La historia de los cines chilenos de las últimas décadas es una ruta ascendente. Entre el año 2013 y 2019, la asistencia a las salas aumentó en casi cerca de 9 millones de entradas vendidas, llegando a 29,7 millones de boletos durante ese último año, en que la taquilla local estuvo encabezada por Toy story 4, Avengers: Endgame, El rey león, Joker y Capitana Marvel.
Así lo detallan datos publicados por “Chile en 30 años: desde el regreso a la democracia al estallido en datos”, plataforma lanzada por Unholster en alianza con La Tercera y donde se analiza la evolución de diferentes ámbitos de la vida del país.
“El cine se ha vuelto mucho más importante en los últimos años, pero revisar su historia es crucial para entender cómo la gente hoy día consume más cultura que antes. Entonces, nos pareció un indicador muy relevante”, señala Cristóbal Huneeus, director de DataScience de Unholster. Reconoce, eso sí, que “construir una serie larga fue más difícil que con otros indicadores”.
¿Motivos? Principalmente que, a pesar de que las multisalas tienen al menos tres decenios de presencia en el país y es una de las prácticas culturales más masivas a nivel nacional, no abundan los datos en torno a la convocatoria de la industria de exhibición. “En los 90 o en los 2000 quizás la preocupación estaba puesta en otro foco”, desliza.
En 2013, año en que se reunieron poco más de 21 millones de espectadores ante la pantalla grande, el top 5 de la temporada lo integraron Monsters University, Iron Man 3, Mi villano favorito 2, Rápidos y furiosos 6 y Los Croods. En resumen, largometrajes animados y secuelas de franquicias millonarias de Hollywood. Si el alza del sector se consolidó en años posteriores fue en gran medida porque la apuesta de Hollywood se reforzó con nuevos proyectos ligados a propiedades ya existentes (o IP, el término con el que se conoce en el mundo anglo).
“Personalmente, creo que la industria ha empezado a hacer películas más ‘producto’, películas basadas en lo que está de moda. Si los superhéroes están de moda, todos los estudios producen sagas de ese tipo. De algún modo, la industria se industrializó aún más porque se enfocaron en la creación de películas de consumo masivo”, apunta Carlos Hansen, CEO de BF Distribution, compañía con oficinas en Chile, Argentina, Perú y Bolivia.
Una de las particularidades del periodo es que en 2019 las cintas calificadas para mayores de 14 años registraron 6,1 millones de entradas vendidas, su cifra más baja desde 2014. Y ese desplome habría sido mayor si Joker (que alcanzó los 1,6 millones en solitario) hubiera recibido otro tipo de calificación. Eso pone el ojo en la capacidad de convocatoria del cine más adulto o fuera del espectro familiar, tal vez en una posición más frágil que antaño. “Nos llama la atención, pero puede ser por la oferta de las películas de ese año”, apunta Huneeus.
“Cualquier película ‘no franquicia’, las sagas, las precuelas, secuelas, etc., es decir, aquella que se atreve a aventurarse en lo ‘nuevo’ o ‘distinto’, está arriesgándose. El ser humano, en general, prefiere lo conocido”, opina la crítica de cine Ana Josefa Silva, agregando que “la industrialización ya se veía (y se sigue viendo) en las estrellas: Hollywood siempre ha sabido que, si consigue poner un nombre conocido en una producción, tiene venta asegurada”.
Aunque el estudio incluye las cifras de la industria durante 2020 y 2021, Cristóbal Huneeus sugiere observar con cuidado los números. En el primer año de pandemia, donde las salas alcanzaron a funcionar sólo durante los primeros tres meses, sumaron 4,5 millones de espectadores. En tanto, en 2021, cuando operaron durante cerca de medio año –y siempre con limitación de aforos–, cerraron con poco más de 6 millones.
Pese a que son cifras menores frente a temporadas anteriores, identifica que localmente “hay una necesidad de ir al cine, hay una cultura importante”. “A pesar de todas las restricciones (de ese momento), hay un público muy cautivo. La pregunta es si ese público va a volver a las salas como antes o va a ser mayor”, plantea.
La otra interrogante que acecha al medio es en qué medida el streaming ha quitado (o podrá quitar) terreno a la pantalla grande. Huneeus cuenta que intentaron estudiar a fondo la relación entre ambas instancias, pero –tal como ocurre en el resto del mundo– la información que proveen las plataformas por ahora es insuficiente. Es la lectura pendiente en torno a una de las actividades más masivas de nuestra época.