En un café se vieron por casualidad, claro que pese a la diferencia notoria de edad, igual se prendió entre ambos esa chispa, ese instante inexplicable, ese estremecimiento que la gente suele conocer como amor. En ese 1943, el pintor Pablo Ruiz Picasso conoció a la pintora francesa Françoise Gilot. Él, ya un hombre maduro de 61 años, y ella, una joven artista promisoria de 21.

Por entonces, Picasso tenía pareja, la también artista francesa Dora Maar, una notable fotógrafa cuyo trabajo ha quedado a la sombra por la influencia del español, quien ante la nueva oportunidad que se le presentó, no tuvo el más mínimo empacho en abandonarla por Gilot. Ese nexo, a decir de la investigación de la escritora Arianna Stassinopoulos en su libro Picasso creador y destructor, no fue precisamente feliz para ella, debido a que sufrió maltrato doméstico por parte del pintor malagüeño. “En muchas ocasiones la dejaba inconsciente en el suelo después de golpearla”, cuenta. El sometimiento y la anulación de la pareja, al parecer era algo que lo acompañaba en su modo de relacionarse con las mujeres.

Françoise Gilot.

Con Maar había iniciado una relación años antes, en 1935. Ella tenía 29 años y él 55. Y al igual que con Gilot, también su primera vista fue en París en el café Deux Magots en 1936, poco antes del comienzo de la guerra civil española. De acuerdo al libro Dora Maar, de Victoria Combalía, ella se puso a jugar con una navajita que habitualmente llevaba en el bolso. En una maniobra arriesgada, acarició la hoja entre los dedos, haciéndola saltar, pese a que empezó a chorrear sangre, no se detuvo. Picasso quedó prendado, y acto seguido, se le acercó y le pidió sus guantes moteados de sangre.

Para Dora, ser abandonada por el genio del cubismo le significó un momento duro. Debió ser internada en un hospital siquiátrico, fue psicoanalizada por Jacques Lacan, y posteriormente, ingresó en el hospital de Sainte-Anne. Le aplicaron electroshock. Todo con completa aprobación de Picasso. Tanto fue así que tuvo que ser un amigo de ella, Paul Éluard, quien le pidió que la sacara del recinto donde le aplicaban electroshock.

Picasso junto a Dora Maar.

Pero antes de ella, estuvo con Marie-Thérèse Walter, entre 1927 y 1935. La conoció cuando ella tenía solo 17 años, y Picasso estaba casado con la bailarina rusa Olga Jojlova, con quien había tenido a su hijo mayor, Paulo. Por supuesto, se generó una tensión, ya que Picasso cada vez tenía más ganas de dejar a su esposa para irse con su joven amante. Y lo hizo. Sin ninguna vergüenza.

Sin embargo, para Walter las cosas no fueron precisamente color de rosa. Stassinopoulos cuenta en su libro, por ejemplo, unas vacaciones que ambos compartieron con unos amigos, en 1928. “Cuando Picasso se hubo hartado de coquetear con las chicas más jóvenes y de entretenerse viendo cómo su atlética querida nadaba y retozaba en la playa, la llevaba a una cabaña donde el retozo se hacía una cosa seria y más intensa. Su obligación estaba clara: obedecer todos los mandatos y caprichos del hombre que calificaba como ‘maravillosamente terrible’ amante. ‘Siempre lloraba con Picasso -confesaba Marie-Thérèse más de cuarenta años más tarde- me sometía a él’”.

Marie-Thérèse Walter.

Para Stassinopoulos, un factor que complejizaba cualquier ecuación sentimental con él, era el gusto de Picasso por lo extremo, por el correr los límites, cosa que hacía sin complicarse mucho. “La experimentación sobre los límites de la sexualidad eran una cosa seria en Picasso, quien buscaba no solo la satisfacción de sus apetitos sexuales, sino también alcanzar, entregándose a lo que estaba prohibido”. Aún así, con ella tuvo a su segunda hija, Maya.

Fue mientras estaba con Walter cuando Picasso conoció a Maar. Justo en el período en que pintó su famoso Guernica. De ahí, hay una anécdota particularmente cruel, que la cuenta Stassinopoulos en su citado volumen: “Un día cuando todavía estaba trabajando en el Guernica, con Dora fotografiando los progresos del cuadro, Marie-Thérèse se dejó caer por ahí e intentó ejercitar los derechos que (Picasso) le había conferido en declaraciones de su profundo y creciente amor. ‘Tengo una hija con este hombre’, le dijo a su rival...’Mi sitio es estar aquí con él y usted puede irse ahora mismo’”.

Lejos de sentirse amilanada, según Stassinopoulos, Maar contestó: “’Tengo más razones que usted para estar aquí'”. ¿Y Picasso? “Continuaba pintando como si la cosa no fuera con él y estuviese allí como un inocente espectador”. Así que Marie-Thérèse le pidió a él que eligiera quién se quedaba, y según cita el libro, el pintor dijo: “No tengo interés en tomar una decisión”, y les dijo que lo arreglaran entre ellas. Acto seguido, lo que ocurrió lo toma Stassinopoulos de un relato de un cercano: “Sus dos queridas ‘enzarzadas en una pelea a puñetazos en su estudio, mientras él, pacíficamente continuaba su trabajo en el enorme lienzo concebido para censurar los horrores de las luchas humanas’”.

Antes de Walter estuvo, decíamos, Olga Jojlova, su primera esposa oficial, con quien se casó en 1918. Picasso se basó en ella para dibujar, por ejemplo, Olga en la matilla. Sin embargo, la primera Red Flag le llegó a la rusa por parte de la mismísima madre de Picasso. Así lo cuenta Stassinopoulos en su libro: “Tan pronto como le fue presentada Olga, la llevó aparte y le advirtió que ninguna mujer podría ser feliz con su hijo, porque él era solo asequible para sí mismo, pero para nadie más. También sabía que su hijo no podría ser mujer con aquella mujer en particular”. Y no fue ni el uno ni la otra.

"Olga Jojlova con mantilla" (1917).

Pero volvamos a Françoise Gilot, fallecida este pasado 6 de junio. No solo tenía un descollante talento pictórico, sino que fue la única mujer que le pudo plantar cara. Por ello, fue la única que tomó la decisión de dejar a Pablo Picasso. Y no solo decidirlo, también llevarlo a cabo.

“Nunca escuché a nadie decirle que no a Picasso. De hecho, a mí me llamaba la mujer que dice no, porque cuando tenía que decir no, lo decía”, aseguró ella en una entrevista. Estuvieron juntos diez años, entre 1943 y 1953, y tuvieron dos hijos, Claude y Paloma. Al abandonarlo, un despechado Picasso le espetó: “¿Te crees que alguien va a interesarse por ti? Jamás lo harán sólo por ti: incluso las personas que crees que te aprecian, sólo será una especie de curiosidad por una persona cuya vida rozó la mía tan íntimamente”.

Gilot desveló su vida junto al malagueño en el libro Vivir con Picasso, a pesar de los esfuerzos del pintor por que el libro no viera la luz. Seguro no quería que el mundo supiese de sus conductas privadas. Tras el quiebre, la francesa rehizo su vida de manera notable, sin la necesidad de Picasso. Su obra se expone en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA), el Metropolitan y el centro Pompidou de París, entre otros museos. Una artista con mérito propio.

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