Al momento de recordarlo, el librero Sergio Parra hace una comparación que ayuda a dimensionar el lugar. “Son como 4 o 5 galpones como la Estación Mapocho, con varios pisos”. Se refiere a la Feria del Libro de Frankfurt, el evento del mundo editorial más importante de planeta. Y que ahora ha vuelto a la palestra por la declinación del Ministerio de las Culturas a perseverar en la postulación para ser país invitado de honor en 2025.
Ubicada en el oeste de Alemania, a orillas de Río Meno, Frankfurt es la quinta ciudad más importante de ese país. Entre sus hijos ilustres vio nacer a nada menos que a Johann Wolfgang von Goethe, el autor de Fausto y Las penas del joven Werther, acaso uno de los autores más importantes de la rica tradición cultural germana.
La Feria del Libro de Frankfurt tuvo su primera edición en 1949, en la Alemania dividida y desecha de postguerra; la del Plan Marshall y la intervención de las potencias aliadas en la entonces República Federal alemana. Hoy es un boyante polo que reúne anualmente a 7.000 expositores de cien países y a 300 mil visitantes, entre editores, libreros, escritores, agentes literarios, ilustradores y hasta productores cinematográficos. ¿A qué van? Principalmente a hacer negocios en torno a los derechos de publicación.
Es decir, no nos imaginemos la Feria de Frankfurt como una feria como las que conocemos en Chile, como la reciente Furia del Libro, o la Primavera del Libro, con stands de las editoriales y la gente llegando a comprar libros y acudiendo a las firmas organizadas para que los autores los firmen. “No, no es una feria a la que el público vaya a comprar -comenta a Culto el escritor y editor Galo Ghigliotto, director de Editorial USACH, quien fue a Frankfurt, en 2015-. De hecho, las charlas a las que yo fui, al menos a la parte donde estuve, tienen que ver con la industria editorial”.
La Feria de Frankfurt, en gran parte, es estrictamente comercial. El librero de Metales Pesados, Sergio Parra, quien estuvo hace 10 años, agrega: “Concurren todas las editoriales más importantes del mundo, de todos los países. Se transan los derechos de publicación. Es una feria de negocios, pero de todo lo que implica el mundo el libro, o sea: imprenta, papel, e-books, etc. Lo más probable es que este año también empiecen a incluir el tema de la Inteligencia Artificial. Hay muchas mesas redondas, muchos conversatorios en torno al mundo editorial”.
En una entrevista de 2017 con el sitio WMagazin, el mismo director de la Feria, el alemán Juergen Boss, definió así al evento “La Feria de Fráncfort no es una feria tradicional porque aquí nunca se han vendido libros. Es un punto de encuentro que trata sobre el comercio y los derechos internacionales de los libros. Se trata de la distribución a nivel internacional donde el tema de derechos ha crecido bastante. Antes el autor cedía los derechos a la feria y la feria los cedía a las editoriales. Hoy las cosas son diferentes”.
“Hay un salón de venta de derechos con más de 600 agentes literarios de todo el mundo que crece cada año, entre un 5% y un 10% -agrega-. Aunque cada año los libros se venden mucho antes. Este año en febrero ya estaba todo vendido y en la feria se oficializa. Otro aspecto que ha cambiado en la Feria de Fráncfort es que se ha convertido en un punto de encuentro de políticos, comisarios de la Unión Europea y ministros de cultura de todo el mundo para ver cómo es esto. La feria también se ocupa del fenómeno de la lectura, de imagen y fotografía. Es una feria en la cual hay cerca de nueve mil periodistas”.
Algo que comentan quienes han ido, es que habitualmente se ve que en la feria se junten un grupo de editoriales de países diferentes (y con distintos idiomas) para que entre todos compren los derechos de publicación de una novela. Luego, cada uno de ellos distribuye en su lengua particular.
¿Cómo es el ambiente adentro? Galo Ghigliotto recuerda: “Es una cosa enorme, hay varios pabellones, y en cada uno hay diferentes cosas”. Si bien, lo principal no es la venta de libros, sí hay sectores específicos donde se pueden encontrar otro tipo de souvenirs y cachivaches. “Recuerdo haberme metido en un pasillo donde había gente haciendo cosplay y le compré un Pikachu a mi hijo. Al menos ese tipo de cosas las vendían”, cuenta Ghigliotto.
“En el stand de Chile, había exhibición de libros y no los venden -agrega Ghigliotto-. Las editoriales tienen los libros ahí, los editores tienen las reuniones en las mesas de negocios que están en otro lado, o a veces ahí mismo en los pasillos. Hay un galpón exclusivo para agentes, ahí ellos arriendan un espacio para conversar. Hay agencias como la de Andrew Wylie que tiene filas de escritorios con sus agentes. Las reuniones son principalmente en inglés, salvo con los españoles. Anda mucho traductor dando vuelta ofreciendo sus servicios. También gente que ofrece imprenta, venta de libro digital. Recuerdo haberme reunido con editoriales de Francia, Alemania, Suecia, Corea, y también con agentes”.
Como Parra y Ghigliotto, desde Chile suelen acudir -seleccionados a través de una convocatoria pública- editores, agentes literarios, libreros y gremios del libro. Es decir, que Chile no sea el país invitado de honor, no significa que no haya presencia chilena en Frankfurt.
¿Cuál es el rol de los países invitados? Parra comenta: “Cuando va un país invitado, tiene toda la repercusión mediática, y todos los traductores ponen el foco en ese país, para traducir. Hace 10 años atrás era impensable que fuera Chile, porque no teníamos una producción tan grande de autores internacionales, aparte de Isabel Allende, José Donoso, y no teníamos libros traducidos. En los últimos años, una novela se publica en Chile y casi simultáneamente sale en inglés. Es cosa de ver a Alia Trabucco, Nona Fernández, Alejandro Zambra, etc”.
“Se hacen actividades, por ejemplo, una selección de escritores del país invitado juega un partido de fútbol con los alemanes”; comenta Parra. Es decir, podríamos ver a Alejandro Zambra dándole un pase-gol a Diego Zúñiga, por ejemplo. “Hay stands por países, pero también de editoriales. Es carísimo estar ahí”. El librero no exagera. En 2022, el país invitado de honor fue España, que -según informó El País- desembolsó un generoso presupuesto de 12 millones de euros (unos 10 mil millones de pesos chilenos).
Ahora, en los primeros días, la feria es cerrada. Solo entra el grueso del mundo del libro que va a transar derechos, traducciones y publicaciones. “Ahí está lleno, repleto”, comenta Parra. Pero la cosa cambia en la última jornada. “En el día final, la feria se abre, la gente ingresa a la feria. Algunos stands venden, otros los regalan. Lo que pasa es que la venta que hay ahí es mucho más grande que una feria a nivel local”.
“Por ejemplo, en un stand vi una biografía de John Cheever que me interesó, me dijeron que no estaba a la venta, pedí que me lo guardaran para el último día. Entonces fui, y cuando llegué al stand no lo vi. Me asusté un poco, pero me la habían guardado y me la llevé”, recuerda Parra.
La importancia capital de la Feria de Frankfurt, como evento de negocios, es tan grande que la mismísima Isabel Allende, en una entrevista de 2019, comentó que su obra prima, La casa de los espíritus, se vio empujada por la feria.
“Fue una sorpresa tremenda para todos. Primero, para la agencia de Carmen Balcells. Ella creía en la novela, pero recuerdo que me dijo, cuando me invitó para la promoción: cualquiera puede escribir un buen primer libro; el escritor se pone a prueba en el segundo. La novela se publicó hacia agosto-septiembre de 1982 y luego vino la feria de Frankfurt, donde fue la novela más comentada. La compraron en todos los idiomas europeos. Yo estaba en el exilio, en Venezuela, y no me enteré de nada hasta un año más tarde. Entonces ya estaba embalada hacia la segunda novela. Menos mal, que si no, el pánico me habría paralizado. Todo lo que ha pasado desde entonces con La casa de los espíritus ha sido como una bola de nieve que ha ido creciendo”, comentó en una entrevista de 2019 a la web del festival Grec de Barcelona.