Columna de Marcelo Contreras: Elton John, ya no se hacen así
Elton John se acaba de retirar de los escenarios y su legado es múltiple: abrió camino para el movimiento LGBTQ confesándose bisexual en 1976 y gay en 1992, sensibilizando a la comunidad internacional sobre el sida cuando la enfermedad era un estigma. Movilizarse a favor de estas causas hace 30 años no tenía las connotaciones positivas de hoy. Elton John fue pionero cuando la homofobia era cotidiana y transversal.
Los más grandes definen épocas adquiriendo las características del periodo en una retroalimentación proyectada en el tiempo, hasta convertirse en historia. Para los niños de los 90, Elton John es sinónimo de El Rey León (1994), gracias a un exitazo como Can you feel the love tonight, premiado con un Oscar y un Grammy. Era una etapa del artista británico como miembro selecto al interior de la élite del pop, donde el mecanismo de acceso implica alianza con el cine, una industria que duplica en valor monetario al negocio de la música. En aquel entonces, Elton John era prácticamente un miembro de la realeza por su amistad con la princesa Diana. Había tocado el cielo.
20 años antes, Reginald Kenneth Dwight, su verdadero nombre, representaba el costado taciturno de los 70 como ningún otro artista. Las tardes de lluvia interminable, la estufa a parafina, la lana y la programación en blanco y negro, maridaban con canciones como la plácida Daniel sobre el triste regreso de los soldados de Vietnam, la soledad sideral de los astronautas en Rocket man (I think it’s going to be a long long time), y el fulgor y la tragedia de Marilyn Monroe en Candle in the wind.
Eran piezas inteligentes, atentas a la contingencia y la nostalgia bajo la pluma de Bernie Taupin, su compañero creativo. El letrista abandonó las ficciones para hablar de sí mismo en Goobye yellow brick road, obra cardinal en torno a la esencia del soft rock: la búsqueda de la belleza a través de la melancolía refinada en el mejor estribillo posible -épico, evocativo, profundamente melódico-, con un sostén musical de primera. En el caso de Elton John, la solidez de una banda histórica donde el baterista Nigel Olson, el guitarrista Davey Johnstone y el percusionista Ray Cooper, fueron fundamentales en una trayectoria de más de medio siglo.
Elton cruzó la barrera de los 80 con menos productividad, pero aún así capaz de estampar clásicos imperecederos como Sacrifice, I guess that ‘s why they call it the blues y Nikita, que daban cuenta también del reacomodo de su registro hacia una tonalidad más grave.
Abrió camino para el movimiento LGBTQ confesándose bisexual en 1976 y gay en 1992, sensibilizando a la comunidad internacional sobre el sida cuando la enfermedad era un estigma. Movilizarse a favor de estas causas hace 30 años no tenía las connotaciones positivas de hoy. Elton John fue pionero cuando la homofobia era cotidiana y transversal, posicionando el drama de una enfermedad que por largo tiempo encarnó una sentencia de muerte.
Ingresó al nuevo milenio administrando la discografía con largas giras, residencias en Las Vegas y un oído atento a las novedades. Hace una década colaboró con Queens of the stone age en la fenomenal Fairweather friends, como en 2021 impuso junto a Dua Lipa Cold heart (Pnau remix), demostrado un refinado instinto para detectar lo mejor del rock y del pop actual, contribuyendo con su impronta.
Con 76 años, Elton John se despidió en alto de las giras hace una semana en Estocolmo firme como una roca, formidable en vivo tal como lo vimos en el festival de Viña de 2013.
Esta estrella de ascenso meteórico, que contribuyó significativamente a la magnificencia del pop durante medio siglo, quizás regrese en nuevas colaboraciones o conciertos puntuales. Pero el adiós a la carretera del astro británico es el punto final a una era en que desde el teclado, tras gruesos lentes y trajes extravagantes, Elton John hizo frente al rock de guitarras en pose de macho recio, con una sensibilidad y refinamiento irrepetibles.
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