La noticia la pilló en Roma, donde se encuentra por razones de trabajo. A la escritora checa Monika Zgustová (66) la noticia de la muerte de Milan Kundera le impactó sobremanera. Por años, fue su traductora al castellano, por lo que pudo conocerlo de cerca. Zgustová vino a Chile en 2022, a dar una charla en el ciclo La ciudad y las palabras, del Doctorado en Arquitectura y Urbanismo de la UC. Contactada por Culto, recuerda cómo era el legendario escritor de La insoportable levedad del ser en su fibra más personal.

“Era una persona maravillosa, disfrutabas muchísimo de su compañía. Nunca le abandonaba su sentido del humor, (es) algo que le caracteriza a las personas con una inteligencia privilegiada, superior. En todo momento le gustaba estar en el mundo de las reflexiones y las ideas. Además, buscaba la belleza, la estética en todo, aunque a otro algo pudiera parecerle feo, él buscaba algo distinto”.

20 Octubre 2022 Conferencia de la Escritora y traductora Checo-Española, Monika Zgustova. Foto: Andres Perez

Nacido en Brno, la segunda ciudad más grande de la entonces Checoslovaquia, en 1929, la historia de Kundera se asemeja un poco a la del personaje de su novela La broma. Tras ingresar al Partido Comunista checo a fines de la Segunda Guerra Mundial, fue expulsado al poco tiempo, en 1948. Luego, se desempeñó como Profesor de cinematografía, pero todo volvió a fojas cero tras la invasión soviética de 1968, en la que tanques mediante, el Pacto de Varsovia buscó terminar con la “Primavera de Praga”. Ello hizo que perdiera su cargo, y debió partir al exilio en Francia, en 1975. Pero eso no fue todo. Cuatro años después, fue despojado de la nacionalidad checoslovaca, cómo no, tras la publicación de un libro, que fue El libro de la risa y el olvido. Es que la risa fue una de sus armas. Fue tanta la irritación de las autoridades comunistas que decretaron que sus libros se retiraran de las bibliotecas públicas.

Sobre esa presencia de su contexto en su obra habló en una recordada entrevista con el escritor estadounidense Philip Roth, en 1980. “Si de niño me hubieran dicho que un día vería desvanecerse mi país de la faz de la tierra lo hubiera considerado una tontería, algo que ni siquiera podría imaginar. Todo hombre sabe que es mortal, pero da por supuesto que el país al que pertenece posee una suerte de vida eterna. Sin embargo, después de la invasión rusa de 1968, lo checos tuvieron que enfrentarse a la idea de que su país podía ser tranquilamente eliminado del mapa de Europa, de la misma manera que, en las últimas cinco décadas, cuarenta millones de ucranianos han ido desapareciendo del mundo sin que el mundo hiciera el menor caso”.

“O, como les ha pasado a los lituanos. ¿Sabía usted que en el siglo XVII, Lituania era una nación europea muy poderosa? Hoy los rusos mantienen a los lituanos aislados en su reserva como si fueran una tribu a punto de extinguirse. A los juristas se les prohíbe la entrada con el fin de evitar que en el exterior tengan noticia de su existencia. No sé lo que el futuro deparará a mi propio país, pero estoy seguro de que los rusos harán todo lo posible para integrarlo gradualmente a su propia civilización. Nadie sabe si lo conseguirán. Pero la posibilidad existe. Y el descubrimiento súbito de que esa posibilidad existe es suficiente para que cambie todo nuestro sentido de la vida. Hoy en día, incluso Europa me parece igualmente frágil, mortal”.

Kundera también comentaba cómo se sentía en el exilio. “Para un escritor, la experiencia de vivir en otros países es la mayor de las dichas. Uno sólo puede entender el mundo si lo contempla desde varios puntos de vista. Aquellos acontecimientos que tuvieron lugar en Praga son descritos desde la perspectiva de un occidental mientras que lo que ocurre en Francia es analizado desde la óptica de un checo. Es el encuentro entre dos mundos. Por un lado, mi país natal, en el curso de menos de medio siglo, ha experimentado la democracia, el fascismo, la revolución, el terror estalinista y la desintegración del estalinismo, la ocupación alemana y la rusa, las deportaciones en masa y la muerte de occidente en su propio territorio”.

Mi país está hundiéndose bajo el peso de la Historia y contempla el mundo con inmenso escepticismo. y, por otro lado, Francia. Durante siglos fue el centro del mundo y en la actualidad resiente la falta de grandes acontecimientos históricos. Esta es la razón por la cual se rebela adoptando posturas ideológicas radicales. Se trata de la expectación lírica y neurótica, a su vez, de un hecho importante y suyo que sin embargo no llega a producirse ni se producirá jamás”.

En esa misma charla con Roth, también se refirió a la presencia del humor en su literatura. “Aprendí la importancia del humor durante la época del terror estalinista. Yo tenía veinte años entonces. Siempre era capaz de reconocer a las personas que no eran estalinistas, es decir, a las que no había que temer, por la forma en que sonreían. El sentido del humor era un signo inequívoco del reconocimiento. Desde entonces he vivido aterrorizado por la idea de un mundo que está perdiendo su sentido del humor”.

Humor, ficción y ensayo

En esos años en el exilio en París le dio cuerpo a su obra más fundamental, La insoportable levedad del ser. Un libro existencial, pero también político. Es que Kundera, para todos los efectos, siempre defendió la idea de que su Checoslovaquia natal estaba más cerca de la llamada Europa occidental que de la tradición eslava. Es decir, reivindicaba a una Europa central que miraba más al occidente.

“A este respecto hay un gran malentendido: Europa hoy está dividida entre Este y Oeste por una frontera política, que no corresponde a la tradición cultural que divide cristiandad romana y cristiandad ortodoxa. Los países llamados comunistas, como Polonia, Hungría o Checoslovaquia, tienen la misma cultura milenaria que ustedes o los franceses”, comentó en 1982.

Para el columnista de La Tercera, Héctor Soto, Kundera significó aire fresco a las letras europeas. “Hace cinco o seis décadas devolvió a la narrativa europea una vitalidad que con el paso de los años había perdido. Volvió a recordarnos que, más allá de las miserias de la geopolítica del siglo XX, en la llamada Europa Central existía una reserva de imaginación, de inteligencia, de coraje, de ironía y humor que en Francia, Italia, Alemania y España venía declinando irreversiblemente. Kundera refrescó a la novela no solo con la patética cotidianeidad de las sociedades totalitarias sino también con la inteligencia, con el ensayo histórico y literario, con la sagacidad de quien tiene que sobrevivir en contextos de gran adversidad y ha de extremar sus capacidades de adaptación”.

Para Zgustová, el vínculo entre dar cuenta de los temas de su tiempo, más el humor, es lo que marca la obra de Kundera. “Sabía describir con gran lucidez los males de nuestro tiempo, como la necedad, la ignorancia, y muchos otros. U otras cosas que se ven en la calle, como la americanización en el vestir, en los restaurantes. Esos eran temas que le molestaban, pero más que mostrarse molesto, era alguien que sabía convertirlo todo en un humor fantástico. Todos reíamos en su compañía”.

Héctor Soto agrega: “El rasgo más evidente de su trabajo es que mezcló la ficción con el ensayo, sin perjuicio de que en uno y otro ámbito él haya entregado libros excepcionales. El rasgo más desafiante fue posiblemente que reflexionó sobre los límites de la ficción al mismo tiempo que hacía ficción. El tiempo probará que sus reflexiones sobre la novela califican a la misma altura -ni un peldaño más abajo- que las de Henry James o de escritores de ese nivel”.

¿Qué leer de Kundera para adentrarse en su mundo? Responde Zgustová: “Creo que alguien que no lo ha leído podría empezar con La broma, porque ahí Kundera combina la novela con el ensayo, algo característico de la novela centroeuropea, de la que él es un gran representante. En esta novela habla del sentido del humor y cómo puede ser malentendido en los regímenes totalitarios, porque (en su actuar) las autoridades se caracterizan por la ausencia del sentido de humor y la ironía. Es un libro que contiene una muy bonita historia de amor, hay que decir que a Kundera le gustaba que sus novelas se caracterizaran por la crítica como novelas de amor. Esa era su visión de su propia literatura”.

También me gustaría recomendar un ensayo, Kundera fue tan importante como ensayista que como novelista. Todos sus ensayos son muy buenos, muy lúcidos y quizás para mencionar uno de ellos, puede ser Los testamentos traicionados (1992) que hablan básicamente de literatura, de lo que muchos hemos leído, los grandes clásicos. Sobre todo de Kafka, Kundera siguió su tradición y lo entendía muy bien. Nos habla de su mundo, del sentido del humor de Kafka y que no todo lector ha sabido ver”.

Por su lado, Héctor Soto comenta: “Es difícil elegir uno solo de sus libros. En ficción, me quedo quizás con La insoportable levedad del ser, quizás por el demoledor golpe emocional e intelectual que significó su lectura para mí. Porque Kundera fue también un maestro en las turbulentas aguas de la neurótica del amor contemporáneo. Libros como este son los que enseñan a madurar sino también a entender un poco mejor el mundo en que vivimos. Ahora bien, dicho lo anterior, creo que no hay mejor aproximación que la de su novela La broma a la miseria moral, a la ridiculez y a la bajeza institucionalizada de las sociedades que orbitaron en torno a la Unión Soviética”.

Una de esas bajezas, la del retiro de su nacionalidad, fue finalmente subsanada 40 años después, el 28 de noviembre de 2019. De manos del embajador de República Checa en Francia, Kundera recibió un certificado que lo acreditaba nuevamente como checo. La broma pesada había terminado.

Sigue leyendo en Culto