Tímidas pifias comenzaron a sonar en el Estadio Nacional, en esa cálida noche del 11 de febrero de 1998. Antes de tocar Mothers of the Disappeared (del ineludible The Joshua Tree, de 1987) Bono, el siempre activista cantante de U2, dijo al público que el recital estaba dedicado a...y no concluyó la frase. Pasaron a escena justamente las madres de los desaparecidos, ante una silbatina inicial del público que no entendía muy bien lo que pasaba.
Sin embargo, rápidamente los aplausos tomaron protagonismo y la primera en aparecer, Sola Sierra, fue ovacionada. La tercera fue Violeta Zúñiga, quien, con carácter dijo que buscaba a su esposo, Pedro Silva Bustos, “detenido desaparecido el 9 de agosto de 1976″. Ante la fuerza de su declaración, el público presente en Ñuñoa la aplaudió a rabiar.
Su historia es una de las 3 que se recogen en el libro Amor, te sigo buscando, del periodista Richard Sandoval (36, uno de los creadores del medio alternativo Noesnalaferia y autor del libro Tanto Duele Chile), y que se publica a través del sello Debate. Básicamente, relata cómo los familiares y parejas fueron buscando a los Detenidos desaparecidos durante la dictadura de Augusto Pinochet. Junto al caso de Zúñiga y su marido, se encuentran las vivencias de los hermanastros Gerardo Rubilar y Ernesto Salamanca, y la de Víctor Hugo Morales, buscado incesantemente por su esposa, Elsa.
“Encontré que había una deuda con la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD). Al ir encontrándome con historias familiares, hubo un punto central que reunió las tres historias que es la huelga de hambre que se hizo en 1978 por parte de mujeres de detenidos desaparecidos, aquella que se denominó la huelga larga”, comenta Sandoval a Culto. Desde ahí, comenzó un trabajo de acopio, de investigación, y posteriormente de escritura.
El caso de Violeta Zúñiga da casi para un libro entero. Fue quien empujó la llamada “cueca sola”, una iniciativa creada para dar a conocer la situación de los Detenidos Desaparecidos durante la dictadura. Fue tal su resonancia que en el inolvidable recital de Amnistía Internacional, en 1990, bailó justo a Sting, quien interpretó su They dance alone, inspirada justamente en las mujeres que buscaban a sus familiares.
“La señora Violeta era como una especie de rockstar dentro de la familia, dentro de todo el entorno de la Agrupación de Familares de Detenidos Desaparecidos. Pero siempre ella decía que ojalá no hubiese tenido que llegar a ese nivel de ‘estrellato’, ojalá no hubiese tenido que bailar con Sting o conocer a Bono porque finalmente el motivo de su fama estaba vinculado con la pena más grande. Pero también allí encontré otro elemento que a mí me impactó. Hay un aspecto performático. Cuando la señora Violeta bailaba y lo hacía sola, ese era un rito para ella. Llegaba a sentir que efectivamente estaba bailando con Pedro. Por eso era tan sensible y tan sagrado ese baile. Por eso uno lo ve y eriza los pelos porque era el momento de traerlo a la vida”.
¿Cómo fue el proceso de escritura de este libro?
Para mí, lo más relevante a nivel de escritura es darle a los sentimientos el lugar que merecen. Y esa es una cuestión que a mí me pareció impactante: cómo personas que sufrieron tanto, que fueron dejadas de lado en tantos sentidos, lograron vencer el odio. Eso para mí es muy significativo. La señora Elsa me contaba cómo ella llegó a sentir odio a Pinochet. Hay otro personaje, Choche, quien me contó cómo despreciaba la bandera chilena. Él fue a exiliarse a Argentina, todavía vive allá. Él veía la bandera chilena en Argentina y sentía repulsión. Entonces, es llamativo cómo esta gente, cuando van pasando las décadas logran sobreponerse a cosas tan negativas. Yo creo que allí hay algo también de heroísmo al que poco se le da cabida.
¿Qué fue lo más complejo al narrar este tipo de historias?
Lo más difícil fue lograr que algunos familiares me hablaran porque esto es bien duro. Sobre el tema de los Detenidos Desaparecidos faltan muchas historias por contar y hay mucha gente que no quiere hablar, tiene tanto trauma, tanto dolor en su corazón que no quiere hablar. Por ejemplo, me costó mucho que me contestara al teléfono uno de los hijos de Víctor Hugo Morales, Félix. Finalmente me dio la entrevista y allí lo que uno como periodista tiene que manejar -y estar a la altura- es recibir el sentimiento que tienen las personas. Conducir entrevistas que están absolutamente desbordadas por años de silencio. Este hombre, por ejemplo, me contó que él odió, rechazó, el monumento que se hizo a los detenidos desaparecidos, que es el que sigue hasta el día de hoy en el Cementerio General, porque decía: ‘No me pueden entregar a mi papá inscrito en una roca’. Me contaba sobre esa rebelión, sobre sus depresiones. De hecho, hubo personajes que me contaron sobre depresiones o intentos de suicidio.
¿Eso fue algo que te sorprendió?
Sí. Eso yo no me lo esperaba. No me esperaba constatar que el golpe y la dictadura dejaron tanta depresión, tanta crisis mental, tanto trauma. Y este mismo personaje, Félix me declamó el poema que le escribió a su papá para tratar de reconciliarse con el mundo. También me encontré con el poema que la propia Violeta le escribió a su amado Pedro. Entonces, encontrarse con la envergadura del trauma yo creo que fue lo más difícil como periodista y escritor.
¿Qué reflexión haces en torno a este libro estando tan cercanos a los 50 años del golpe?
Por mi edad, he podido estar en los 30 y en los 40 años del golpe. Para los 40, yo trabajaba en The Clinic, hicimos un especial bien grande. Yo pensaba que allí se cerraba el círculo. Pero ahora, 10 años después, es importante descubrir que no está cerrado, y quizá todavía falta mucho tiempo para que cicatrice la herida. Faltan muchos casos de muertos y detenidos desaparecidos que terminen con una sentencia judicial. Falta la verdad absoluta. En ese sentido, es muy valioso es lo que está haciendo el gobierno con el plan de búsqueda. Pero también considero que en general falta una mirada de sociedad y de Estado que sea mucho más clara y nítida en la condena del golpe y la dictadura. Creo que es imposible separar al golpe de la dictadura. Ahora está en boga esa discusión. Es tal el nivel de barbaridad de los crímenes que falta mucha sensibilización en la sociedad chilena. No puede ser que a 50 años del golpe existan diputados que en la Cámara griten ‘Viva Pinochet’, que lo escuché el otro día al diputado Cristian Moreira o que existan líderes de partidos de oposición que salen a decir que justifican el golpe. Ha pasado medio siglo y todavía falta muchísimo para que la sociedad completa rechace absolutamente el golpe y la dictadura. En este caso, la dictadura tiene un color político, pero el golpe también.
¿Qué te parecieron las declaraciones de Patricio Fernández?
Yo creo que aquí es fundamental escuchar siempre a las organizaciones. Creo que si bien las declaraciones (de Fernández) están en un tono de invitación al diálogo, de invitación al debate -que es una cuestión necesaria que se ha hecho y que la izquierda ha hecho desde hace mucho tiempo- creo que el problema fundamental aquí es el tono. Porque los debates van a continuar siempre y se pueden hacer reflexiones respecto a cómo fue el gobierno de la Unidad Popular. ¿En qué falló? ¿Qué le faltó al Presidente Allende? ¿Cómo se fueron construyendo las condiciones para llegar a una crisis de tal magnitud? Pero en este momento, en esta circunstancia de los 50 años de golpe, cuando falta tanta verdad y justicia, creo que hubo un error de tono y lo que debe corregirse, creo yo, es ese punto, el tono con que se abordan los 50 años. Y el tono que yo creo que es el necesario en estos días -y por eso más de 170 organizaciones se pronunciaron con tanta fuerza- es hacer énfasis en el nunca más, en la verdad y en la justicia. O sea, lo que debe primar es la condena absoluta y sin apellidos a un golpe de Estado y una dictadura. Por más que un gobierno esté en una crisis política absoluta, el golpe jamás se debe considerar como una salida.
¿Entonces está justificada la renuncia de Patricio Fernández?
Yo creo que tal como lo dijo él, no era viable su continuidad, porque si no se cuenta con la venia de quienes son los protagonistas de esta historia, no se puede continuar.