Praga, 4 de noviembre de 2017. Santiago de Chile se designa como sede de los Juegos Panamericanos en su decimonovena edición, tras dos intentos fallidos en 1975 y 1987. Pasan más de cinco años, hasta que el pasado 21 de abril Carabineros manifiesta a la Delegación Presidencial de la Región Metropolitana, no contar con los efectivos suficientes para cubrir la fiesta deportiva y los conciertos, que suelen multiplicarse en el último trimestre con el despertar de la primavera. La policía uniformada procedió a elevar la alerta hasta el Ministerio del Interior. El 14 de junio el subsecretario Manuel Monsalve instruyó a los delegados presidenciales regionales y provinciales, la necesidad de suspender o cancelar “todo evento y/o acto masivo que vaya a desarrollarse en las fechas en que se verificarán estos Juegos y que requieran el apoyo de operativos policiales”.

El gobierno no advirtió al rubro de la resolución. En la Asociación Gremial de Empresas Productoras de Entretenimiento y Cultura se enteraron de casualidad, alertados del oficio por un evento en regiones que estaba tramitando permisos. Tras el nefasto periodo de la pandemia, con el negocio anulado y una lenta recuperación marcada por las estrictas medidas locales sobre los aforos, el gremio anhela regresar a los niveles pre estallido social.

Roger Waters

Las cifras de la música en directo en Chile son absolutamente millonarias. En 2018, 3.5 millones de personas concurrieron a shows de música en vivo en todo el país, mientras entre 2015 y 2019 se registraron más de 15.5 millones de asistentes, según el Informe Caracterización de la Industria Musical Chilena 2021.

El estallido del 18 de octubre fulminó la cartelera internacional en Santiago por varios meses, ciclo engarzado con el inicio del encierro por el Covid 19. La asistencia de público decayó casi en un 20% entre 2018 y 2019 a nivel nacional. Aún así, los conciertos en Chile arrastran mucho más público -y en un entorno infinitamente más seguro- que el fútbol.

Mientras la industria de la música en vivo celebra su recuperación en el mundo entero, según datos del portal Statista, acá no se camina mascando chicle a la vez. El gobierno reculó el miércoles de la chambonada de prohibir los conciertos, luego que Carabineros reevaluó la situación, concluyendo que podían atender los shows masivos de Roger Waters y RHCP coincidentes con los Juegos Parapanamericanos, que requieren apenas un par de recintos y demandan menos público. Alguien no se tomó la molestia de revisar siquiera los eventuales alcances del calendario.

En la marcha atrás de la Subsecretaría del Interior, se aseguró que los números ya anunciados se mantienen, lo cual tampoco es tan así, porque la autorización final se define 20 días antes.

Blur llegaría a Chile como headliner del festival Fauna Primavera 2023.

Todo redunda en señales confusas que acusan desconocimiento y atolondramiento de la actual administración en un área que, se supone, les resulta particularmente sensible como la cultura, y que contribuye al esparcimiento de una población como la nuestra, con problemas de estrés y salud mental agravados post pandemia.

La ausencia en la feria del libro de Frankfurt, la pálida presencia en la Feria del Libro de Buenos Aires, y ahora esta pasajera luz roja a la cartelera musical en el momento de mayor oferta del año, con eventos de entradas vendidas desde hace meses, parecen confirmar que en Chile la cultura y el ocio son prescindibles, a pesar de los discursos y abanderamientos. En este caso, el disfrute por un buen show que nunca cuesta dos pesos el boleto, se tacha fácil como quien arranca una página de la agenda, para arrojarla a la basura.