Aunque cuenta con un grupo de colaboradores habituales delante y detrás de cámaras, Christopher Nolan no es la clase de cineasta que escribe sus guiones pensando en actores específicos. Sin embargo, hizo una excepción con Oppenheimer, la película en que se aproxima a la vida de J. Robert Oppenheimer, el hombre que supervisó la creación de la bomba atómica.
El director de El gran truco (2006) pensó en particular en el irlandés Cillian Murphy, el segundo de sus intérpretes favoritos si se considera el número de proyectos que acumulan en conjunto (ahora seis, dos por debajo de Michael Caine).
Nolan buscaba a un actor dúctil y penetrante, alguien que pudiera dar vida a los pliegues de una mente que cambió el curso de la humanidad con su trabajo en el laboratorio de Los Alamos, Nuevo México, donde se desarrolló la bomba detonada más tarde en Hiroshima y Nagasaki.
Se detuvo en la biografía Prometeo americano: El triunfo y la tragedia de J. Robert Oppenheimer (2005), de Kai Bird y Martin J. Sherwin: su portada es un retrato en blanco y negro en que el protagonista mira fijamente a la cámara y sostiene un cigarro en la boca.
En las palabras del realizador, “los ojos de Cillian son los únicos ojos que conozco que pueden proyectar esa intensidad”. Y, como señaló en otras de sus declaraciones recientes, “proyecta una inteligencia que le permite al público sentir que entienden al personaje”.
Aunque lo había dirigido en cinco películas (su trilogía de Batman, El origen, Dunkerque), nunca le había otorgado el rol principal, una tarea que en su cine suele estar reservada para estrellas de la talla de Christian Bale, Leonardo DiCaprio y Matthew McConaughey.
Murphy es un actor de perfil más bajo, una figura curtida en el cine y el teatro que disparó su popularidad gracias a su protagónico en Peaky Blinders, la serie en que durante seis temporadas encarnó a Tommy Shelby.
El intérprete abandona el mundo criminal de Birmingham y se sumerge en los laboratorios y pasillos de la alta política estadounidense, donde se gesta el Proyecto Manhattan. Al centro de esa maquinaria está Oppenheimer, el físico teórico que presta su intelecto al servicio de la creación de la bomba atómica y es presa de una tortuosa vida personal y profesional.
El protagonista de Exterminio (2002) bajó de peso para asumir el papel y en un momento del rodaje simplemente olvidó sus hábitos de comida y de sueño. Eso gatilló que adquiriera una apariencia que se asemeja notablemente a la del personaje real, quien carga con las tres de horas de largometraje (que llega este jueves 20 a cines chilenos y ya tiene sus entradas en preventa).
Murphy nunca se observó a sí mismo durante las filmaciones comandadas por Nolan. No porque odie verse en pantalla –en efecto, lo detesta–, sino porque esa es una de las particularidades del sistema de trabajo del cineasta.
“El primer fotograma de la película que vi fue el primer tráiler. Y luego, cuando finalmente pude ver el filme terminado, fue completamente abrumador”, apunta en una entrevista genérica compartida a este medio. “Odio mirarme a mí mismo, y realmente no conozco a ningún actor que disfrute esa experiencia, pero descubrí que Oppenheimer me dejó completamente impresionado”.
Murphy ha dejado su marca como un intérprete selectivo y con debilidad por proyectos con algo que decir sobre la humanidad. Según su óptica, Oppenheimer “es una de esas grandes películas que es increíblemente entretenida, pero también te hace pensar”.
“Creo que lo que tiene de especial esta película es que habla del mundo. Realmente está indagando en lo que significa ser humano y nuestra responsabilidad como humanos en este planeta, y lo que hacemos con el poder que podemos explotar, que en este caso es esta extraordinaria arma destructiva y espantosa”.
Una reflexión al centro de un filme que pretende impulsar a nuevas cotas el cine del director de Memento (2000), probablemente el mejor socio creativo de Murphy. “Nunca es preceptivo o didáctico en sus películas. Siempre son una especie de desafío; por lo tanto, debes hacer el trabajo, pero la recompensa que obtienes es excelente. He aprendido mucho de él. Trabajar con Chris ha cambiado mi vida creativa y profesional, y espero continuar”.