The Edge vaticina un nuevo álbum de U2 cargado de guitarras augurando el renacer de las seis cuerdas en un par de años, sin entregar más pistas sobre su optimismo. Quizás tenga razón. Existen posibilidades de una nueva generación dispuesta a retomar la posta del viejo símbolo eléctrico de la música popular ¿Cómo podrían volver? La respuesta está en la pasada pandemia.
Hace un lustro sorprendió la complicada situación de marcas clásicas estadounidenses como Gibson y Fender. A pesar del crecimiento de la oferta con múltiples modelos y compañías, alza liderada por un auge de pequeños talleres, el mercado había retrocedido notoriamente en la última década, registrando un tercio menos de unidades vendidas, ya vapuleadas desde la crisis subprime entre 2007 y 2009.
La lectura inmediata supuso que a falta de héroes de la guitarra -el anodino John Mayer no desata fiebre alguna por aprender acordes y escalas-, la juventud no se sentía particularmente atraída por el instrumento, ni con la paciencia suficiente para su dominio.
La gran excepción era el alza en la demanda de guitarras acústicas por jovencitas inspiradas en Taylor Swift. “La guitarrista más influyente de los últimos años”, en opinión del CEO de Fender Andy Mooney, aunque la relevancia de la cantante pop se basa en su carácter autoral, antes que en la técnica.
En el caso de Gibson, declarada en bancarrota el 1 de mayo de 2018, el descalabro provenía de un intento de diversificación que derivó en un mal negocio. La compra de la división de audio de Philips en 2014 desestabilizó a la compañía. Finalmente, la legendaria firma aplicó reversa, focalizándose en la fabricación de instrumentos. A seis meses de la quiebra, se recuperaron. Hoy lideran la cuota de mercado con un 34%, seguidos de Fender con 30%, y luego Ibanez con 12%.
El encierro a causa del Covid-19 incidió en un notorio interés por el instrumento. Según datos de Music Trades Association, las ventas globales mundiales de guitarras aumentaron un 9.5% en 2020, equivalentes a 17.200 millones de dólares. Las expectativas a 2025 bordean los 19.900 millones.
La guitarra es demandada prácticamente en igualdad de géneros, con un 51% de hombres y un 49% de mujeres, de acuerdo a la National Association of Music Merchants, la mayor feria anual de instrumentos musicales de EEUU, convocada desde 1901 en California.
La misma fuente detalla que suele ser gente con lustros de práctica (32% por más de una década), dedicados preferentemente al rock (36%) seguido del blues (21%) y el pop (19%). Un 37% posee título universitario y estudios superiores. El 60% cuenta con una guitarra eléctrica y un 40% con una acústica. En promedio sus aficionados tienen 30 años.
Un efecto secundario de la revalorización de las seis cuerdas es el alza en las ventas de guitarras usadas, donde el 70% de las unidades que se transan son modelos eléctricos. Para 2025, el valor del mercado de la guitarra de segunda mano debería rondar los 2100 millones de dólares.
Un último dato. El segmento que más demanda guitarras tiene entre 17 y 24 años.
The Edge profetiza sobre cifras alentadoras. Entre toda esa gente perfectamente puede emerger un talento revolucionario, capaz de proponer una nueva experiencia sensorial desde la guitarra conectada a un amplificador, bajo un cúmulo de ideas musicales destinadas a erizar la piel, el terreno donde el legendario guitarrista irlandés se mueve.
También es cierto que, lejos de desaparecer de diversas alineaciones y estilos, los guitarristas ya no gozan del protagonismo de antaño. En el económico revestimiento instrumental del género urbano, por ejemplo, la guitarra es un elemento absolutamente prescindible. Aún así, posee universalidad y embrujo irremplazable desde que se masificó en la Edad Media.
No necesita conexión a cable alguno para reflejar musicalmente la amplia paleta emocional del ser humano, desde el cachondeo a la tristeza, de la rabia a la juerga, o el origen cuando se trata de folclor.
Si los vinilos tan propios del siglo XX, lograron reposicionarse en la demanda en este milenio cuando nadie imaginaba su retorno, el regreso de la guitarra toca una cuerda parecida. Es el eco de otros días que aún resuena.