Maria Bethânia, la cantante de interpretación tan delicada como intensa, su hermana menor, quizás por ese mismo conocimiento que da ver crecer a otro que te supera en edad, lo manifestó con aguda precisión en los años 80: “Caetano no tiene dudas: tiene certezas que oscilan”.
Comprobémoslo. Caetano Veloso creció en Santo Amaro de Purificação, una pequeña ciudad del estado de Bahía, en un entorno muy católico, donde cada mañana al despertar y cada noche al dormir estaba obligado a pedir la bendición de sus padres, mientras en su casa había una pieza para los santos y una hornacina con un Cristo crucificado e imágenes de la Virgen, San José y el Niño Jesús. Pero a los ocho años, poco después de haber realizado la primera comunión, se rebeló: ya no creía en Dios. Se sentía subordinado a hábitos demasiado severos. Contrario a lo que se podía presagiar, su familia lo aceptó relativamente bien.
Desde ahí, creció como un ateo furibundo, hasta convertirse no sólo en una de las voces más universales de Brasil, sino que también en una figura pública que cada tanto subrayaba su desafecto de la religión en un país profundamente definido por la fe. Pero en 2022, mucho tiempo después y ya con 80 años, volvió a rebelarse.
Aunque a la inversa: su última gran aparición en televisión lo tuvo en horario estelar presentando un nuevo tema, una colaboración junto al cantante y pastor evangélico Kleber Lucas para una versión de Deus cuida de mim (Dios cuida de mí), canción de amplia popularidad en el mundo protestante. Cuando el conductor le preguntó qué lo había llevado a abrazar un himno religioso, su respuesta fue concisa: “Creo que fue Dios. Es lo único que puedo responder”. Caetano al parecer no tiene dudas; sólo certezas que oscilan.
El retiro también ha sido un aspecto donde sus confesiones semejan un péndulo. Si en algún minuto declaró un paso al costado, rápidamente se retractó para continuar el trayecto. De hecho, su primera gran alerta asomó tempranamente, en 1964, cuando ya había conocido al resto de la generación dorada con la que fundaría el movimiento bautizado como tropicalismo, esa síntesis de tradición y modernidad, de raíces y psicodelia, de bossa nova y rock que cambiaría para siempre el cancionero brasileño. Junto a Gal Costa, Maria Bethânia y Gilberto Gil, inauguraron el teatro Vila Velha, en Salvador de Bahía, con Veloso en un rol secundario, situado en un momento acotado del espectáculo, dejando el lucimiento a sus compañeros.
Para él, ellos eran los verdaderos genios destinados al fulgor posterior. Caetano se consideraba a sí mismo una suerte de mentor, no un cantautor de afán protagónico. Años después, diría: “Muchas veces pensé en no seguir. Mi convicción íntima era que, una vez alcanzado el punto de no retorno, dejaría a los tres a su propia suerte y buscaría mi camino en el cine o la literatura. En un año y medio, sería libre de la música”.
Se equivocó estrepitosamente. En octubre de 2021 editó Meu coco, su título número 26, la señal de que aún no se libera de la creación, incluso arrojando una novedad que parece sorprendente: es el primer álbum de su carrera donde toda la música y las letras le pertenecen. “Había pensado en no componer nunca más”, dijo en declaraciones al portal Uol. “Pero cuando empecé a tomar la guitarra y comencé a rasguearla, todo se volvió demasiado fuerte como para parar. Tuve que seguir”.
Al seguir, facturó un disco a medio camino entre la leyenda y el presente, donde canciones de arquitectura minimalista conviven con la exuberancia de otras que se amparan en máquinas de ritmo y decorados sintéticos, mientras en varias pasa lista a coetáneos como Jorge Ben, Nara Leão, Elis Regina, Djavan y Milton Nascimento, una manera de advertir que su vigencia también es la de ellos.
Veloso suena moderno, pero, a su vez, descree en sus letras de ese mañana que es hoy, obsesionado nuevamente con la idea de un Brasil a las puertas de un esplendor que nunca llegó, azotado -igual que el resto del planeta- por “líderes payasos que brotaron macabros”, digitados por “los ángeles de Silicon Valley”, tal como narra en Anjos tronchos.
En el atardecer de su existencia, Caetano no se guarda las ganas de seguir amplificando su credo: este martes 6 y miércoles 7 de junio repletará el Teatro Municipal de Santiago con dos fechas que se agotaron hace meses. El joven que no quería seguir cantando al parecer hoy cree que esa tentación de un paso al costado fue sólo una duda funesta. Aunque el rey bahiano nunca tuvo dudas. Sólo certezas que oscilan.