Durante sus primeros meses, las acciones de los países beligerantes de la Guerra del Pacífico -al menos Chile y Perú, que contaban con fuerza naval- estaban enfocadas en obtener la supremacía de la costa del Océano Pacífico, necesaria para efectos de transporte y bloquear los puertos del enemigo.
Hasta entonces, el comandante en jefe de la Escuadra Nacional, Juan Williams Rebolledo, estaba empeñado en batirse con la totalidad de la escuadra peruana para zafar del problema de una vez. Esa fue la causa de que ordenara el bloqueo del puerto peruano de Iquique, para obligar a los peruanos a ir allá. Pero al ver que el bloqueo no funcionaba, partió al Callao para enfrentar ahí a los buques peruanos, pero estos, como sabemos, salieron al sur al mismo tiempo. Ahí fue cuando el Huáscar y la Independencia se batieron con la Esmeralda y la Covadonga, durante el 21 de mayo de 1879. La fecha del recordado Combate naval de Iquique.
A causa de esos hechos, sobre todo por su fracasada expedición al Callao, el almirante Williams estaba sumamente cuestionado por la opinión pública. “Los principales diarios, El Mercurio de Valparaíso, El Ferrocarril, El Diario Ilustrado, a partir de los primeros días de junio comenzaron a golpear fuerte a Williams. Se armó un descontento fuerte con el almirante, por haber dejado desprotegida a la Escuadra chilena en Iquique”, cuenta a Culto el historiador Rafael Mellafe, especializado en historia militar.
Si bien, en el Combate de Punta Gruesa el Perú perdió a su principal barco de guerra, la Independencia, el monitor Huáscar aún seguía actuando. Manejado con habilidad por su comandante, Miguel Grau Seminario, se encargó de maniobrar en la costa buscando generarle daños a la escuadra chilena. Como por ejemplo, cuando intentó destruir a la corbeta Abtao, que bloqueaba Iquique, entre el 9 al 10 de julio de 1879. Fue el olvidadísimo Segundo combate naval de Iquique.
Sin embargo, no se conformaba con eso. El Huáscar se estaba convirtiendo en una pesadilla para las autoridades chilenas. Sin problemas estaba incursionando en las costas nacionales llegando incluso a Caldera y Coquimbo. Más aún, pocos meses después, en agosto de 1879, la corbeta peruana Unión llegaría incluso a Punta Arenas. Prueba de que las maniobras de defensa de Williams Rebolledo estaban haciendo literalmente agua.
“En general, las acciones del Huáscar sobre los puertos chilenos no fueron de tanta importancia económica, pero si altísima en el ambiente político social. Se veía a este buque como un fantasma que entraba impunemente los puertos chilenos, que capturaba barcos con mercaderías (como cobre) y que se desplazaba sin poder nuestra Armada, muchísimo más poderosa, darle caza”, explica Rafael Mellafe.
Sin embargo, pronto el Huáscar daría un golpe que remecería a los mandamases nacionales.
La captura del Rímac
Fue en la noche cerrada del 23 de julio de 1879 cuando el transporte Rímac, con bandera chilena, arribó a Antofagasta, puerto que por entonces ya se encontraba bajo control nacional. No era un simple barco de transporte, sino que llevaba algo muy valioso.
“El Rímac había zarpado de Valparaíso el día 20 de julio con una importante carga bélica, tanto en suministros como con un escuadrón del regimiento de caballería Carabineros de Yungay -narra Mellafe a Culto-. Teóricamente debían ir en convoy con otro buque, el Paquete Maule, pero el capitán del Rímac, Peter Lautrup decidió navegar a 30 millas de la costa mientras que el otro buque lo hizo pegado a ella”.
“Es importante señalar que el Rímac pertenecía a la Compañía Sudamericana de Vapores que puso sus buques al servicio del gobierno de Chile durante la Guerra del Pacífico, por tanto su tripulación no pertenecía a la Armada de Chile, era civil. De ahí que el capitán Lautrup fuese alemán. Al llegar a la cuadra de Antofagasta el 23 de julio, ya de noche, Lautrup prefirió esperar hasta la mañana siguiente para entrar al puerto. Una decisión sabia, pero poco oportuna”.
Lautrup no lo sabía, pero su barco estaba siendo observado. Todo a partir de una incursión de Grau en Caldera. “El almirante Grau andaba incursionando con el Huáscar por las costas del entonces norte de Chile, específicamente la zona de Coquimbo y Caldera -comenta Mellafe-. Fue en este último puerto donde detuvo al vapor Colombia de la PSNC y le pidió a su capitán que le entregase datos sobre el movimiento chileno. El capitán inglés, amparándose en su neutralidad, rehusó hacerlo, pero le entregó un ejemplar del diario El Mercurio de Valparaíso donde, en sus páginas interiores, aparecía una nota informando el zarpe del transporte Rímac, su carga y destino. Grau rápidamente calculó la velocidad y distancia recorrida por el buque chileno y rápidamente, junto con la corbeta Unión, pusieron proa a Antofagasta”.
Y así no más, gracias a una información recogida en la prensa, Grau atestó un golpe. Junto a la corbeta Unión, el Huáscar se dirigió a Antofagasta, y sin que nadie los molestara, capturaron al transporte Rímac, en Antofagasta el día 23 de julio de 1879.
A juicio de Mellafe, son varios los factores los que permitieron a Grau hacerse del valioso transporte. “Primero la información entregada por la prensa que con una inocencia total publicaba la fecha de zarpe de todos los buques que iban desde Valparaíso al norte. Segundo, la decisión de Lautrup de esperar en alta mar el amanecer del día siguiente. Tercero, la poca organización y coordinación entre la Intendencia y la Armada para que los convoyes hacia el norte fuesen escoltados por naves de guerra”.
El problema es que Grau no solo capturó a un regimiento de caballería cualquiera, sino uno especial. “El regimiento Carabineros de Yungay, estaba comandado por el coronel Manuel Bulnes Pinto, hijo del ex presidente Manuel Bulnes Prieto y, además sobrino del Presidente Aníbal Pinto, es decir, no cualquier personaje. Obviamente también llevaba los caballos del regimiento. Este punto no deja de ser importante ya que el caballo chileno era muy superior al peruano en fortaleza física y por tanto, los 250 ejemplares quedaron para el Perú”, comenta Mellafe.
De hecho, mientras el Huáscar acometía y adivinando lo que iba a pasar, Bulnes Pinto le hizo un particular pedido al capitán Lautrup. “Pidió que arrojaran al agua a los caballos y se le dijo que era imposible porque enredarían las hélices”, señala Gonzalo Bulnes en su clásico Guerra del Pacífico. Cuando ya era inevitable, el historiador agrega que Bulnes Pinto fue más lejos. “Rompió los papeles que llevaba e hizo que el escuadrón arrojara sus armas al agua”.
Por supuesto, tamaño desastre no dejó a nadie indiferente en Chile, y trajo dos consecuencias. “Fuera de las protestas en Santiago y Valparaíso por la mala conducción de la guerra, la consecuencia más importante fue la renuncia del gabinete ministerial, encabezado por Antonio Varas, el 12 de agosto y la del comandante de la Escuadra en Operaciones, contralmirante Juan Williams Rebolledo”, comenta Mellafe.
Además, se prohibió la publicación en los diarios de las fechas de zarpe y contenido de la carga de los buques que iban al norte.
Fue el contraalmirante Galvarino Riveros Cárdenas, quien además comandaba el blindado Blanco Encalada, el nuevo designado para asumir la conducción de la Escuadra Nacional, tras la renuncia de Williams. Se le encargó una sola misión: capturar al Huáscar de una vez. Y lo logró, en el Combate Naval de Angamos, el 8 de octubre de 1879. Pero esa es otra historia.