Las montañas blancas, la nieve y la tranquila soledad de la naturaleza. Esos son los elementos que decoran la vida de Arnold Schwarzenegger a sus 75 años.
Sentado en un jacuzzi al aire libre y rodeado del humo producido por sus bocanadas de puro cubano, uno de los ídolos indiscutibles del Hollywood de los ochenta se dispone a abrir las puertas de su hogar para iniciar un viaje por sus recuerdos. En primera persona y bajo la dirección de Lesley Chilcott. Relatando con orgullo sus logros, pero también dejando espacio a la reflexión en torno a los momentos más oscuros de su biografía.
Así arranca el primero de los tres episodios que componen a Arnold, una miniserie documental de Netflix que se aventura a describir, con lujo de detalles, todas las aristas de la vida del físico culturista austriaco que llegó a Estados Unidos encantado por la promesa del sueño americano. Un sueño que cumplió, y con creces. No sólo triunfó en el fisicoculturismo llegando a coronarse como Mr. Olympia siete veces.
También llegó a convertirse en una de las estrellas más importantes del cine de acción a pesar de las dudas de su entorno, sólo para luego consagrar su calidad de ciudadano norteamericano con una carrera política que lo tuvo como gobernador del estado de California por ocho años.
Mientras observa el imponente paisaje que rodea a su casa, el hombre detrás de Terminator resume en una frase su manera de observar las cosas: “Toda la vida he tenido el inusual talento de ver mi futuro muy claramente. Si puedo verlo, entonces puedo conseguirlo”. Esa es la motivación que lo llevó a triunfar en una triada de escenarios totalmente distintos, y que hoy lo tienen como el relator de unas memorias que, aunque han sido criticadas por omitir algunos pasajes polémicos, hace frente a varias situaciones decisivas en su historia.
El padre abusivo: un hombre roto de la posguerra
Su infancia no fue sencilla. Nacido y criado en Thal, un pequeño pueblo de Austria de un poco más de 2 mil habitantes, creció en el seno de una familia compuesta por una madre obsesiva de la limpieza y un padre excesivamente estricto, jefe de la policía rural. El carácter de este último era durísimo, y la base de su crianza era el trabajo duro y la disciplina.
Tanto así, que uno de los recuerdos más vívidos de su niñez apunta a cuando su padre, todas las mañanas, hacía que él y su hermano se ganaran el desayuno haciendo flexiones o ejercicios matutinos. Fomentó una extrema competitividad con su hermano, un año mayor que él, y que se basaba en mediciones tan banales como quién corría más rápido o quién cortaba las mejores flores para el día de la madre. Su hermano era mucho más fuerte e inteligente, y por entonces solía alzarse como el vencedor de todas esas pruebas impuestas por su padre.
También era un sujeto violento. Por las noches, solía llegar ebrio a la casa, listo y dispuesto para golpear a su madre y a los niños. Pero Arnold no lo culpa. Incluso comprende el porqué del comportamiento de su padre, que era el mismo que tenían los papás de sus vecinos y compañeros de la escuela. Tanto él como la gran mayoría de los hombres del pueblo vivieron las tragedias de la Segunda guerra mundial. El mismo Schwarzenegger recuerda que su padre pasó tres días enterrado en los escombros. En sus palabras, “Austria era un país de hombres rotos”.
Sin embargo, la misma crianza de la que él aprendió la importancia de ser útil y trabajar con disciplina, terminó por hundir a su hermano, que falleció a los 25 años tras chocar contra un poste de luz mientras conducía ebrio. “Siempre fue el favorito de la familia. Era muy artístico, muy inteligente, leía mucho. Pero no creo que haya sido feliz. Creo que empezó a beber porque nuestra crianza fue muy dura. Tuvimos una infancia brutal. Nos daban palizas a veces. Creo que no pudo soportar todo ese castigo. Nuestro padre tenía un comportamiento casi esquizofrénico”, señala el actor en una de las escenas del documental.
Reg Park, el ídolo
Arnold Schwarzenegger tiene claro el momento exacto en que se enamoró del fisicoculturismo. La imagen se mantiene nítida en su cabeza: año 1961, en el marco de su primer viaje a la ciudad. Iba caminando con su hermano después de la escuela cuando se toparon con uno de los cines de Graz. En la cartelera, un hombre musculoso e imponente vestido con ropas griegas y caracterizado de Hércules se robó toda su atención.
“Quedé en trance. ¿Quién era? Vi la película y me fijé en su cuerpo, estaba tan impresionado que no podía dejar de pensar en eso. Estaba empezando a producir testosterona, me gustaban las chicas. Me pasaba de todo. Y luego pasé por una tienda que vendía cosas de Estados Unidos, como revistas de fisicoculturismo. Reg Park, el actor de la película que había visto, estaba en la portada”, recuerda Schwarzenegger. Desde ese momento, Park se transformó en su ídolo.
La revista de la tienda tenía en su interior una guía con su programa de entrenamiento. Se levantaba a entrenar a las 5.00 a.m, y repetía la rutina de ejercicios tres veces al día. También contaba cómo fue el proceso para convertirse en Mr. Universo y cómo lo descubrieron en Roma para llevarlo a la gran pantalla y, así, transformarlo en el Hércules del cine. Así fue como un joven Schwarzenegger se trazó sus tres primeros objetivos: trabajar su cuerpo todos los días, ganar Mr. Universo y llegar a ser un actor de Hollywood multimillonario.
Entrenaba todos los días en su casa bajo el silencio absoluto del campo austriaco, hasta que se unió a un club de Graz y rápidamente se volvió adicto al entrenamiento. Era cuestión de tiempo para que comenzara a participar en las competencias locales, donde escaló poco a poco en el podio. En un minuto decidió ingresar al ejército. Más que mal, cumplir con el servicio militar era un requisito para solicitar el pasaporte. Hasta que un día lo llamaron para invitarlo a participar a la competencia del mejor cuerpo de Europa en Stuttgart. Aunque no obtuvo el permiso para abandonar el cuartel, encontró la forma de llegar a Alemania. Y ganó el primer lugar de la división juvenil.
En 1966, un fotógrafo del ambiente lo invitó a trabajar en su gimnasio, en Munich. No había mucho que pensar. Solicitó la baja del ejército y emprendió el viaje. En 1966, sus amigos lo ayudaron a costear el pasaje para llegar a Londres y participar en Mr. Universo. Y con 19 años llegó al segundo lugar. Wag Bennet, uno de los jueces del concurso, notó su potencial. Lo invitó a su casa y, así, comenzó su preparación para ganar el primer lugar al año siguiente. Un día cualquiera, Park se apareció en la casa de Bennet. Le dijo que, si ganaba la edición de Mr. Universo de 1967, lo llevaría con él a Sudáfrica y le pagaría para que recorriera el país exhibiendo poses. Schwarzenegger ganó y Park cumplió.
De un día para otro, el joven Arnold se transformó en un miembro más de la familia de Park. Hay otra anécdota que los une: para 1970, Schwarzenegger ya estaba instalado en Estados Unidos e integrado en el circuito norteamericano del fisicoculturismo. Pero ese año, decidió volver a presentarse en el concurso londinense. Y aunque ya estaba retirado, Park también se anotó. Ambos llegaron a la final, pero Schwarzenegger se alzó como el ganador de esa versión. “Me sentí raro al competir contra mi ídolo. Y luego derrotarlo. Después de eso me sentí muy raro mentalmente, algo culpable. Quizás debí dejar de lado mi ego y no competir ese año. A los 15 años soñaba con estar ahí. Lo idolatraba. Pero ese año, yo me convertí en la persona que otros idolatraban”.
Rocky vs. Terminator
Sólo una persona podía disputarle el trono al actor de acción más taquillero del cine ochentero. Ese hombre era Sylvester Stallone. Los medios no tardaron en rastrear las similitudes las carreras de ambos. Lo lógico era enfrentarlos y transformarlos en el enemigo público del otro. Y por supuesto que Schwarzenegger sabía de competencia.
Los rumores de pasillo alimentaron un anecdotario de desencuentros, que incluso develan presuntas jugarretas para robarse papeles mutuamente. Pero más allá de las habladurías del medio, el mismo Stallone confirmó que, por esos años, no podían ni si quiera verse, y que era la misma gente la que los separaba en los lugares públicos. “Competíamos por todo. El cuerpo más marcado y aceitado. Quién mataba más. Quién es más duro. ¿Quién usa cuchillos más grandes? ¿Quién usa armas más grandes? Sly y yo estábamos en guerra”, afirma el austriaco en su docuserie.
Stallone, que es uno de los tantos entrevistados dentro del documental de Netflix, resume el contexto de su enemistad de una manera muy acertada: “Los años 80 fueron interesantes porque aún no se definía cómo era el modelo de actor de acción. Hasta entonces, la acción era una persecución en auto, como Bulllitt o Contacto en Francia, y películas sobre ‘intelecto’ e ‘insinuaciones verbales’ de esto y lo otro. Rambo: primera sangre era de acción. En verdad me apoyaba en mi cuerpo para contar la historia. El diálogo no era necesario. Era una oportunidad, nadie lo estaba haciendo, excepto un tipo de Austria… Que no necesitaba decir mucho”.
Y frente a las cámaras, Schwarzenegger vuelve a confirmar que la competencia entre ambos era real. En un momento, declara que Stallone lo estaba superando con sus películas en los 80. Intentar ser mejor que él era una motivación. Detrás de cada paso dado por el actor neoyorquino, estaba el fisicoculturista tratando de superarlo. Y sin dejar de alimentar la polémica pública.
En una entrevista televisiva por el estreno de Comando, el presentador del programa le señala que hay muchas críticas diciendo que su película es una copia de Rambo. “No se pueden comparar, la mía no ocurre en la jungla”, respondía Schwarzenegger. “¿Y cómo se comparan tus músculos con los del señor Stallone?”. La respuesta sacó risas en el estudio: “Yo fui el campeón de eso. No tengo que defenderme”.
Sin embargo, lo que antes fue una rivalidad real hoy se revela como una amistad. En un momento de la serie, y entre risas, el hombre detrás de Rocky incluso afirmó algo que décadas atrás nunca hubiese sido capaz de formular: “Él quería ser el número 1. Por desgracia, lo logró”. Su ex contrincante también ve hoy con mayor claridad el rol que jugó Stallone en su carrera, afirmando que, “sin él, quizás no hubiera tenido la motivación en los 80 para hacer esas películas y esforzarme tanto”.
Acusaciones de acoso y un matrimonio quebrado
El comienzo del siglo XXI significó un nuevo cambio de rumbo. Ya había logrado todas sus metas en el fisicoculturismo. Y también cimentó una carrera como uno de los actores más taquilleros de Hollywood, a pesar de todas las críticas que recibió al principio. ¿Qué vendría ahora?
La estabilidad en la industria ya no era desafiante. En 1986, Schwarzenegger contrajo matrimonio con Maria Shriver, sobrina de John F. Kennedy, por lo que las tertulias políticas habían comenzado a tomar cada vez más relevancia dentro de su vida. Su matrimonio le abrió un nuevo abanico de posibilidades y, directa o indirectamente, trazó su camino a lo que, para él, era una suerte de retribución a todo lo que Estados Unidos le había ofrecido.
Así fue como se animó a lanzar su candidatura a gobernador del estado de California con un cupo del partido Republicano. La decisión final fue tomada a último minuto. Estuvo a punto de no presentarse, pero el apoyo repentino de su esposa lo llevó a confirmar su disponibilidad en la televisión en vivo. El problema era que no había equipo ni un plan concreto de campaña.
Aun así, las cosas marcharon bastante bien para Schwarzenegger. Logró conquistar a los habitantes de California con sus propuestas, pero también con la capitalización de su imagen en la cultura pop. Eso, hasta que un reportaje de Los Angeles Times reveló una serie de acusaciones en su contra, donde varias mujeres denunciaban haber sido humilladas y agredidas sexualmente por el actor. El primer reportaje recopiló el testimonio de seis mujeres, que, con el paso de los días, se transformaron en quince.
Una de ellas aseguró que el actor la manoseó en 1975, cuando tenía 19 años. Otra, una periodista británica, lo acusó de haber acariciado uno de sus pezones durante una entrevista dada el año 2000. Manteniendo el anonimato, una joven afirmó que en 1990 intentó sacarle el traje de baño, mientras que otra de las denunciantes dijo que el austriaco la obligó a sentarse en sus rodillas mientras le preguntaba si alguna vez había practicado sexo anal. Y esa es sólo una parte de los testimonios recibidos por el diario.
Al principio, el actor optó por la negación. Pero cuando la situación comenzó a salirse de las manos debió formular una declaración más convincente. “Lo siento. Y me disculpo con todas las personas a las que ofendí”. Esas escuetas palabras bastaron para que una buena parte de los electores le creyeran y terminaran eligiéndolo como gobernador por dos periodos consecutivos.
Por supuesto que su equipo apostó por difundir que se trataba de una maniobra política para truncar su candidatura. Más que mal, el reportaje vio la luz apenas cinco días antes de las elecciones. Sin embargo, la periodista Carla Hall asegura que el único motivo tras la fecha de publicación fue el tiempo que tomó la investigación. “Cuando Schwarzenegger anunció su candidatura, el equipo de Los Angeles Times se concentró en investigar historias que habíamos escuchado durante años, pero que nadie había investigado a fondo”, comenta en la serie.
A 20 años de las denuncias, el actor vio en la producción de Netflix una oportunidad para asumir su verdadera responsabilidad. “Hoy miro hacia atrás y me doy cuenta de que realmente no importa en qué época fue. Si fue en los días de playa, si fue hace 40 años, o si fue ayer. Estuvo mal. Fue asqueroso. Olvida las excusas, estuvo mal”.
En ese momento, su esposa depositó su voto de confianza públicamente. Pero las cosas tampoco acabarían del todo bien entre ellos. La carrera política de Schwarzenegger le dio muchas alegrías, pero también momentos difíciles a nivel familiar. Terminó por transformarse en un padre ausente y debió comenzar terapia de pareja con Maria. El 2011, y a través de su terapeuta, le preguntó si Joseph, el hijo de la empleada que trabajaba en la casa familiar, era su hijo. Arnold no podía seguir ocultándolo y confirmó que el niño fue fruto de un antiguo affaire.
Tras el divorcio, la familia del actor continuó reuniéndose en los momentos importantes, pero nada volvió a ser lo mismo: “Creo que con mi error ya le he causado suficiente dolor a mi familia. Por eso todos sufrieron. Maria sufrió, mis hijos sufrieron. Joseph, su madre, todos. Tendré que vivir con eso el resto de mi vida. La gente recordará mis logros y también recordará esos fracasos. Fue un gran fracaso. Tuve fracasos en el pasado, en mi carrera, pero este es un asunto totalmente diferente. Es un fracaso de otra dimensión”.