*Blur - The ballad of Darren
El noveno álbum de Blur se desvanece en ruido blanco en el último corte The Heights, una pieza que coquetea con la magnificencia en este gran regreso. Tras un inicio de guitarras prístinas, decorado de cuerdas y batería reverberante con el bajo pastoso adherido, los británicos se funden en una nebulosa sónica de abrupto final. El recorrido hasta ese punto de ignición es de una honestidad conmovedora, con reconfortante efecto. The ballad of Darren invita a un viaje emotivo y generacional, reflejo del ánimo taciturno que embarga a la obra de Damon Albarn. El contrapeso proviene del resto de la banda con sus marcas registradas: el coloreo inquieto de Graham Coxon, guitarrista inventivo y siempre reacio a los convencionalismos, las sencillas y rotundas sinuosidades de Alex James al bajo, y la eficaz economía de Dave Rowntree.
Con devaneos sobre las relaciones personales y distintos pesares, The ballad of Darren representa a Blur en una evolución natural. La energía se administra como ocurre en la plácida Barbaric, invocan a Bowie en St. Charles square con calificación máxima, y la guitarra en espiral embruja en Goodbye Albert. Hacia el final la evocativa Far away island y Avalon expresan un estado de madurez y gracia, sólo posible tras ir y volver unas cuantas veces.
*Greta Van Fleet - Starcatcher
Quizás el mayor activo de esta banda en la que se cifraron esperanzas de renacimiento del rock, sea la tozudez y la actitud blindada ante las críticas. En este tercer álbum se confirma que no les preocupa en lo más mínimo la descarada mímesis con Led Zeppelin. El patrón y la resonancia de la batería en Sacred the thread es un tributo a la monumental When the levee breaks, como The falling sky le da un mordisco a una de las frases de guitarra de Over the hills and far away.
No son casualidades ni inspiraciones aleatorias, sino apenas ligeras modificaciones a los originales. Cuando Greta Van Fleet no está ocupado imitando a la divinidades zepelianas, juguetea con las dinámicas guitarreras electroacústicas de Pete Townshend de The Who, tanteando una alternativa power pop que nunca se concreta, ante la escasez de estribillos con agarre. El arrebato de rock incendiario Runway blues es apenas un ejercicio con más posibilidades en un recopilatorio de descartes, que en un álbum oficial. El cuarteto de Michigan reitera sus ambiciones acotadas a transitar avenidas diseñadas hace más de medio siglo, para sumergirse en un tráfico uniforme y contínuo, sin posibilidad de desvío. Starcatcher no es un mal disco -saben tocar, son músicos competentes-, pero la identidad es inherente al mejor rock.
*Manuel García / Denise Rosenthal - Acuario
Un poco asfixiado por la casilla del cantautor con aire a Canto Nuevo y peña folclórica seducido por la trova, Manuel García publicó Acuario en 2012 como una manera de demostrar que su paleta musical era mucho más generosa y variada que la guitarra de palo ligada al verso, algo que ya había insinuado en su paso por Mecánica Popular devotos, entre otros, de The Beatles. García hablaba de repasar casetes de Devo en su natal Arica en los 80, tanto como los de Silvio Rodríguez. Acuario quedó inscrito como su lectura del synth pop sin perder los rasgos autóctonos.
Esta reversión junto a Denise Rosenthal del título que dio nombre al álbum, refleja la electrónica de este milenio, mientras la original, a pesar del envoltorio sintetizado y la guitarra solitaria con ecos a The Crying game de Boy George, contenía un carácter nostálgico, el sonido del futuro en los ochentas.
El concurso de la cantante nacional es correcto y grato, pero secundario. Denise Rosenthal es una estrella pop que gravita por la imagen y el despliegue completo, antes que reconocible por un gran caudal vocal. Sin embargo, la relectura de Acuario posee una mullida sensualidad no contenida en el original.