la que se importa. ¿Y dónde es de mayor calidad? Donde el Estado y los privados se preocupan de la cultura, cuando lo público y la sociedad civil se preocupen de la cultura. Es decir, donde sea un factor muy importante la parte cultural. No solamente la parte economicista, sino que la parte cultural”.
Al mismo tiempo, el italiano es claro a la hora de señalar que la búsqueda de la identidad es un proceso lento. “Una cocinería a baño María, de esas cosas que se hacen despacito, revolviendo, como el manjar que, si lo pones a fuego fuerte, se te quema. La cultura es así, debe tener política de Estado y no de gobierno. Que dure a través de varios mandatos sin pensar en su signo. Por eso es importante un Ministerio de Culturas, que se rija por ley, que tenga que tener un presupuesto. Un artista es un profesional que trabaja y que tiene las mismas exigencias que un ingeniero y que un médico para dar libre paso a su creatividad. Necesitan tener todo lo que requieren, no sólo los instrumentos, sino que la tranquilidad para poderlo hacer. Las condiciones mínimas para poder llevar a cabo su trabajo”.