Nacido el 31 de mayo de 1948, en el pequeño poblado de Redditch, Inglaterra, John Henry Bonham desde joven mostró sus inclinaciones musicales. Específicamente, en la batería. A bordo en sus primeros años de una Slingerland Green Sparkle, estuvo en la alineación de bandas sin mayor éxito a fines de los 60, aunque en una de ellas, Crawling King Snakes, coincidió con el cantante Robert Plant. Desde ahí, ya mostraba su fogosa y estruendosa manera de tocar.

Con los tresillos como credo, y con el uso de rudimentos muy bien pulidos, Bonham consagró un sonido propio y agresivo. Ya en 1968, Plant se incorporó a la banda que estaban formando Jimmy Page y John Paul Jones, Led Zeppelin. El pesado dirigible de plomo haría historia con su hard rock tomado desde el blues, con su compacto sonido de combo rockero. Junto con Black Sabbath, influirían en el rock posterior. A falta de un batero, Plant recomendó a Bonham. Ahí se hizo la magia.

Con sus primeros discos, Led Zeppelin (1969) y Led Zeppelin II (1969), y ya con su legendario kit Ludwig, tambor Supraphonic y platillos Paiste 2002, Bonham se hizo un nombre grabado a fuego entre los bateristas de rock. Con la fama y las giras, comenzaron a verse hechos anecdóticos, como el que aseguran los libros Hammer of the Gods: the Led Zeppelin uncensured (1985, William Morrow & Co.), del estadounidense Stephen Davis; When giants walked the earth (2008, St. Martin’s Griffin), del británico Mick Wall; además del volumen Paul está muerto y otras leyendas urbanas del rock (2014, Errata Naturae), de los españoles Héctor y David Sánchez; y Room service, la escandalosa vida de las estrellas de rock (2014, Planeta), del argentino Sergio Marchi.

Fue algo así como en Casi famosos, con las groupies de turno ingresando al hotel junto a la fulgurante banda de rock del momento. En 1969, su segundo álbum llegó al número 1 destronando nada menos que a Abbey Road, de The Beatles. Así emprendieron su segunda gira por Estados Unidos -la Spring 1969 North American Tour- como las estrellas que ya estaban comenzando a ser.

Entre todas las localidades donde arribaron, estaba Seattle, la futura “cuna del grunge”. Ahí, el grupo se presentó el 11 de mayo de 1969 en el Aqua Theater. Por entonces, lejos de los extensos conciertos de nuestros tiempos, las bandas hacían sets acotados a pocos temas, generalmente enfocándose en los singles que estuvieran sonando en el momento. Según el sitio especializado Setlist.fm, Led Zeppelin tocó solo 12 canciones, finalizando con la potente Whole Lotta Love.

En su paso por Seattle, el cuarteto se alojó en el Edgewater Inn. Si se traduce literalmente de inglés, es “Al borde del agua”. Y lo era. Se trataba de un hotel levantado sobre la bahía de Elliott. Con semejante atractivo turístico, a los huéspedes se les dio la opción de poder arrendar un equipo y pescar desde su habitación, según apunta Stephen Davis.

Hasta ahí, nada anormal en unos particulares turistas, que además eran jóvenes, con ganas de comerse el mundo, y eran ascendentes estrellas de rock. Por eso, pescar no solo iba a ser un mero pasatiempo entremedio de la gira.

Pero algo ocurrió. E involucró a Bonzo Bonham.

No, no fue un error al hacer un solo o en llevar el tiempo. Fue algo mucho más escabroso. Según se indica en Room service, en el hotel había una guapa joven pelirroja en completo estado de ebriedad en la habitación de Richard Cole, el fornido mánager del grupo, acompañado justamente por John Bonham, quien se dedicaba al viejo oficio de empinar el codo. Sin embargo, a diferencia de otros rockeros célebres en el aspecto sexual (como Bill Wyman, de los Rolling Stones), el baterista se abstenía de esos menesteres por respeto a su esposa, Patricia, con quien se había casado el año anterior.

Richard Cole, el manager de Led Zeppelin.

La pelirroja ebria se llamaba Jackie y apenas tenía 17 años —según Mick Wall—, y le dijo a ambos que le gustaba que la ataran, por lo que prontamente Cole la amarró de pies y manos a la cama. Luego, las cosas escalaron. Cole se asomó a pescar, tuvo suerte con la caña y atrapó un pez del que primero se dijo que era un tiburón (una cría), y que después se escribió que era un arenque rojo. Como sea, un animal marino.

Según el relato de Marchi, Cole comentó: “Le puse la boca del pez dentro de su vagina y tuvo como veinte orgasmos”. Al momento, Bonham llamó a su mujer para que viera el incidente. Por supuesto, a Pat no le hizo ninguna gracia.

Como suele ocurrir en la mitología del rock, el hecho pasó de boca en boca distorsionándose. Algunos aseguran que la chica fue violada, otros, que le había pedido a Bonham que la liberara, que el pez la había mordido, y otros también afirman que en realidad el pez nunca existió y que solamente le pusieron trocitos de pescado en su vagina.

La verdad se fue a la tumba con los protagonistas. Richard Cole falleció el 2 de diciembre de 2021, a los 75 años. Bonham tuvo un final poco feliz, el 25 de septiembre de 1980, con 32 años. Pero, claro, esa es otra historia.

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