En la génesis de su carrera cinematográfica, el canadiense Norman Jewison (Toronto, 1926) fue un director de comedias. Durante los años 60 se alió con figuras como Tony Curtis, Doris Day y Dick Van Dyke, posicionando su nombre en Hollywood. Se ganó definitivamente el respeto de la industria con su sexto largometraje, ¡Ahí vienen los rusos! (1966), que alcanzó cuatro nominaciones a los Oscar y le otorgó el crédito suficiente para volcarse a explorar otra clase de géneros.

Esa consecución de hechos permitió que se hiciera cargo de Al calor de la noche (1967), el recordado drama protagonizado por Sidney Poitier y Rod Steiger, en que indagó en el racismo de la sociedad estadounidense. United Artists, el estudio detrás de esa cinta, confió en él para trasladar a la pantalla grande El violinista en el tejado, el espectáculo sobre un lechero y sus hijas en la Rusia de inicios del siglo XX, que había llenados las salas de Broadway a partir de 1964.

El rodaje de ese musical se dividió entre Yugoslavia y los estudios Pinewood en Inglaterra. En medio del arduo trabajo de esas filmaciones, uno de los intérpretes le mostró un álbum conceptual autoría de los ingleses Andrew Lloyd Webber y Tim Rice. Era Jesucristo Superestrella (1970), donde Barry Dennen, el actor en cuestión, asumía el rol de Poncio Pilato. La sugerencia fue acogida por el cineasta, quien se declaró conmovido por el trabajo sonoro y narrativo de la obra.

Sin que lo sospecharan, a partir de ese instante sus caminos quedaron entrelazados. El violinista en el tejado llegó a la cartelera tres semanas después de que Dennen y el resto de sus compañeros debutaran en Broadway con el espectáculo basado en el LP de Lloyd Webber y Rice, el 12 de octubre de 1971. Un debut marcado por el éxito de ventas, los comentarios mixtos de la crítica especializada y los cuestionamientos de grupos religiosos, que empezaron a recibir cada función con protestas en que se mostraban indignados por su contenido.

Mientras Jesucristo Superestrella desataba el furor en Nueva York, Norman Jewison aceleró sus gestiones y se transformó en un serio candidato para dirigir la versión cinematográfica que preparaba Universal Pictures. Su incorporación contó con el aval de Lloyd Webber, quien citó su labor en El violinista en el tejado como un motivo para considerarlo un realizador idóneo para asumir la tarea.

Cerrado su fichaje, Jewison debía cumplir las expectativas del creciente número de fanáticos y también responder a la confianza de los autores de la obra, quienes no habían quedado satisfechos con la puesta en escena del director teatral Tom O’Horgan.

El elenco había sido foco de elogios, por lo que la gran mayoría de los actores mantuvieron sus roles en la traslación a la pantalla grande. Sólo hubo dos excepciones. Una de ellas fue Ted Neeley, quien tendría la responsabilidad de encarnar a Jesús. Oriundo de Texas, se había desempeñado como suplente en la obra y también tenía una incipiente carrera como cantante. Debido a sus orígenes en una comunidad muy religiosa, era probablemente el intérprete más cercano al tema del largometraje.

La otra novedad de la cinta fue Carl Anderson, quien asumiría el papel de Judas tras haber participado como suplente en el espectáculo. Ben Vereen, el actor que dio vida a ese personaje en el teatro, también era afroamericano, por lo que al convocar a Anderson el filme simplemente se ceñía a la propuesta original. “Su prueba fue tan exitosa que realmente no tuve ninguna duda con que él era el actor más talentoso para interpretar el papel”, planteó el director.

Jewison viajó con ellos y el resto del equipo hasta Israel, donde se desarrolló el rodaje de la producción. Allí el realizador tenía preparado desplegar espectaculares escenas de canto y baile, y también aplicar algunos recursos que en principio no eran los más obvios. Planificó que la primera secuencia de la película se ocupara de mostrar al grupo de jóvenes actores llegando a un punto del desierto para escenificar la vida de Jesucristo durante los siete días previos a su crucifixión. Una manera de subrayar que la cinta es muchas cosas, pero no un largometraje bíblico convencional.

En otro momento del filme, posterior a la desgarradora interpretación de Getsemaní de Ted Neeley, el cineasta se permite otro momento para acentuar esa idea. Monta una secuencia en que se aprecian postales turísticas, una casa de cambio, productos locales e incluso marihuana, anulando cualquier punto que le exija rigurosidad histórica a su producción.

Al tomarse esas libertades, el director demostró haber comprendido la esencia de la obra de Lloyd Webber y Rice: es un acercamiento a Jesús como la primera estrella que caminó por el mundo –y, por lo tanto, es más un humano que el hijo de Dios–, que está inevitablemente imbuido por las influencias de la contracultura. Es un festín visual y sonoro, un espectáculo con todas las de la ley, que en su paso a la pantalla grande requería oficio y el ojo para detectar sus fortalezas y flancos abiertos. El proyecto contó con un cineasta de múltiples talentos, capaz de adaptarse al material y moverse con ductilidad por un relato que prácticamente no da tregua.

Las controversias

Cuando la película finalmente aterrizó en los cines de Estados Unidos, el 15 de agosto de 1973, The New York Times no se mostró sorprendido. “No funciona, ni siquiera con un elenco sudoroso trepando por riscos y cuevas, haciendo muecas conmovedoras y cantando como locos”, argumentó el periódico, aunque rescató su “brillante apertura” y que el realizador “logra una buena composición pictórica y textura”.

Más efusivo fue el crítico Roger Ebert, quien aseguró que “usando la mayoría de las mismas palabras y música, logra ser ligera en lugar de ampulosa”. También destacó el particular retrato de su protagonista. “La vida de Cristo parece tener una dignidad innata, pero sólo en filmes tan raros como El Evangelio según San Mateo (1964), de Pier Paolo Pasolini, o La última tentación de Cristo (1988), de Martin Scorsese, Cristo aparece como humano, fuerte y alcanzable (…) Norman Jewison nos entrega un Cristo simpático en Ted Neeley, quien a veces parece un poco desconcertado por su condición de superestrella”.

En suma, la recepción de los especialistas fue más tibia que dominada por los elogios. Y los premios tampoco se inclinaron de manera inapelable ante ella. En los Oscar se tuvo que conformar con solo una candidatura, Mejor banda sonora, que no ganó. Los Globos de Oro, siempre más benevolentes, le otorgaron cinco nominaciones, tres de ellas en sus categorías de Musical o comedia, aunque no triunfó en ninguna.

Pero, por lejos, los mayores dardos vinieron desde la religión. Grupos judíos la cuestionaron por supuestamente ser antisemita, debido al énfasis que pone en los judíos como responsables de la muerte de Jesucristo. A otros les pareció que la cinta caía en la blasfemia, debido a la energía sexual que se percibe entre el protagonista y María Magdalena (Yvonne Elliman). Tampoco gustó que el relato, tal como en su versión original, excluyera la Resurrección. Y, por cierto, no dejó de llamar la atención que, dentro del elenco principal, el único actor negro fuera el que encarna a Judas, el villano de la historia.

Pese a toda la controversia, la película se impuso cuando llegó a los cines del mundo y jugó un rol fundamental en que la marca Jesucristo Superestrella se asentara y perpetuara durante décadas. En Broadway tuvo tres nuevas temporadas –en 1977, 2000 y 2012–, además de sumar en 2012 una versión en vivo para la televisión protagonizada por el músico John Legend.

En Chile, la obra tuvo un accidentado primer montaje en 1973, con Mario Argandoña en el rol principal, y posteriormente, en encarnaciones televisivas y teatrales, el personaje ha sido interpretado por Patricio Donaire, Mario Guerrero, Beto Cuevas y Marcelo Jiménez (ganador de Mi nombre es por su imitación de Camilo Sesto).

En Estados Unidos, los festejos por el aniversario parecen más tibios que cuando cumplió 40 años, ocasión en que salió al mercado una nueva edición del largometraje en Blu-ray. Esta vez las celebraciones las lidera el propio Ted Needley, aún encantado por todo lo que implicó dar vida a Jesús en los 70. Según anunció en sus redes, este martes 15, en Dallas, protagonizará un evento en que se exhibirá el documental Superstars (2021), un recorrido por la trastienda de la película, y aprovechará de charlar con los fanáticos.

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