Crítica de discos de Marcelo Contreras: Sigur Rós en lo de siempre; Swans y Stewart Copeland se lucen
Distintos resultados para las novedades discográficas de esta semana, las que involucran desde rock con alma experimental hasta travesías orquestales.
*Sigur Rós - Átta
El trío islandés de post rock es de esas instituciones que despiertan cierta unanimidad con trizaduras, tangencialmente recordatoria del clásico cuento El Traje Nuevo del Emperador (1837) de Hans Christian Andersen. Una gran mayoría parece convencida de que se trata de un proyecto inapelable y sublime, pletórico de categoría en busca de la magnificencia mediante una arquitectura musical de pretensiones mitad litúrgicas / mitad banda sonora de un drama nórdico existencial plagado de grandes actuaciones. Para otros, los ropajes musicales etéreos y magnificentes apenas cubren una dinámica anémica y reiterativa, con la mayoría de las piezas construidas a partir de un in crescendo inalterable, con voces agudas que aspiran llegar al cielo.
A diez años de Kveikur y con el regreso del tecladista Kjartan “Kjarri” Sveinsson, Átta llega para confirmar a los convertidos, y mantener inalterables las dudas entre los escépticos. Sigur Rós se hace acompañar por la London Contemporary Orchestra en piezas, que de fondo, se aprecian bellas, angelicales y redundantes. Sólo Klettur rompe el ciclo con un coqueteo electrónico. El resto del material amplía el fenomenal registro de Sigur Rós edificando catedrales vacías.
*Stewart Copeland - Police Deranged for Orchestra
Si se cede al prejuicio en los primeros minutos de este proyecto que orquesta algunos de los más grandes éxitos de The Police -el cierre llega con el súper hit Every breath you take-, junto a gemas más oscuras como Demolition Man o Murder by Numbers, las posibilidades de pasar a otra cosa son amplias. En algún momento se cruza el horroroso fantasma de los clásicos pop rock sometidos al barniz del bossa nova que termina uniformando todo rumbo al bostezo, hasta que paulatinamente la calidad y la reescritura sinfónica acompañada de diversas voces femeninas, se impone.
No solo se trata de un catálogo inapelable de uno de los nombres fundamentales de los 80 como fue The Police, sino del talento de un baterista fenomenal e influyente como Stewart Copeland, para dotar de nuevos colores y tonalidades las canciones de su antigua banda. Copeland mantiene la estructura suficiente para reconocer las piezas mientras el decorado es distinto, lo mismo sus partes más orientadas a la world music que el golpe cortante, parte de su rúbrica.
De seguro Sting, uno de los compositores que más dinero gana por regalías, sonreirá por los derechos correspondientes. Pero también por la calidad, el respeto y el ingenio de su ex compañero.
*Swans - The Beggar
El proyecto de rock experimental de Michael Gira (69) sigue ofreciendo pocas puertas de ingreso, y muchas posibilidades de perderse exquisitamente en su interior. Este decimosexto título, The Beggar, desconcierta desde la extensión de dos horas, hasta la distribución de los cortes. Entre las once piezas, la penúltima -The Beggar Lover (Three)- se expande por más de 43 minutos. Construida como si fuera una obra independiente y a la vez consonante con la propuesta del resto del álbum, está subdividida en una serie de movimientos que incluyen cadenas corales, violines chirriantes, voces infantiles envueltas de percusiones inquietantes, y acordes de guitarra acústica agujereados por ecos. En largos pasajes, la experiencia semeja la trama de una cinta de David Lynch empecinada en explorar infiernos en blanco y negro, sugiriendo dulces y retorcidos sueños.
El arranque con The Parasite introduce la obra como un bufón oscuro fraseando sobre oleadas de lo que parece ser un clavicordio mientras la voz repite como un mantra “ven a mi, aliméntate de mí”, a la manera de una invitación irresistible hacia la locura y la oscuridad. Antes de dictaminar que el rock agotó sus posibilidades, se recomienda chequear en qué está Swans.
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