Como cualquier cineasta que aspira a contar con sus servicios, Wes Anderson sabía que debía llamarlo directo a su teléfono, sin intermediarios. Tras trabajar juntos en Rushmore (1998) y Los excéntricos Tenenbaums (2001), el director marcó el número de Bill Murray y le ofreció el rol protagónico de su cuarto largometraje, el primero escrito a cuatro manos con Noah Baumbach y el primero filmado fuera de Estados Unidos.
El personaje en cuestión era Steve Zissou, un célebre oceanógrafo que está inmerso en el Mediterráneo en el rodaje de su nuevo documental. El foco de su producción consiste en registrar la misión en que busca vengar la muerte de su mejor amigo, Esteban (Seymour Cassel), engullido por un “tiburón jaguar”. Una tarea que emprende junto a su fiel tripulación y la compañía de una curiosa corte de invitados.
Tras el éxito de su anterior cinta –que le valió una nominación al Oscar Mejor guión original–, Anderson contó con el presupuesto más holgado de su carrera. Walt Disney Company, mediante Touchstone Pictures, aprobó US$ 50 millones para su realización y otros tantos para la promoción de su estreno. Ese respaldo permitió que el director de Bottle rocket (1996) ubicara las filmaciones en Italia y pudiera trasladar las intricadas ideas de su texto a la pantalla.
Parte importante de la inspiración del guión provenía de Jacques Cousteau. El reconocido explorador y biólogo marino se transformó en el referente principal para crear a Steve Zissou, aunque siempre según la particular mirada del cineasta: el rol de Bill Murray está impulsado por su espíritu aventurero, pero también luce embargado por la tristeza y la amargura; en ningún caso canaliza el mismo tipo de heroísmo que se suele asociar con el documentalista fallecido en 1997.
Sin embargo, hay similitudes, como que el personaje tiene su propio barco para expediciones. En el filme se le conoce como el Belafonte, una embarcación que funciona como espejo del Calypso, la icónica nave que acompañó durante décadas a Cousteau, hasta que en 1996 se hundió en Singapur, tras colisionar con una barcaza. Además, Zissou cuenta con su propia tripulación, un equipo vestido con overoles celestes y gorros rojos que evocan directamente a la apariencia del investigador francés y su círculo de colaboradores.
El parecido entre la ficción y la realidad podría llevar a concluir que Wes Anderson trabajó estrechamente con los herederos del explorador, pero la verdad es que ese diálogo nunca existió. Tal posibilidad fue descartada por el propio director, en parte porque el legado de Jacques Cousteau era foco de una acalorada disputa legal entre su segunda esposa, Francine, y su hijo mayor, Jean-Michel.
De todos modos, para evitar cualquier lío posterior, Disney sugirió mostrarles la película a los guardianes de su obra y entregar un pago a modo de compensar cualquier molestia que podría causarles. Así es cómo se decidió el extraño mensaje que aparece en los créditos: “En memoria de Jacques-Yves Cousteau y en agradecimiento a la Sociedad Cousteau, que no participó en la realización de este filme”.
En una historia que también incluye una reinterpretación de Moby Dick, de Herman Melville, el elemento que prevalece es un nuevo acercamiento del director a las familias disfuncionales. El detonante es que Steve Zissou recibe la visita de Ned Plimpton (Owen Wilson), un fanático que cree que el oceanógrafo es su papá y que se suma a su exploración.
También se le unen Eleanor (Anjelica Huston), su exesposa, y Klaus Daimler (Willem Dafoe), un oficial que visualiza a Zissou y a Esteban como figuras paternas. Para acentuar ese foco de interés, los acompaña Jane Winslett-Richardson (Cate Blanchett), una periodista que está escribiendo un perfil sobre el explorador y que le lee Proust al hijo que esta esperando.
“Me atraen esos personajes de figuras paternas que son personas más grandes que la vida, y he buscado mentores que son así, así que me identifico con ellos”, explicó Anderson a la revista New York en 2004, reconociendo su fascinación por un tópico que luego se seguiría reiterando en su carrera en títulos como El Gran Hotel Budapest (2014) y Viaje a Darjeeling (2007).
Por otro lado, la comedia dramática con Bill Murray fue la primera vez en que trabajó con animación stop-motion, una técnica que quedó en manos de Henry Selick. El director de El extraño mundo de Jack (1993) fue el responsable de crear al “tiburón jaguar” y a otras criaturas marinas, y la experiencia le gustó tanto a Anderson que luego filmaría Fantastic Mr. Fox (2009) e Isla de perros (2018), ambas nominadas a los Oscar. Otro lienzo para indagar en las inquietudes que lo han vuelto un nombre propio en la escena estadounidense.
A fines de 2004, La vida acuática de Steve Zissou no se convirtió en el fenómeno que esperaba el estudio, debido a que apenas recaudó la mitad de lo que costó y le valió críticas mixtas al cineasta. El reconocimiento llegaría más tarde. Quizás debido a su vibrante arte, a la memorable banda sonora de Seu Jorge –compuesta por covers de David Bowie– o a su particular acercamiento a los temas favoritos del cineasta, la película no tardó en ser redimida. Este jueves el Centro Arte Alameda la exhibirá como parte de su ciclo dedicado al realizador (a las 20:45 horas, entradas a la venta en Passline), quien este año regresa a la pantalla con su largometraje número 11, Asteroid City.