Un reportaje de The Economist, publicado en febrero del año pasado, sobre el declive de la música en inglés, valoraba el vigor del reggaeton a nivel mundial. Los datos son rotundos: en las temporadas 2020, 2021 y 2022, Bad Bunny fue el artista más escuchado en streaming. Y en Spotify se concluyó que en los países de habla hispana, el consumo de canciones en inglés disminuyó desde el 25% al 14%. Este ascenso y dominio de la música urbana, hasta ahora, no es retribuido en más páginas en la prensa y decenas de músicos consideran que el reggaeton es, a lo menos, un estilo menor.
“Hay una cuestión de clasismo con el reggaeton. Se tiene una visión de que no es arte porque el arte debe ser puro. Las fuerzas conservadoras también hacen lo suyo: nos hacen caer en ese círculo clasista porque, en su mayoría,los artistas de reggaeton son personas que crecieron en lugares con menos oportunidades. Es un prejuicio y no nos damos cuenta”, señala Pablito Wilson, argentino afincado en Bogotá desde hace 20 años, que acaba de publicar Reggaeton, una revolución latina –disponible en Amazon-, una obra académica e insoslayable sobre este masivo género.
El periodista pasó tres años investigando sobre la música urbana. Desde que arrancó en los noventa en Nueva York con una canción jamaicana titulada Dembow y con un sonido llamado pounder, hasta la importancia del perreo durante la pandemia. “Tuve mala suerte porque publiqué el libro en forma independiente y justo apareció el Covid. Cerraron las librerías y tuve que venderlo por mi cuenta, por Instagram”, recuerda.
En esos días de encierro, Wilson recibió el llamado de una nueva editorial española, Liburuak, quienes le ofrecieron publicarla, pero le pidieron añadir dos capítulos. El libro es un texto pionero, que explica la historia y la sociología de un género por el que nadie daba un peso y que, ahora, es el último gran fenómeno musical planetario. Incluso, por sobre el K-Pop.
El escritor está convencido que el gran plus del reggaeton para no ser solo una moda pasajera fue su capacidad para adaptarse a los cambios. Y cita un momento cumbre de su historia: la aparición de Gasolina de Daddy Yankee en 2004. “Ese instante remite a la capacidad artística del género. Hasta la publicación de esa canción, los únicos temas latinos que tuvieron éxito global fueron La Bamba y Macarena. Gasolina logra que el estilo se reinvente y que los éxitos mundiales no sean esporádicos. La magia del reggaeton está desde La Tortura de Shakira a Me Porto Bonitode Bad Bunny. No sé qué pasará en el futuro, pueden crecer géneros pop como el K-Pop o el Afrobeat, pero el reggaeton tiene un gran aliado. Sus principales oyentes son los latinos y muchos de ellos se fueron a Estados Unidos, donde son la colonia migrante más grande. Allí se controla el negocio musical y cada vez se ven más oportunidades a los latinos”, sentencia.
Asociado a la violencia y la misoginia, el reggaeton siempre tuvo enemigos. En 1995, una organización cristiana de Puerto Rico –país propulsor del estilo junto a Panamá- llamada Morality in Media obligó vía judicial a las tiendas de discos a retirar todos los álbumes del estilo. Siete años más tarde, una senadora portorriqueña logró que el gobierno aprobara una censura al reggaeton por, supuestamente, azuzar la violencia. La prohibición, como siempre, hizo que los jóvenes se dedicaran con mayor fervor a crear canciones del género. Y la bola no dejó de crecer. “Las letras de reggaeton hablan de dinero, mujeres, autos, pero no le resta honestidad porque lamentablemente es el mundo en que vivimos. Somos una sociedad más ignorante que hace 20 años. Y eso no es culpa del reggaeton. Las generaciones van cambiando y los contenidos ahora son más banales.Pero esos problemas no se le pueden achacar a un artista”, indica.
-¿Cuál es el peligro del reggaeton?
-En los Grammys 2019 quisieron quitarles representatividad disminuyendo los premios al estilo, pero fue por una cuestión política. Su impacto mundial se acrecentó con todas las marchas en Puerto Rico de ese año para la destitución del gobernador Ricardo Rosselló en que lideraron Residente de Calle 13 y Bad Bunny. Ese es el peligro. La industria musical no te perdona ir contra los intereses. La música o los artistas cuando son transgresores hay que bajarlos.
-Pero ahora los músicos no necesitan tanto a los medios para hacerse conocidos…
-Claro, aunque los quieran bajar da lo mismo. Músicos como Bad Bunny, por ejemplo, tienen plena autonomía porque ellos mismos son sus propios medios de comunicación. No necesitan de nadie. Residente tampoco.
-¿Qué te parece la evolución artística de Bad Bunny y su resistencia a cantar en inglés?
-Me gusta. Ha tratado de construir un mensaje apoyando, por ejemplo, la libertad de género o dando voz a los excluidos. Y cantando en su idioma que es también una forma de resistencia. Pero también creo que este tipo de artistas están en continua marginación, estamos perdiendo los espacios de protesta. Hay una moda por este retorno de personas retrógradas en la política mundial, que se dicen defensores de la libertad, pero solo quieren hacer las cosas a su manera.
-¿Por qué el reggaeton no tiene muchas mujeres líderes?
-Hay algunas, pero es un género asociado a la masculinidad. Creo que en esta nueva generación deberían haber abanderadas femeninas. Personas con un pensamiento coherente y que hablan con sinceridad como Karol G.
-¿Según tu investigación hacia donde va la música latina?
-Hacia la masificación. Los latinos se ganaron un lugar en la música y cada vez aparecen más artistas de nivel.
-¿Te gusta el nivel del reggaeton chileno?
-No soy un especialista. Yo crecí con Chancho en Piedra, era fanático. Pero están haciendo hits. Ultra Solo de Polimá, Una noche en Medellín de Cris Mj, lo que hace Paloma Mami es un reggaeton de raíz, pero más acelerado que gusta mucho. También me encanta el flow de Marcianeke y, aunque no soy fan, reconozco el legado de Pablito Chill-E. Hay una buena camada.