Hacia 1952, la uruguaya Idea Vilariño Romani, se hizo una pregunta que contestó de forma poética . “Si muriera esta noche / si pudiera morir / si me muriera / si este coito feroz / interminable / peleado y sin clemencia / abrazo sin piedad / beso sin tregua / alcanzara su colmo y se aflojara /”. Un poema que al menos deja el aire tiritando y pareciera que después de eso no se pudiera decir nada más.
Esos versos se publicaron 3 años después, en el que sería su quinto libro, Nocturnos, un volumen donde la oriunda de Montevideo terminó por configurar una voz propia, amén de una poesía intensa y breve, en verso libre y con mucha oralidad. Siempre usando palabras más bien simples, es difícil encontrar versos rebuscados en su poesía. Hoy, el volumen ha vuelto a los escaparates nacionales a través de Ediciones UDP.
En sus poemas, Vilariño se pasea por dos tópicos, que parecen contradictorios: la muerte y el amor. “No son obsesiones sino certezas. Y creo que la actitud más lúcida, más sana, es tener presente que la vida y que el amor se acaban. Ver a los otros y a uno mismo caminando a la muerte, vivir el amor a término, tal vez hagan el amor y la vida más terribles, pero también digo que los hacen más intensos y más hondos”, dijo la misma oriental en entrevista con la mexicana Elena Poniatowska, en 2001.
También se refirió a su método, en verso libre. “Nunca los ha habido menos libres. Un ritmo riguroso los ordena y sólo para los ojos parecen libres. ¿Qué significado tiene el ritmo? Es fundamental en todo hecho poético. En un poema puede fallar todo lo demás; hasta puede, en determinados juegos, faltar el sentido; nunca el ritmo. Es esencial; por él algo es o no lírico”.
El poeta y director de Ediciones UDP, Matías Rivas, caracteriza la obra de Vilariño. “Es un tipo de poemas cortos, breves, directos, precisos. Los puede leer cualquier lector que no necesariamente es un especialista en poesía. El titulo evoca pasajes amor, sombríos, descarnados. En los poemas, hay una evocación de la muerte casi siempre como metáfora”.
Consultada por Poniatowska sobre por qué publicó, Vilariño respondió: “La poesía puede ser como el acto creador algo muy íntimo, pero una vez realizada podría darse la necesidad de comunicación. Bueno, tal vez algo falla porque tampoco la siento. No tengo en ese campo los reflejos propios de un escritor y que funcionan cuando escribo ensayos, por ejemplo. Pero viviendo entre escritores, siendo yo misma un crítico, vi en algún momento que este o aquel conjunto de poemas -siempre poemas de cierto tiempo, como para poder considerarlos objetivamente, como si fueran de otro, casi- vi que tenían coherencia, que eran un libro. Y entré en el juego”.
“No estoy segura de que esta sea la explicación correcta u honesta. Hay una evidente dicotomía. Sé que desearía no haber publicado nunca. No me importa ya cuando se trata de reediciones. Pero dado el carácter de dolorosa intimidad de la mayor parte de mis poemas, sentí, después, cada libro como un acto de impudicia, de exhibicionismo. Hay poemas que nunca publiqué ni mostré a nadie. Eso debería haber hecho con todos. O casi. A esta altura ya todo eso importa poco”.
Palabras universales
En esta edición, es la autora nacional Paulina Flores quien escribió sobre Vilariño en el prólogo. “Me mostró aspectos comunes de la realidad de una forma nueva y única. Tal vez, porque hace las palabras muy suyas. Como si antes de leer la palabra noche en Nocturnos, yo no hubiera entendido realmente lo que significaba la palabra ‘noche’. Y eso que pensaba que había leído a bastantes autores románticos”.
“Vilariño se inscribe en la tradición, pero la convierte en algo tan propio, que hasta las palabras más universales como ‘soledad’, ‘vida’, ‘muerte’ o ‘nadie’ resultan en sus poemas cercanas y exactas. Condensadas y a la vez al descubierto. Palabras que apenas se mastican o digieren, tal vez porque fueron ellas las que hicieron el proceso digestivo conmigo como lectora”.
De hecho, la misma Vilariño, en entrevista con la revista uruguaya Bitácora, poco antes de su muerte, señaló algo sobre el uso de palabras corrientes. “Siempre me he rehusado a usar palabras que salen de lo corriente, aquellas que suelen considerarse poéticas. Me cuido de no caer en eso, me cuido de no volver a tocar un poema una vez que lo dejé”.
Por lo mismo, su método de trabajo era directo. “Yo escribo un poema en unos minutos y no lo toco más. Puedo escribirlo varias veces, una atrás de otra hasta que me parece que está. Ahí lo dejo y no vuelvo a tocarlo. Vuelvo a escribirlo entero hasta que lo guardo o lo tiro. Cuando está, está”.
Así, por ejemplo, en ese libro encontramos uno de sus poemas clásicos. La noche. En parte dice: “La noche pozo suave / y atorado de sueños / soporta aún l cuota / de otro y la rebasa”.
Un aspecto crucial, agrega Matías Rivas, es que el nombre de Vilariño ha sido rescatado y su importancia ha sido valorada por el tiempo. “Fuera de Uruguay, ha tenido mucha sintonía con los lectores, con este tipo de poesía que es de un arraigo norteamericano, Esa cosa de la economía de las palabras. En su tiempo, Juan Carlos Onetti y Mario Benedetti eran mucho más conocidos que ella”.
“En su tiempo no le interesaba ser famosa, y eso que el Boom Latinoamericano reinaba. Su figura ha ido creciendo con el tiempo, se ha vuelto más cercana y necesaria”.