De todos los temas que han sido foco de estudio en torno a la vida de Salvador Dalí, su aproximación a Adolf Hitler es uno de sus grandes enigmas.
El artista nacido en 1904 creó tres obras en torno al Führer. Una de ellas fue previa al inicio de la Segunda Guerra Mundial y la llamó El enigma de Hitler (1939). Las dos posteriores fueron publicadas bajo el nombre Hitler en un paisaje iluminado por la luna con acompañamiento (1958) y Hitler masturbándose (1973), provocando interpretaciones muchas veces contrapuestas.
El pintor surrealista fue más directo en sus palabras. Según recogió el libro Confesiones inconfesables de Dalí (1975), de su amigo André Parinaud, tenía un extraño fetiche con el líder nazi.
“Lenin y Hitler me excitaban al máximo. Hitler más que Lenin, por supuesto. Su espalda regordeta, sobre todo cuando la veía aparecer en su uniforme con cinturón y su tahalí de cuero que apretaban sus carnes, suscitaba en mí un delicioso estremecimiento gustativo de origen bucal que me conducía a un éxtasis wagneriano”, expuso en esas páginas.
Y continuó: “Soñaba a menudo con Hitler como si se tratara de una mujer. Su carne, que imaginaba blanquísima, me seducía. (…) Hitler encarnaba para mí la imagen perfecta del gran masoquista que desencadenaba una Guerra Mundial por el solo placer de perderla y de enterrarse bajo las ruinas de un imperio”.
En la época de ascenso de Hitler, Dalí mostró una postura ambigua en torno al nazismo, gatillando roces con sus colegas surrealistas, la mayoría en oposición a ese régimen desde sus orígenes. Sin embargo, según expresó, “no soy hitleriano ni de hecho ni de intención”. Una manifestación de que deseaba una vía apolítica, a pesar de que se trataba de una época convulsionada en Europa.
La Guerra Civil española fue otro motivo de gran tensión en las filas de surrealismo. Si en 1934 André Breton lo acusó de sentir simpatía con Hitler –amenazando con su expulsión del grupo–, a fines de esa década, con la victoria de Franco, se produjo su salida definitiva. ¿El motivo? Su apoyo al catolicismo y la Falange.
En los 70 no tuvo problemas en aceptar un encargo muy personal para el régimen: pintó un retrato de Carmen Martínez-Bordiú Franco, la nieta mayor del Caudillo, en el contexto de su boda con Alfonso de Borbón Dampierre. Curiosamente, en 2022 se destapó que nunca se le pagó lo acordado por ese óleo, que nombró María del Carmen cabalga sobre el caballo de la historia (1972).
Una película sobre los años 70 de Dalí
Dirigida por la canadiense Mary Harron (I shot Andy Warhol, American pyshco), la película Dalíland sitúa gran parte de su historia en 1974 en el Hotel St. Regis de Nueva York, donde Dalí (Ben Kingsley) se aloja junto a su esposa, Gala (Barbara Sukowa). Para abordar el origen de su lazo, algunas escenas se ambientan en el pasado, donde los personajes son encarnados por Ezra Miller y Avital Lvova.
El eje de la cinta –estrenada el viernes pasado en Estados Unidos– se construye en torno a un personaje puramente ficticio: James (Christopher Briney), un joven que es asignado como asistente del artista en los días previos a que monte una nueva exposición en la Gran Manzana.
La cineasta ha descrito al filme como el “retrato de un matrimonio, un matrimonio particularmente loco”. Una opinión sustentada en que la pareja no tenía sexo y en que ella era tanto su musa como una mujer con especial interés en los hombres más jóvenes.
Según declaró al portal Deadline, el vínculo entre ambos “se basó en su increíble creencia en su arte. Ella era una voyeur y tenía sexo con otros hombres. Pero ella tenía una fe absoluta en el genio de él”.
Uno de los rasgos más elogiados del largometraje ha sido la actuación de Ben Kingsley. “La película retrata a Dalí no sólo como un artista, sino que como alguien que interpreta el papel de un artista interpretándose a sí mismo y convirtiendo a su propio personaje en una estrella en el escenario mundial (...) La película requiere un actor de estatura y estilo comparables para llenarla: Ben Kingsley, quien dota a Dalí de grandeza, grandiosidad y grandilocuencia”.
En tanto, Los Angeles Times cuestionó que la historia se narre desde la perspectiva de James. “La dirección de Harron es funcional aunque un poco carente de inspiración; la puesta en escena puede ser un poco aburrida, especialmente para figuras tan grandes como Gala y Dalí”.
La crítica también se detuvo en que si bien, es un filme biográfico en torno a Dalí y un período agitado de su carrera, en pantalla no se muestran ninguna de sus obras.