“Las malas es como mi Ojalá, de Silvio Rodríguez”; comenta risueña la escritora argentina Camila Sosa Villada (41). Estamos con ella en el hall de un clásico hotel del sector oriente de la capital. Vino en nuestro país por cuatro días, comenta, para realizar dos actividades: una charla en la Cátedra abierta en homenaje a Roberto Bolaño, de la UDP (junto al periodista y columnista de La Tercera, Óscar Contardo); y la presentación en nuestro país de Las malas (2019, Tusquets), su primera novela, y que nunca fue presentada en Chile.
Su nombre surgió como los fenómenos, de manera explosiva. En Las malas, narró el mundo profundo de las travestis que se prostituyen en las calles de su natal Córdoba. Con la ágil edición de Juan Forn, fue un verdadero hit y le significó incluso recibir el importante Premio Sor Juana Inés de la Cruz, en 2020, que le dio un nombre como escritora. Eso sí, posteriormente se ha encargado de desmentir -como en charla con este medio en 2022- que Las malas es una novela autobiográfica, a pesar de que en su pasado ejerció la prostitución.
Con una actitud algo distante, la cordobesa admite que hoy su relación con la novela es algo especial. “Hace cuatro años que la publiqué y tengo que volver a hablar de lo mismo una y otra vez. Es lo que me toca porque es mi trabajo, porque se vende muy bien. Acá en Chile no lo había presentado. Entonces, estoy un poco obligada a tener una relación con ese libro. Por lo general soy un poco más desapegada con las cosas que hago. Si actúo en una obra de teatro o hago cine, no vuelvo a eso, tampoco me releo. Soy muy desapegada”.
¿Pero no te pasa como García Márquez que terminó odiando Cien años de soledad?
Noo, para nada. No es un desapego que tenga afecto de por medio. Supongo que porque soy así, porque fui siempre un poco así. Soy desapegada de las cosas que en algún momento me interesaron y me dejaron de interesar. Con algunos amores, con mis padres, incluso con muchísimas personas que se cruzaron por mi vida, que fueron importantes en algún momento, y luego me dejaron de interesar, los dejé de querer o me dejaron de parecer agradables, y me fui. Eso no significa que sea definitivo. (Las malas) la escribí, ya hice el recorrido. También tiene que ver con el cansancio, con hablar siempre de lo mismo, responder casi siempre las mismas preguntas.
Dijiste que no relees lo que escribes. Entonces, ¿nunca volviste a Las malas?
Lo que pasa es que releo mucho para corregir. Creo que la escritura es la corrección, el resto es una cosa muy narcisista. Una persona que se sienta frente a un computador y escribe, escribe, llena páginas, una detrás de la otra, de lo que se le canta, porque sí, porque tiene una idea en la cabeza, porque tiene una musicalidad en la cabeza o un personaje entre manos.
¿Pero en esa relectura no has pensado en crear un universo o un spin-off de alguno de los personajes?
No, eso es porque se aman mucho a sí mismos. Yo me leo y me digo qué vergüenza, mirá lo que puse. No, no soy así. No me tomo tan en serio.
¿Y qué piensas del rol de los medios? ya que decías que te preguntaban siempre lo mismo. Hay siempre una mirada recordatoria...
Pero, ¿no te ofendés con mi respuesta?...
No, es tu opinión.
Bueno, el periodismo en general, sobre todo el periodismo cultural, rara vez sabe hablar conmigo. Rara vez nos entendemos. Por ejemplo, ayer fui a una radio y fue un desentendimiento total y absoluto que toleré solamente porque estaba muy cansada. Pero podría haber hecho mi escenita si quería, porque el desentendimiento fue total y absoluto. Además con descaro por parte de ellos. Por naturaleza, soy una persona amable, no soy de maltratar a otros, salvo que que sea maltratada, ¿no? Yo llego a dar una entrevista y lo primero que siento es que me están maltratando, que hacen preguntas que no le harían a otro escritor, que no le harían a otra escritora, simplemente por el hecho de ser transgénero.
¿Por qué crees que pasa eso?
Yo entiendo que hay un problema muy serio de educación. No sé cómo será en Chile, pero en Argentina, la educación universitaria es pública. Esas personas que logran recibirse como periodistas y empiezan a trabajar en medios de comunicación han estudiado en una universidad pública por la que las travestis también pagamos, con nuestros impuestos. Entonces, yo digo que no es justo que una persona a la que le he pagado la educación, sea tan torpe, tan bruto, tan ignorante respecto a algunas cosas, por ejemplo, frente al travesti. Eso me llama mucho la atención, lo ignorantes que son, los lugares comunes en los que caen, que además es el peor de los lugares donde podés caer. Por comodidad, por prejuicio.
¿Qué otra cosa te molesta?
Después, por ejemplo, me llamó mucho la atención que acá en Chile, las preguntas se repitieron una y otra vez, una y otra vez. Incluso las preguntas que me hizo Óscar que ellos (en la radio) habían visto a través del streaming que se había hecho de la presentación en la universidad. Voy a Brasil y los periodistas hacen exactamente las mismas preguntas, uno detrás del otro o casi las mismas preguntas. Voy a Colombia y hacen lo mismo, Y cada región tiene su particularidad a la hora de preguntar. Acá fue mucho la consulta sobre la relación con mis padres y mucho sobre las referencias. A mi pensar en referencias me parece una barbaridad. Preguntarle a un artista, a un escritor cuáles son sus referencias me parece una falta de respeto.
¿Por qué?
Si vos me preguntás por mis referentes, yo tengo que empezar desde la primera lectura que inicié con conciencia hasta la última lectura que me impactó, ¿entendés?. Entonces es una pregunta un poco vacía de respuesta. No tiene sentido responder eso. No es lo mismo preguntar ¿qué escritor has leído últimamente?, ¿Qué libro has leído últimamente que te haya gustado mucho? Eso es otra cosa. Pero la referencia es como si tuvieras que ir buscar algo a un lugar, y traerlo hasta acá para justificar tu escritura. Es como una disección medio torpe sobre la escritura. Por ejemplo, si yo te preguntara a vos cuáles son tus referencias en el periodismo, es un poco injusto que te lo pregunte porque vos estás haciendo tu trabajo como periodista.
Pero las ideas en la creación no están en el aire. The Beatles, por ejemplo, tomaban las armonías de vocales de The Shirelles, o las Ronettes. Siempre se parte desde un lugar...
Sí, puede ser. Pero también puede ser a partir de la memoria. También puede ser a partir de la experiencia del material que te ha dado el vivir. No solamente a partir del trabajo de otros. Aunque por supuesto que sí, que también ocurre. Claro que sí.
¿Y cuál sería en tu caso?
Eso no lo respondería nunca. Nunca diría quién me inspiró, qué otra obra me inspiró para hacer la mía. Porque soy una coqueta y porque hay que saber mantener el misterio.
¿Hay un doble estándar de los medios, entonces? Porque por un lado te dan espacio y por otro te hacen sentir incómoda.
Sí. Lo creo.
En Las Malas, tú trabajaste con Juan Forn, quien falleció el año pasado. Un nombre clave en el mundo editorial de Argentina ¿Cómo fue trabajar con él?
Nos llevábamos bien porque él era muy trabajador y yo también. El leía, me mandaba su correcciones o sugerencias, yo a la semana siguiente le enviaba lo que él me había mandado para corregir, releer, más un capítulo más o tantas páginas más. Entonces él volvía a leer, volvía a mandarme sugerencias y correcciones. Yo trabajaba sobre esas correcciones que me había mandado y le mandaba además otros capítulos. Y así estuvimos desde abril hasta noviembre trabajando en la novela. Eso fue muy gratificante. Él era famoso por meter mano en los textos que editaba. De hecho, tuvo una pelea legendaria con Fogwill, quien decía que un libro suyo lo había escrito Fornwill (ríe). Y a mí me pasó una vez que me mandó esas correcciones que había hecho, que por lo general venían en rojo o en otro color. Y yo leí en el texto algo que no estaba ni en rojo ni en otro color, que yo nunca hubiera escrito. Entonces agarré el archivo original y me puse a releer hoja por hoja y a compararla con lo que él me mandaba y encontré que él a veces escribía sobre lo que yo escribía y le mandé un mail diciéndole mira, acabo de ver esto en tal página y en tal otra, en tal otra, en tal otra. Ahí le dije: yo vuelvo a encontrar una palabra que no haya escrito y el libro no se publica. Pues todavía no firmaba ningún contrato. Y me dijo: “Sí, tenés razón, perdóname, no va a volver a pasar”. Y no pasó. Era un tipo con una mirada muy afilada. Él sabía cómo ir al hueso. Qué cosas importaban. Yo creo que en parte el impacto de Las malas en los lectores tuvo que ver con él.
Has incursionado también como actriz de cine. ¿Es algo que te gustaría seguir explorando?
Mirá, tuve una experiencia bastante desagradable en cine este verano, protagonizando una película. Quedé un poco traumada. Me maltrataron, me sentí maltratada porque sentí que se estaban comiendo mi sensibilidad. Terminé con antidepresivos, con ataques de pánico. Así que por ahora no se me ocurre actuar. Además, me parece que el teatro está en un momento en que hay que hacerse un par de preguntas en torno a la relación del público con los actores y de los actores con el público, además con las redes sociales, con la camarita, con el celular.
¿Qué te pasa con las redes sociales?
Que alguien se tome la libertad de acredite, de insultarte, de maltratarme y no poder responderle con la misma violencia y eso de tratar de demostrar quién es más inteligente en una red social, me da mucha rabia. Si me convocan desde ese lugar por supuesto que quiero responder. No puedo dejarlo pasar. Eso sí, me parece terrible.