Jeffrey Dahmer, John Wayne Gacy, Richard Ramirez, Ted Bundy, Aileen Wuornos. Todos son asesinos seriales de alta connotación y fueron objeto de estudio para las autoridades mexicanas a inicios de los 2000.
Por las características de los crímenes que estaban rastreando durante esa época, dedicaron especial atención a Thierry Paulin, cuyo método consistía en engañar, robar y matar brutalmente a ancianas. El llamado “monstruo de Montmartre” sumó más de 20 víctimas durante los 80 y su caso modificó las técnicas de investigación de homicidios de ese perfil en Francia.
En el México del año 2003 la búsqueda estaba orientada a hallar al culpable de las muertes de varias mujeres mayores en la capital. Tras reunir las primeras piezas del rompecabezas, el retrato hablado señalaba que se trataba de una persona alta, robusta y fuerte que se hacía pasar por enfermera para ganarse la confianza de sus víctimas.
Mientras la cobertura mediática y la atención de los habitantes de Ciudad de México se disparaba –debido a que el “Mataviejitas” andaba suelto–, la Procuraduría General de la República se enfrentaba a algo totalmente nuevo: nunca el organismo había concentrado sus esfuerzos en investigar la existencia de un asesino en serie.
Estrenado en Netflix recientemente, La Dama del Silencio: El caso Mataviejitas es el documental que rescata esa historia desde un ángulo que ha despertado buenos comentarios. La realizadora María José Cuevas (Bellas de noche) se concentra en describir el contexto nacional, entregando las claves que permiten entender por qué los homicidios se extendieron impunemente durante casi una década y la curiosa manera en que la trama se instaló en la cultura popular del país.
El filme adopta una estructura cronológica y se propone reconstruir la historia mediante las autoridades de la época y los familiares de las víctimas. Víctimas, según la perspectiva de Cuevas, que son tanto las ancianas que perdieron la vida como las personas que figuraron como sospechosas durante las indagatorias. Araceli Vázquez encarna la situación más emblemática: aunque la asesina confesa fue detenida en 2006, acumula 19 años en prisión y aún aguarda por la revisión de su caso. Otro sospechoso falleció en la cárcel a la espera de demostrar su inocencia.
El equipo realizador se apoyó en el expediente judicial y en el libro The little old lady killer (2019), de la autora Susana Vargas Cervantes, pero perseguía su propio óptica. Buscando esquivar los lugares comunes del true crime, pone especial atención a los detalles y a los elementos menos expuestos del episodio. Algunos rozan la tragicomedia, en particular mediante las entrevistas con los antiguos procuradores y autoridades que se empecinaron en encontrar la verdad.
Y deliberadamente opta por dejar fuera del foco principal a Juana Barraza, la verdadera responsable de la oleada de asesinatos que comenzó en 1998 y terminó en enero de 2006, cuando fue arrestada tras cometer su último homicidio. La misma mujer que en el circuito de la lucha libre se hacía llamar La Dama del Silencio y que con el paso de los años se ha convertido prácticamente en una celebridad.
“Lo que más me llamó la atención y me atrajo fue descubrir todo lo invisible de un caso tan visible. Y justo al empezar a descubrir lo invisible de un caso tan visible, nos alejaba cada vez más de la protagonista (…) En el proceso Juana se quedaba cada vez más lejos y lejos y perdió protagonismo”, explicó la directora al podcast Al habla... con Warkentin.
Aunque el largometraje ilumina nuevas zonas, no es concluyente. Por ejemplo, sigue rondando por qué, si hubo 49 víctimas que fallecieron en circunstancias que coincidían con el modus operandi de Barraza, únicamente se consiguió comprobar su autoría en la muerte de 17 de ellas.
“El filme está imbuido de una energía implacable, generada a través de un ritmo constante de recursos: mapas, tomas aéreas extremas, imágenes de noticiarios de la época”, apuntó Rolling Stone en una crítica en que aseguró que “puede ser el mejor documental true crime del año”.
“Se podría argumentar que La Dama del Silencio se divierte demasiado con una historia triste y violenta. Me parece justo. Pero Cuevas es muy consciente de los fundamentos trágicos de su filme”, agregó el medio.
La cinta también fue motivo de elogios para The New York Times. “Con su cuidadosa atención a todos los que sufrieron la peor parte de los asesinatos –desde las víctimas y sus familiares hasta personas inocentes que fueron detenidas y arrestadas ilegalmente–, Cuevas pinta un retrato no sólo de un crimen, sino también de las proyecciones y temores que a menudo nublan la búsqueda de justicia”, argumentó.