En 2011, el Canal 4 de televisión británica estrenó la primera temporada de Black mirror. Fueron tres capítulos que primero se convirtieron en un fenómeno en el Reino Unido, para luego saltar a Netflix y volverse un éxito global. Era una serie novedosa y arriesgada, con capítulos independientes (como películas cortas) que mostraban cómo las redes sociales y la tecnología podían pasar de ser nuestros amigos a nuestra peor pesadilla; objetos de acoso, tortura y absoluta distopía. Una de esas series que hay que ver y comentar, fresca y terrorífica a la vez.

A 12 años de ese debut, esta semana llegó a Netflix la sexta temporada, con cinco nuevos episodios que se sienten lejanos a lo que fue ese bombástico inicio.

Black Mirror, sexta temporada.

Con duraciones, géneros y propuestas distintas entre sí, lo último de Black mirror es un puñado dispar de experiencias. Joan es horrible es una comedia negra sobre una chica que ve con horror como su vida es convertida en una serie de una plataforma de streaming; Loch Henry muestra a una pareja de documentalistas que deciden hacer una película sobre un caso criminal que esconde oscuros secretos; Beyond the sea presenta a dos astronautas de fines de los años 60, que gracias a una increíble tecnología pueden “estar” en la tierra con sus familias al mismo tiempo que viajan por el espacio; y Mazey day muestra el lado más oscuro del mundo de los paparazzi.

Annie Murphy (Schitt’s Creek) brilla en el primer episodio, que es sin duda entretenido, pero que también empieza a mostrar problemas que se repiten en las cinco entregas: son episodios que buscan la sorpresa, pero muchas veces fallan en la ejecución; que sobreexplican, como si no confiaran en que el espectador va a entender a lo que quieren llegar, entones optan por detallarlo todo en pantalla, dejarlo todo (demasiado) claro.

Black Mirror, sexta temporada.

Estos son problemas que se repiten en cinco episodios que no se sienten como imperdibles, quizás con la excepción de Beyond the sea, el capítulo más cercano a los Black mirror originales, mostrando una propuesta de ciencia ficción y los riesgos de la tecnología, y también los efectos que genera en las personas, con buenos giros y actuaciones de un elenco liderado por Aaron Paul, Josh Hartnett y Kate Mara.

Una serie que se deja ver, que entretiene y a ratos sorprende, pero que sin duda ha perdido la cualidad de magistral que en algún momento tuvo.