Por los días en que Ciudad de México se preparaba para abrir los XIX Juegos Olímpicos, la noticia de una masacre impactó al mundo. Fue el 2 de octubre de 1968, en la Plaza de las Tres Culturas, en el conjunto habitacional de Tlatelolco, cuando un grupo de estudiantes fue masacrado por el ejército mexicano y el tristemente célebre “Batallón Olimpia”; un grupo paramilitar. Quedó en la historia como la Matanza de Tlatelolco.
El impacto fue tal que por entonces, la joven periodista Elena Poniatowska -quien por entonces colaboraba en el periódico Novedades- comenzó a trabajar en una crónica. Se reunió con testigos, familiares y algunas de las víctimas sobrevivientes casi de inmediato, y así le dio forma a un libro imprescindible: La noche de Tlatelolco: Testimonios de historia oral, en 1971.
El volumen le trajo un reconocimiento inmediato, amén de la crudeza de los testimonios de quienes tuvieron algo que ver con la sangrienta jornada de octubre del 68. “(Ese día) yo estaba amamantando a mi hijo pero sí fui a las 5 am del día siguiente a Tlatelolco porque una gran amiga, María Alicia Martínez Medrano, que fue la fundadora del teatro Campesino en Tabasco, me habló y me dijo que tenía que ir de inmediato. Ella estaba con otra antropóloga, Margarita Velasco, y me dijo: ‘tienes que ir a ver lo que pasó en Tlatelolco’, así que fui, entre una amamantada y otra, a las 5 am del 3 de Octubre y vi los tanques, no había agua, un soldado estaba hablando por teléfono y decía ‘ponme al niño, quién sabe cuánto tiempo vamos a estar aquí, quiero oír al niño’, lo cual me dio la dimensión de entender que tampoco para los soldados era tan maravilloso lo que había sucedido en esa plaza”.
A sus 91 años, Poniatowska ha vuelto a la noticia por ser la flamante ganadora del Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria en Idioma Español, otorgado por la Secretaría de Cultura y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), uno de los galardones relevantes a nivel latinoamericano, y que la escritora nacional Diamela Eltit obtuvo en 2020.
Nacida en París, el 19 de mayo de 1932, emigró a México junto a su familia a los 10 años, huyendo de los estragos de la Segunda Guerra Mundial. Como escritora, se ha afincado sobre todo en las crónicas y en la narrativa. Por ejemplo, su novela Hasta no verte Jesús mío, de 1969, que narra la sufrida vida de una mujer durante los años de la Revolución Mexicana, obtuvo el Premio Mazatlán de Literatura, en 1970.
Pero sin duda que fue la La noche de Tlatelolco la que le dio un nombre a nivel mundial. Es que para ella, lo testimonial es un punto central de su obra: “La verdad es que me interesa mucho más explorar la manera de ser de los demás y sus vidas que la propia. Puedo escribir sobre mis estados de alma, como lo hacen muchos, pero yo llegué a los 10 años a México y mi afán por conocer tanto a mi país y a sus habitantes me llevó a hacer siempre muchísimas preguntas”, dijo al sitio Télam, en 2021.
Para ella, el cómo se realiza una entrevista, el cómo obtiene los testimonios tiene mucha importancia. “Creo que hacer una entrevista sin curiosidad, sin ganas, sin un poco de simpatía hacia el entrevistado, se nota y lo siente el entrevistado, que contesta sin ganas. Por eso me duele la situación de los reporteros porque se precipitan sobre un personaje con su libreta en mano y hacen la entrevista pero nada más para conseguir la noticia. Si después al personaje lo matan, pues lo mataron”, comentó en la citada charla.
“Me gusta la entrevista donde vas a la casa, te fijas cómo es, cómo son los muebles, la atmósfera, la muchacha que te ofrece el té, el café, lo que sea. Es un privilegio poder entrar a ver la enorme biblioteca de Alfonso Reyes o ver a Diego Rivera moverse frente a su caballete y decirme lo que me quería decir. También a María Félix que caminaba muy bonito, implicaba un show especial para mí. Son privilegios inmensos. Siempre me gustó muchísimo ir a las casas, al estudio, que me abriera la puerta la muchacha, la que tenía delantal, la que no o la esposa que se asomaba a cada rato a ver qué estaba sucediendo, pues todas esas cosas han sido un enriquecimiento enorme.
Su trayectoria también ha sido reconocida con galardones importantes, como el Premio Nacional de Periodismo de México, en 1978; el Premio Rómulo Gallegos 2007, por El tren pasa primero, y el Premio Cervantes 2013, algo así como el Nobel de las letras hispánicas. Fue durante la entrega del galardón que pronunció una frase en que resume sus intereses. “El premio resulta más sorprendente y por lo tanto es más grande la razón para agradecerlo.El poder financiero manda no sólo en México sino en el mundo. Los que lo resisten, montados en Rocinante y seguidos por Sancho Panza son cada vez menos. Me enorgullece caminar al lado de los ilusos, los destartalados, los candorosos”.
Esa frase no es simplemente un lego de buena crianza dicho en una ceremonia, más bien, es cómo entiende la literatura Poniatowska. “Ese caminar, relacionado con el Quijote, con Sancho Panza, es porque creo que la literatura es cada vez menos el encierro con uno mismo -dijo a Télam-. En México no puedo pensar en ningún escritor que no viaje, que no se comunique con los demás. Octavio Paz salía a cada rato en universidades en Inglaterra, Estados Unidos; Carlos Fuentes vivió en París, en Londres; Mario Vargas Llosa viene a México frecuentemente o va a su país, Perú. Creo que los escritores tienen alas. Fuentes, por ejemplo, decía que prefería vivir con su mujer en París o en Londres porque en México no podía trabajar, escribir, porque lo invitaban a dar conferencias, a inauguraciones. En México se acostumbra mucho el desayuno que comienza a las 8 de la mañana y termina a la 1 de la tarde. Entonces decidió vivir en un lugar donde estaba solo con su mujer. Octavio Paz también se sentía muy requerido. Eran estrellas muy accesibles, resultaba muy difícil rechazar invitaciones a escuelas que decían ‘solo un ratito’ y ese ratito podía ser toda la tarde”.
Por lo mismo, la nonagenaria autora se niega a colgar la pluma y se mantiene activa. “Sigo escribiendo artículos y entrevistas, tengo una obligación con el periódico en el que escribo -comentó en charla con la revista mexicana Nueva Sociedad, en 2022-. Y tengo diez nietos, tres hijos, y como justo ahorita mientras hacemos esta entrevista estoy un poco enferma, mi obligación es salir adelante. Son obligaciones de vida. Todos tenemos la obligación de vivir primero que nada. Porque si usted no vive, ¿cómo va a escribir, cómo va a ser periodista, cómo va a hacer preguntas?”