Lo escribió a los 17, lo filmó a los 19 y lo estrenó en el Festival de Cannes a los 20. Xavier Dolan (Montreal, 1989) siguió esa centelleante trayectoria con su primer largometraje, que presentó con el provocador título de I killed my mother (2009).

A una edad donde la mayor parte de sus contemporáneos aún estaba en la escuela de cine, el realizador canadiense estaba en la Costa Azul exhibiendo su ópera prima en la Quincena de Realizadores, una de las secciones paralelas del certamen más afamado del mundo.

Ese fue el lugar donde se formó como cineasta y donde regresaría en reiteradas ocasiones durante los años siguientes. En ese periodo consolidó un cine intenso que trabajaba en gran medida en torno a su propia biografía, en particular en torno a las cuentas pendientes con su infancia: sus padres se separaron cuando tenía dos años y su mamá lo envió a un internado en la zona rural de Quebec cuando tenía ocho.

“No quiero que pienses que mis padres eran monstruos. Mi infancia realmente no fue tan mala”, le aclaró a The New York times en 2018.

Con 25 estrenó su quinto largometraje, Mommy (2014), probablemente el trabajo más elogiado de su carrera. La película se centra en una viuda (Anne Dorval) que lidia con las dificultades de criar a un adolescente violento (Antoine Olivier Pilon), y funcionó como una sólida síntesis de sus inquietudes temáticas y su experimentación formal. El jurado presidido por Jane Campion decidió que compartiera el Gran Premio con Jean-Luc Godard.

Dolan no dejó de filmar en los años posteriores –estrenando tres cintas más desde entonces–, pero ahora, por alguna razón, ha decidido que es hora de parar.

Ya no tengo ganas ni fuerza para comprometerme dos años con un proyecto y que luego no lo vea casi nadie. Le pongo demasiada pasión para llevarme tantas decepciones. Me hace preguntarme si mi cine es malo, y sé que no lo es”, indicó a El País.

Proporcionó esas declaraciones a raíz del estreno de su primera producción para la televisión, la miniserie La noche que Logan despertó, que únicamente se verá en Canadá, Francia, Japón y España. Dolan expresó estar “cansado y desanimado” con la situación y contó que durante su última realización no solo tuvo que gastar parte de su patrimonio, sino que pedirle prestado dinero a su papá.

Detalló que cumplirá con realizar una serie para HBO –un proyecto con el que estaba comprometido desde antes– y que luego pretende dar vuelta la página. “La solución más sencilla es dirigir publicidad y construirme una casa en el campo”, señaló.

Un día antes, en una entrevista con el periódico El Mundo, conectó su agotamiento con el estado del mundo. “No entiendo de qué sirve empeñarse en contar historias cuando todo alrededor se desmorona. El arte es inútil y dedicarse al cine, una pérdida de tiempo”.

Puede que parezca un retiro demasiado prematuro, pero Dolan lleva ligado al audiovisual desde hace décadas: grabó su primer comercial a los cuatro años y dos años después ya estaba convertida en una estrella infantil en su país gracias a su labor en cine, televisión y publicidad. Y ha filmado sin parar desde que tiene 19, dirigiéndose a sí mismo o trabajando con actores de la talla de Marion Cotillard y Vincent Cassel.

Durante ese tiempo ha acumulado tantos admiradores como detractores. Ciertamente el segundo grupo creció cuando llamó a Orson Welles “perezoso”, a propósito de que el director estrenó Ciudadano Kane cuando tenía 25 años.

“A la gente le puede disgustar y pensar que soy un mocoso narcisista”, apuntó en Twitter. “Pero una cosa que nadie me podrá quitar es que siempre he dicho lo que pienso y siempre he sido fiel a mí mismo”.

Y su imagen tampoco mejoró cuando se deslizó que habría boicoteado el triunfo de Carol en el Festival de Cannes 2015, una decisión que supuestamente habría sido unánime entre el resto de los integrantes del jurado antes de que él se opusiera.

Nunca se repuso de las duras críticas que recibió en la edición 2016 del evento con It’s only the end of the world, la asfixiante historia de un dramaturgo gay que regresa a su casa para contarle a su familia que se está muriendo. IndieWire la describió como una película que “ningún número de imágenes bonitas puede salvar”, y esa no fue la crítica más dura.

En 2019 transparentó sus inseguridades, señalando que “llevo diez años años viniendo aquí (a Cannes) y es muy difícil evolucionar como artista. Quiero crecer, pero luego, cuando cambias, la gente te dice: ‘¿Por qué no hiciste la misma película?’”.

Unos años después, Dolan tiró la toalla y ya no quiere responder esas preguntas.

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