El pasado 24 de mayo, el Movistar Arena fue testigo de un evento clave en la historia del stand up comedy nacional. Por primera vez, el show en solitario de un humorista lograba repletar el icónico recinto santiaguino. Y no una, sino dos veces. Todo un precedente para el rubro de la comedia, que en los últimos años ha gozado de una consolidación potente y constante.
En el fondo, Edo Caroe, el protagonista de aquella hazaña, está consciente de lo que representó la llegada de su show a un escenario como ese: una verdadera apertura de oportunidades para que otros colegas tengan aún más opciones a las que apuntar. Sin embargo, ese reconocimiento viene con una honesta cuota de pudor. El mismo que siente al ser señalado por la prensa como un líder o referente para el mundo del stand up.
Sentado en el mismo living que oficia de set para algunos de los shows en vivo del podcast Tomás va a morir –que comparte con sus amigos Tomás Leiva y Alejandro Barros–, Caroe recibe a Culto en las oficinas de Estudios Neverland justamente para conversar sobre los altos y bajos del camino que ha recorrido para llegar a ser uno de los nombres imprescindibles del humor criollo. Pero también para transparentar hasta qué punto se siente aludido con todas esas afirmaciones.
¿Sientes que fuiste parte de algo histórico con los shows en el Movistar?
Es que todas esas palabras me generan mucho pudor. Sobre todo, porque siempre intento mantener un bajo perfil a pesar de las cosas grandes que hago. Me da como cosa usar esa palabra, pero yo creo que sí abrí una puerta para que otros comediantes, incluso otros artistas, piensen en escenarios así de grandes. Y que puedan pensar en crear un público grande para poder llenar esos espacios.
Me agrada, es como que se desbloqueó una etapa en el juego, y qué bacán haber sido yo el que lo hizo, porque trajo reconocimiento y me generó mucho entusiasmo por seguir haciendo comedia. Lo veo por ahí, como que se abrió una puertecilla. Y también creo que pudimos mostrar que una productora pequeña como la que tengo, con mucha dedicación y esmero, sí puede producir lugares más grandes. Hay muchos colegas, muchos comediantes, podcasters, que están empezando con sus productoras que ya tienen equipos, y qué bueno que haya una referencia de hasta donde se puede llegar, o el camino a seguir. Yo también seguí a los comediantes más antiguos, a los comediantes tradicionales de la tele, a los que se les denomina como ‘consagrados’.
Antes era televisión, Olmué, Festival de Viña. Y después seguir alguna rama como la animación, por ejemplo, como Álvaro Salas. Ellos también dejaron un camino que nosotros fuimos siguiendo. Me agrada poder aportar eso a los colegas. Decir ‘hey, por aquí también se puede’. Eso es bacán.
¿Qué te generan ese tipo de comentarios? ¿Pudor, orgullo, una mezcla de sensaciones? ¿Te sientes aludido?
Todavía no. Yo creo que todavía no me siento tan referente en la comedia. Siento que soy muy joven, a pesar de que ya cumplí 37 años. Pero me siento muy joven, y creo que me queda mucho todavía como para que la gente me considere un referente. Aunque sí estoy al tanto de que los colegas me mencionan a su estilo. Copano hace chistes al respecto, El sentido del humor también, pero esa es una forma de decir ‘bueno, esta persona ya lo logró’. Lo hacen con humor.
Primero me da mucha risa, me alegra. Uno siempre quiere ser reconocido por el resto, sobre todo por los pares. Es el principal anhelo o motor de los individuos. O sea, no basta con que yo me sienta de determinada manera, aunque esa sensación de lo que yo soy quede en mí mismo. Ojalá alguien lo reconozca. Y es bonito que se haga a través de los chistes, de los comentarios, de las entrevistas. Yo creo que sí fue un hito lo del Movistar, principalmente para mí. Pero, sí. Con bastante pudor me siento aludido igual, pero siempre agradezco. Y me pone muy feliz. Creo que uno desde que comienza quiere el reconocimiento del público, y de los pares también. Eso igual es valioso.
Además, no es una cosa que se dio de un momento para otro. Hubo mucho trabajo en el camino para llegar a una instancia como esa, ¿no?
Sí, cuando terminó lo del Movistar me dije ‘hueón, pensar que llevo más de diez años trabajando en esta cosa’, pasando muchos momentos difíciles, venues no tan grandes, de todo. Un montón de giras de por medio. Y haber llegado a eso es gratificante. Es decir ‘hueón, valió la pena tanto trabajo’. No solamente mi trabajo, sino de toda la gente que me rodea, que está todo el día pensando en cómo mejorar lo que hacemos. Es muy gratificante. Y por lo mismo, más que corolario de una etapa, de pensar ‘ya, lo hice, lo logré’, es decir ‘aquí podemos ir de nuevo’.
Pero no tiene que ver con los lugares. No tiene que ver con ‘ya, llenamos el Movistar Arena y ahora hay que llenar un Nacional’. No. Podemos perfectamente terminar el Movistar Arena y empezar de nuevo en un bar pequeño. Y empezar a crear un nuevo show desde cero. Y eso fue lo que hice, de hecho, me bajé del Movistar y me fui a México, a probar chistes allá. No tiene que ver tanto con siempre apostar a lo más grande. Es más que nada apostar por hacer bien las cosas, sea donde sea, porque mi comedia funcione en cualquier lado y porque el trabajo sea honesto, genuino, y que tenga una escalada. Que sea progresivo. Partimos en un lugar pequeño, vamos creciendo, nos va yendo bien, podemos cerrar en un lugar más grande.
Debe ser agotador tener que pensar en lo máximo todo el tiempo
Sí, es agotador –señala entre risas–. Es agotador el ‘no, hay que hacer algo más grande, y ahora hay que superarse’. Superarse no siempre tiene que ver con la cantidad de personas que te van a ver. No siempre tiene que ver con el venue, no siempre tiene que ver con el nivel de producción. Yo creo que simplemente tiene que ver con ser genuino con lo que uno hace, intentar darle lo mejor al público que te va a ver y trabajar mucho. Porque apenas terminó el show en el Movistar Arena me tuve que encerrar a escribir nuevamente los chistes que pretendo incluir en el nuevo show. Uno no para de trabajar.
Las claves del éxito
Aunque es difícil definir una suerte de fórmula para el éxito, Caroe sí está consciente de que hay ciertas cosas que han sido cruciales a la hora de profesionalizar su carrera, y que pueden servir como consejo para quienes estén pensando en vivir del stand up. La primera de ellas tiene que ver con la convicción de que la comedia es su vocación.
“Lo primero es tener amor a lo que se hace. Yo realmente amo lo que hago, vibro con esto. Me levanto en la mañana y lo primero que tengo en la cabeza es que voy a actuar en la noche, o que estoy escribiendo chistes, o que voy a hacer reír a alguien. La sensación de hacer reír a mucha gente al mismo tiempo es hermosa. De verdad soy un agradecido de poder dedicarme a esto y de estar todo el día esperando un show en el que van a haber 100, 120 personas que se van a reír con algún disparate que voy a decir. De repente se puede tornar algo obsesivo y ahí empieza a hacer daño. Pero uno tiene que controlar sus impulsos”, comenta Caroe.
La segunda clave está en la honestidad a la hora de enfrentarse al público. “Hay que ser genuino con lo que uno vive, por lo menos en la comedia. No intentar aparentar otra cosa. Lo que salga fue un show que yo escribí desde la tristeza misma. Fue en plena pandemia, encierro. Yo estaba pasando por una depresión muy grande, mi hija también, por eso en el show hablo mucho de la salud mental y depresión. Y aun así logré sacar un showcito con muchos chistes que provocaban carcajadas. Pero lo escribí desde ahí, desde la nostalgia. Era un show melancólico, pero que tenía muy buenos chistes. Fui genuino, honesto con el lugar desde donde estaba escribiendo”, recuerda sobre la rutina que llevó a escenarios como el Movistar y el teatro Nescafé de las Artes.
Para eso, ejemplifica con la dinámica que está adquiriendo el show en el que está trabajando actualmente: “Ahora es distinto, por ejemplo. Ya estoy mucho mejor, no estoy pasando por ese cuadro depresivo, de angustia. Estoy mucho más tranquilo, y por eso estoy escribiendo desde ahí. Creo que eso me ha servido porque el show tiene otro tono, otro ritmo. No quiero obligarme a estar triste para escribir algo, como esta caricatura del payaso triste o del comediante atormentado que siempre tiene que estar muy deprimido. El artista atormentado. No me gustaría caer ahí. Simplemente me gustaría ser honesto con las cosas que escribo”.
“Le tengo mucha fe al show nuevo, porque viene desde lo más honesto que tengo. Acto seguido, ‘buuh’. Queremos tristeza’. ‘Queremos depresión, que el comediante esté triste. No lo queremos feliz y privilegiado’”, lanza entre carcajadas, quebrando con la seriedad de la conversación en un gesto más que necesario. “Igual es difícil escribir desde el éxito o el privilegio, o desde el confort. Hay que darle una vuelta. Pero yo creo que siempre, aún en la situación más cómoda, hay algo de vulgar y horrible. Y ahí, en ese contraste, puede salir algo gracioso”.
El tercer elemento es uno de los más necesarios para el comediante: la creación de equipos sólidos. “Hay que rodearse de gente que te aprecie y que te admire. No solo que trabaje contigo, sino que, de verdad, en cierta manera admire las cosas que haces. Y que sea recíproco. Yo admiro a toda la gente que trabaja conmigo por lo que hacen. Porque finalmente yo cuento chistes, nomás. Tampoco es algo tan increíble”, dice con honestidad. “Lo que hace que la persona que cuenta chistes pueda brillar y llegar a un escenario es toda la gente que está al lado trabajando. Es ahí donde se produce esta retroalimentación de admiración. Admiro a mi productor ejecutivo por lo que es capaz de lograr, admiro a mis editores por cómo hacen que los videos brillen en YouTube y que sean buenas promos, admiro a mi sonidista”.
“Creo que el humor, como se vive en Chile, necesita de equipos si uno quiere lograr ese tipo de cosas. Veo que hay hartos colegas armando equipos y eso está muy bueno, porque solito no se llega. Hay gente iluminada que lo logra, pero yo por lo menos no podría. Como dicen esa pésima película Into the wild, ‘la felicidad es más linda cuando es compartida’. Que es lo único bueno que tiene esa película, esa frase”, señala entre risas.
Gracias al público
Hay un elemento que es transversal a todos los proyectos que involucran a Edo Caroe: la comunicación horizontal con el público que lo sigue. No solo en los shows, también en las redes sociales. Una herramienta que el comediante ha sabido utilizar a su favor.
“Es fundamental la cercanía con el público, aunque las redes sociales son un arma de doble filo. Yo tengo una relación bien compleja con ellas porque tanta cercanía también arruina un poco la necesaria distancia. Pero creo que sirve mucho, porque abre nuevos canales de difusión, de promoción, la gente se entera de otras cosas. El público se identifica más con el artista porque pueden mostrar otra parte del escenario. Y no solo te conocen a ti, sino que conocen a la gente que está alrededor haciendo posible el show”, señala el humorista.
“Hay mucha gente que empieza a seguir tu carrera porque estuvieron desde el inicio, y a través de las redes sociales uno puede mostrar todo el proceso, todo lo que cuesta llegar a un teatro, a un San Ginés, lo que cuesta llegar a un Nescafé, lo que cuesta hacer un Movistar. Creo que la gente, al darse cuenta de todo ese proceso a través de fotos, a través de reels, a través de videos, va estrechando lazos con lo que uno hace. Eso ha servido un montón”.
Lo más importante, señala, es gestionarlas de buena manera. Para él, la definición de una suerte de línea editorial de qué es lo que está dispuesto a compartir por las redes y qué no, ha sido fundamental a la hora de regular su relación con las redes sociales. Con lo bueno y lo malo, agradece la compañía que el público le ha brindado todos estos años.
“Esa gente después me va a ver al teatro, me dicen ‘oye, yo te escribí’, y uno los recuerda. Hay caras que se van repitiendo en los shows, hay público que me dice que me sigue desde Coliseo Romano, que fue el año 2014, 2013, por ahí. Pensar que esa persona ha seguido toda mi carrera y ha visto todo, los altos, los bajos, ha visto shows buenos, shows malos, todas las etapas que he ido atravesando como artista, es bacán. Es bacán sentir cómo el público te acompaña de esa manera”, comparte.
“Al final son ellos los que permiten que uno viva de esto. Porque mi carrera no ha sido impecable. Y eso es bueno. Ha tenido de todo, ha tenido desastres, ha tenido momentos brillantes. Pero que haya un público que permita eso, que permita que yo me equivoque, que lo arruine, que vaya a un programa y lo haga mal, que de una mala entrevista, o que tenga un bueno show”.
Y agrega: “Si llego a hacer un Movistar Arena es porque hubo un público, hubo personas que estuvieron sosteniendo eso durante mucho tiempo. Es bacán. Yo de repente también me veo como seguidor o como fan con otros artistas. Y me digo ‘oh, pensar que he seguido la carrera de este hueón a pesar de que de repente la caga’. Eso es fundamental para cualquier artista, y creo que lo puede dar la cercanía con el público. Es decir, mostrarse transparente y mostrar también la cara amarga de los shows, del proceso creativo, de la exposición”.